Capítulo XIV : Los Valles Negros

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Después de la llegada de Muz y el cadáver de Lupus al Sauce Blanco, el cual estaba bastante bien conservado, tanto que, parecía estar vivo. Maravillosa era la magia de las sirenas.

Ráfagus se entristeció mucho, lloró por dentro la muerte de Lupus, en su corazón se clavó el dolor y la culpa, creía que él lo había conducido hasta la muerte, era muy joven, aún tenía mucho por vivir.

Muchos de los que conocían a Lupus lloraron toda esa noche. Cientos de velas puestas sobre candelabros y, antorchas se encendieron en honor a él.

La noticia se esparció rápidamente por todo el país y muchos llegaron de todos lados. Lupus siempre se había rodeado de muchas personas, hizo muchos amigos por todos lados por donde pasaba; también llegaron sus padres y muchos de sus amigos más cercanos, viajaron desde el sur de la ciudad, venían de la aldea Merídies representada por un Formosan, un ave en tono azul en cuerpo, mientras que la cola, cuello, pecho y la cabeza en detalles color negro. El pico y las patas eran de color rosa muy encendido.

Ráfagus los recibió en el palacio y habló con ellos a solas por un rato.

Muchas canciones se entonaron para despedirle.

Llegaste aquí siendo un valiente niño

Creciste en valor y en forma

Pero tu corazón jamás envejeció

Siempre permaneció joven

Siempre fresco y alegre como un niño.

Siempre te rodeaste de muchos amigos

Y el mejor de todos los amigos

Siempre fuiste tú, Lupus el alegre

Porque diste la vida por tus amigos.

El duro camino del valiente guerrero

Ha concluido exactamente aquí.

Ahora ve, no te detengas y no mires atrás

Ve hasta donde puedes reír y jugar por siempre

Sin que tus fuerzas fallen y sin manchar tú ser.

Ve hasta donde tengas que ir

Porque nunca tuviste límites Lupus el alegre.

El funeral duró toda la noche. Llegada la media noche ocho de los dieciséis cuernos del palacio sonaron fuertemente y toda la ciudad se consternó con aquel sonido que parecía un gemido de dolor, triste se escuchaba a lo lejos. Poco después Alboro salió del salón, Muz lo siguió con la mirada y luego fue detrás de él de manera sigilosa.

Alboro avanzaba por un pasillo, se detuvo, se irguió y habló —¿Por qué te escondes en las sombras? Que no te de miedo mostrarte ante mí. Si quieres decirme algo que has tenido guardado en tu pecho desde hace tiempo, ahora es el momento de sacar cuanto dispongas, ¿no lo crees así, Muz Malany, amo y señor de los animales? —Muz salió de entre las sombras del lugar y Alboro se dio media vuelta, cruzó los brazos y sonrió.

Muz sacó su varita, Alboro se puso en guardia mientras mantenía su temple tranquilo para evitar que Muz se diera cuenta que ya tenía la varita en la mano, pero ocultada por las amplias mangas, después Muz levantó su varita y encendió las antorchas del pasillo.

—Veo que no me puedo ocultar de tu vista. —Dijo Muz.

—No, no puedes, jamás podrás. —Respondió Alboro con un tono altivo. —Pero dime, ¿por qué me has estado siguiendo?

EL CETRO Y LA GEMA. La SagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora