Capítulo X: Hacia Ernaga

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Tomaron un camino al oeste y luego tomarían otro al norte hasta llegar a la frontera más lejana de Montanea cerca del bosque de los gigantes. Cabalgaron todo un día por el camino del oeste subiendo y bajando pendientes, vadeando ríos.

Llegada la noche descansaron en un cerro no muy elevado y protegido por algunos árboles. La noche era fresca, encendieron una fogata para protegerse del frío que avanzaba conforme la oscuridad.

Debían montar guardia porque era seguro que el rey estaba muy molesto por tal huida de los magos del Sauce Blanco y la princesa Ilian, tanto que mandaría a buscarlos por todo el país y no dejaría que nadie traspasara el escudo o estaba totalmente decepcionado que no haría nada y los dejaría a su suerte. Una casi imposible opción, el rey mandaría ayuda. Sin embargo, todo era incierto. Lupus montó guardia primero y Eruznar revisó el lugar.

Lo que había quedado atrás; el templo ya estaba siendo reparado de los estragos de los duendes fríos. Los cadáveres de los duendes fueron apilados y quemados, mientras que, los cuerpos de los magos, que eran muy pocos, fueron levantados y homenajeados en el palacio, luego fueron embalsamados y el fuego les dio descanso.

La reina Marfil estaba en su alcoba, muy débil de la batalla anterior. No luchó con magia sino con espíritu y esencia, su luz contra la oscuridad.

Cuando el rey se sumió en sueños de oscuridad, el escudo cayó y dejó paso abierto a los enemigos. La reina sabía que el ataque venía desde dentro del castillo. Ella no cayó bajo el poder la oscuridad porque su luz era fuerte, ella decía que renunciar a los designios de la oscuridad es la primera de las artes de la luz y así fue como logró vencer.

Solo ella y Rufergus estaban libres de la oscuridad después que la reina enviara a los magos al templo del norte, juntos lucharon contra la oscuridad. Rufergus era el mejor contra las artes oscuras, nadie sabía más que él y se encargó de expulsarla del palacio mientras que, la reina se encargaba del rey trayéndolo de vuelta a la luz.

Ahora Rufergus, la reina Marfil y el rey Argénteus luchaban juntos para expulsar la oscuridad del palacio y liberar a todos los montañeses oprimidos. Destellos y relámpagos iluminaban el palacio como luz de día; esa era la luz que Lux había visto la noche anterior, una y otra vez, uno tras otro, hasta que la oscuridad cedió ante el poder de la luz y las lámparas del rey Rútilos se encendieron de nuevo.

Al rey le llegaron mensajes del general de las fuerzas del este e inmediatamente reunió a su ejército y los preparó para la batalla e hicieron una aparición con la magia de los reyes. A pesar de que el poder de los magos había disminuido notablemente desde que la Gema de la fuente de poder fue robada, aún quedaban magos y brujas con grandes poderes, incluso para hacer una aparición y Argénteus era uno de esos magos aunque su poder no superaba al del gran rey Ráfagus quien aún podía hacer grandes apariciones en lugares distantes. Argénteus hizo una aparición dentro de su país pero su poder lo limitaba a sólo su país.

Después de terminar la caza de los duendes fríos, el rey solicitó la presencia de los magos del Sauce Blanco, pero sólo se presentaron Flos, Anory, Velcicur, Magdalis, Belger, Miuth y Avis en compañía de Rufergus.

—¿Dónde están los demás magos? —Preguntó el rey.

—No lo sé mi señor. —Respondió Rufergus muy apenado.

—¿Cómo que no lo sabes? ¿Ellos están bien? ¿Qué les ha sucedido? —Preguntó muy preocupado el rey.

—No lo sé mi señor. En el ataque de ayer los perdí de vista. Cuando fui por ellos ya no estaban Lux, Lupus, Aqua y Margaref. —Respondió Rufergus muy apenado.

En ese momento apareció la reina, caminaba algo despacio pero muy erguida sui generis aunque su fuerza aun menguaba. Habló y dijo. —Ya se han ido.

EL CETRO Y LA GEMA. La SagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora