Capítulo XV : El segundo mago inmortal

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Mientras tanto, muy al sur, en la aldea Merídies, Lupus estaba siendo velado con honores. Como era la costumbre de su gente, sería velado por tres días y tres noches, al cuarto día antes de partir el alba su cuerpo sería incinerado y colocada una lápida en su honor junto a sus ancestros.

Durante los tres días de velación fueron entonadas tibias canciones del sur, muchos iban y venían. Los padres de Lupus, Raga su madre y Algres su padre, hicieron el mejor funeral en toda la historia de Merídies, tristemente el mejor.

Lupus era el primogénito de los señores de la aldea Merídies, al morir quedaría como heredero su única hermana llamada Australis, la cual se había mantenido al margen de todo y de todos desde que se enteró de la muerte de su amado hermano, ella había sido siempre consentida por su hermano, él la amaba más que a su propia vida, Australis lo sabía, y en la oscuridad de su habitación ella forjaba rencores en su limpio corazón, a lo lejos Alboro sospechaba que esto sucedía, lo leía en su silencioso rostro.

Llegó el cuarto día, las primeras luces anunciaban la llegada de un nuevo día, con él despedirían a Lupus para siempre y ese momento llegó.

Los señores de la aldea escoltados por el ejército y muchas otras personas se dirigieron desde el pequeño palacio hacia el cementerio real.

El féretro con Lupus dentro iba por delante llevado por cuatro miembros del ejército. Cuando llegaron hasta el lugar, había muchas lápidas en piedra de color gris, otras en marrón y rojo quemado, en ellas había inscripciones en letras hermosas en las cuales se podía leer los nombres de a quienes pertenecían.

Al final de la línea había una lápida gris muy alta y esbelta, la cual estaba rodeada de algunas plantas sin flores, aún no era tiempo de florecer, no al menos en el sur, la lápida tenía un gravado que decía <<Aquí descansa Algris el señor más grande de Merídies>>.

El sol brillaba con un poco de intensidad. El féretro de Lupus se puso en un lugar alto y su padre lo abrió con los ojos llenos de lágrimas, su madre lloraba desconsoladamente mientras abrazaba a su ahora única hija Australis la cual no decía nada ni tampoco derramó lagrima alguna.

Repentinamente el cielo se cubrió de nubes negras amenazantes. Ahí fue donde Alboro tomó partido, levantando su varita con la punta iluminada, la cual movió de abajo hacia arriba como si cortara algo y las nubes negras se rasgaron dejando pasar un poco de la luz del sol, lo imitó Raga, Algres y todos los demás, sólo hasta el final lo hizo Australis, su varita que había pertenecido a Lupus en vida.

Después que la luz del sol volvió muchas aves Formosan se posaron sobre el féretro y comenzaron a entonar una hermosa melodía, la cual era encantadora, pero triste, cuando terminaron su tonada todos se sintieron liberados del gran dolor que los oprimía; después elevaron su vuelo por encima del cuerpo de Lupus lanzando cortas tonadas mientras el féretro ardía en llamas azules y verdes. El fuego había sido iniciado por la varita de Alboro. El féretro se fue consumiendo poco a poco, junto con él lo hizo el cuerpo sin vida de Lupus.

El viento sopló y se llevó las cenizas entre sus alas. Un el lugar alto, junto a la lápida de su abuelo Algris estaba la lápida de Lupus, muy alta, muy esbelta, era por mucho, la mejor de todas. En ella estaba inscrito lo siguiente:

Aquí yace el príncipe Lupus

Heredero al trono de Merídies

Algres mismo la hizo con sus propias manos, las letras las elaboró de cuarzo blanco el cual reflejaba la luz de la luna. La creó con el firme propósito de que la lápida donde se podía dar honor a Lupus jamás estuviera a oscuras. Así es como se termina el funeral de Lupus. Lamentable pérdida para el mundo de la magia.

EL CETRO Y LA GEMA. La SagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora