El sol nacía desde el este, un buen sol anunciando un buen día. Pero las gentes de Montanea se levantaban aún con la aurora sobre sus cabezas.
Ya las actividades diarias dentro y fuera del palacio estaban encaminadas desde el servicio del rey hasta los cultivos y las cosechas de temporada.
Los doce magos del Sauce Blanco se levantaron muy temprano para ver la salida del sol desde las altas torres vigilantes del este en Montanea.
Rufergus los convocó a una reunión. Ellos acudieron a prisa. Una vez llegados todos Rufergus habló: —No partiremos hoy ni mañana, he hablado con el rey y las fronteras están siendo merodeadas por duendes y gigantes. No podemos tomar el camino del bosque de los gigantes, mucho menos el paso de Granito, nos hemos desviado mucho al noreste y no conozco otro camino más que el de Gigasantis, pero es muy peligroso tomarlo en estos días, por lo que, tenemos que quedarnos unos días más en las estancias del rey Argénteus.
—Al momento de aceptar la misión, todos estábamos consientes de los peligros que nos acecharían al caminar, no podemos retrasar ésta misión, debemos partir cuanto antes. Ya hemos perdido suficiente tiempo en las Montañas Nubladas del Norte y en casa del buen Elidon Prophemy. Las estancias del rey Argénteus son hermosas, la amabilidad de la reina Marfil es única y acogedora, pero pienso que debemos partir en la mañana de mañana. —Dijo Lux de manera certera.
Un murmullo de opiniones cruzadas entre el resto de los magos se escuchó, pero Rufergus levantando la mano, los silenció y argumentó.
—Tienes mucha razón en tus palabras. Eres muy joven, valiente y tenaz como el resto de la compañía, pero no podemos tomar decisiones precipitadas. Tenemos que esperar a que el único camino que nos es posible transitar esté menos lleno de enemigos. ¿O tienes alguna mejor idea?
—No, no la tengo. Yo en verdad esperaba que su majestad el príncipe de príncipes la tuviera. —Respondió Lux.
En eso, el rey llegó hasta donde estaban reunidos y oyendo lo que estaban hablando dijo con una expresión seria —Rufergus tiene razón. Los caminos están vedados de enemigos y ahora ustedes están bajo mi responsabilidad. Les aclaro todas sus dudas, no partirán de mis tierras en cuanto yo no lo decida. Aquí yo soy el rey y mis deseos son órdenes incluso para magos del Sauce Blanco.
—Con todo respeto su majestad, ¿está diciendo que retrasará nuestra misión a pesar que éste asunto concierne a todos? —Preguntó Aqua.
—La prudencia velará por ti, la reflexión será tu salvaguarda hijo. Esto no lo hago con el fin de retrasarlos en su misión, sólo trato de ayudarlos. Muertos o cautivos no sirven de nada. —Respondió el rey. —Nadie partirá sin mi autorización, quien lo haga será proscrito y no recibirá ayuda alguna de mi parte. ¡He dicho! —Dio media vuelta y partió.
—El rey tiene toda la razón. —Dijo Rufergus. —Seamos prudentes.
El día murió, la noche llegó, traía noticias del invierno.
La reina caminaba como era su costumbre, el viento corrió fuerte por un instante y sintió que los huesos se le helaban, un hálito entre miedo y angustia le invadieron el corazón y estrujaron su alma.
Había tenido una revelación, pero muy poco era el tiempo que le quedaba por delante. Un mal se movía dentro del palacio. La guardia del rey había caído en un letargo de sombras y visiones llenas de horror, las penumbras cayeron sobre ellos, todo les daba miedo, el ruido del aire golpeando las paredes, la hoja que se desprende del árbol, el sonido de los animales nocturnos, sus mismas sombras les aterraban hasta paralizarlos, el rey había caído también como muchos otros.
Esa oscuridad los llevó a un mundo infernal, mundo de la impotencia; se había apoderado de ellos durante el sueño y los mantenía en la impotencia.
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EL CETRO Y LA GEMA. La Saga
FantasiaEn un principio, cuando nada existía, sólo tinieblas y vacío en el mundo, nació la luz y tomó forma de mujer, ella lo creó todo, el tiempo, toda forma de vida, el sol, la luna y les dio brillo...