En todas las ciudades se rumoreaba del regreso de La Última Sombra, ahora le daban el nombre del Mago Oscuro, ya que decían que él había vuelto con sangre y cuerpo de mago, a muchos les parecía una aberración, a otros tantos los llenaba de miedo debido a que la última vez que hubo guerra la Última Sombra tomó casi todo el control y estuvo a punto de destruir lo que las personas más amaban, su libertad. Para otros era una inspiración ese mago que incluso se le unían, ya estaban reclutando.
Cuando Rufergus desapareció junto con Velcicur, ambos se pusieron en un lugar seguro, ambos hablaron de lo que podían hacer para ayudar a sus amigos. Velcicur propuso ir en busca del resto del grupo formado por Lux Natura, Aqua, Lupus, Eruznar e Ilian, la princesa. Pero Rufergus argumentó que no podían, el bosque estaba siendo registrado, lo más probable era que también ellos ya fueran capturados y para el caso, no pasó mucho tiempo para que así sucediera. Ambos llegaron a un acuerdo, buscar una entrada e infiltrarse al palacio oscuro y liberar a sus amigos.
Mientras tanto todos los capturados fueron llevados a la Ciudad Oscura como lo había previsto Rufergus. Los prisioneros veían los caminos, pero no conocían ni uno de los que transcurrieron, el camino serpenteaba una y otra vez, a veces se hacía angosto y otras veces ancho, en tramos muy peligroso y escarpado pero inmensamente largo.
Los prisioneros perdían la conciencia por horas, pero debían de llegar con vida hasta su destino así que los gigantes les deban una bebida muy fuerte que les devolvía las fuerzas del cuerpo y les deban de comer una especie de hogaza de pan hecha con el fruto de fuego que se daba en el sur, la cual daba fulgor al cuerpo. Tardaron varios días en llegar hasta las puertas de la ciudad. La edad del invierno era joven, aún pero ya con rasgos de llegar a viejo.
Cuando los prisioneros llegaron, las enormes puertas negras se abrieron ante ellos, sonaron como si no se hubieran abierto en mucho tiempo, polvo batido y telarañas húmedas adheridas a las paredes, el aire era débil y febril. Una vez dentro, las puertas se cerraron y por encima de la muralla, en los adarves se asomaron algunas cabezas avizoras, pero umbrías.
Los presos fueron conducidos por una escalera que descendía hasta las entrañas de los cimientos de la Ciudad Oscura, cada vez más y más profundo, más oscuro y tétrico, un lugar fétido y hediondo. Sólo los gigantes se veían como chispas rojas en la inmensidad de la oscuridad. Fueron colocados en los calabozos de dos en dos: Belger y Anory, Miuth y Avis, Flos y uno de los magos de Montanea llamado Timas, los otros dos magos de Montanea Vatoris y Domus los encerraron juntos.
La prisión estaba conformada no sólo por los muros y barrotes hechizados sino que se sumaba la impenetrable oscuridad, no se podía ver ni siquiera los dedos de las manos. Todos se sumieron en un silencio y un luto, luto que sin saber era guardado para Lupus.
No sabían si las horas transcurrían, no sabían si era de día o era de noche, habían perdido la noción del tiempo. Habían llegado casi al atardecer sin que ellos lo notaran, sólo había pasado un día entero cuando el suelo de la prisión retumbó, la puerta principal que separaba los calabozos de la libertad se abrió y en la oscuridad unas chispas rojas, eran los gigantes, pero ante tanta oscuridad deslumbraron los ojos de los prisioneros, para alivio o para desventura llegaron Aqua, Eruznar, la princesa Ilian y Margaref.
Belger los reconoció aun en la oscuridad y los llamo por sus nombres —¿Aqua, Margaref, Eruznar, son ustedes?
—Sí, somos nosotros. —Respondió Aqua con voz famélica.
—¡Silencio! —Gritó un gigante arrojando a los nuevos prisioneros dentro de sus celdas y golpeando los barrotes de las otras celdas. Belger enmudeció.
Cuando los gigantes salieron los prisioneros volvieron a hablar.
—¿Cómo están? —Preguntó Aqua.
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EL CETRO Y LA GEMA. La Saga
FantasyEn un principio, cuando nada existía, sólo tinieblas y vacío en el mundo, nació la luz y tomó forma de mujer, ella lo creó todo, el tiempo, toda forma de vida, el sol, la luna y les dio brillo...