Capítulo III: El torneo de los doce magos

45 5 30
                                    

Ráfagus interrogaba al duende, pero éste no cedía ni un tipo de información y encolerizó al rey a tal grado que mandó llamar a Alboro, el cual era de los mejores magos de toda la ciudad cuando se trataba de pociones mágicas y en un instante elaboró una muy poderosa ya que la magia de los hechiceros no era lo suficientemente fuerte para controlar a un duende, al menos no para arrebatarle información, son seres de alma dura.

Con aquella poción el duende reveló su nombre, Grimis se llamaba y de su terrible boca escucharon:

—Antus se reedificó de los escombros de los años y nuestras fuerzas han vuelto a nosotros junto con nuestro señor, las sombras y la oscuridad se levantan bajo nuestros pies mientras que la luz se vuelve menguante. Tú ya los has visto señor de Grandes Puertas, hoy, antes de salir el alba lo viste a él.

—¿¡Quién es tu señor y dónde se esconde con la Gema de poder!? —Lo interrumpió abruptamente Ráfagus ya muy molesto mientras le ponía su varita al cuello amenazándolo. — ¡Contéstame o te destruiré!

—Tú lo conoces muy bien, conoces su rostro y su nombre, también. —Respondió Grimis con una sonrisa en el rostro.

—¿¡Dónde está tu señor!? —Insistió Ráfagus.

—Durante dos mil años fue olvidada, todos creyeron que el tiempo la destruiría, pero no fue así, la fortaleza del norte ha surgido de nuevo, las sombras siempre han vivido ahí regresándole su majestuosidad y su verdadero nombre <<La Ciudad Oscura>> . El tiempo del Sauce Blanco está por terminar junto con las demás naciones. Ya no existe nadie con la fuerza para detenernos. —Dijo el duende lambiéndose los labios.

—La oscuridad ha surgido de nuevo, bajo muerte y fuego caerá la luz y ustedes con ella. —Aclaró Grimis.

—¿¡Cómo entraron!? —Preguntó Ráfagus.

—Fuimos invitados. —Respondió Grimis con una terrible risa.

—¡Enciérrenlo y que se pudra entre estos muros! —Dijo Ráfagus mientras daba media vuelta para salir de los calabozos.

Las dudas, el miedo y los temores se acrecentaban en la mente al igual que en el corazón del rey, en seguida mandó llamar al guardián de las puertas de la ciudad y a Muz Malany que estaba a cargo de la seguridad de la metrópoli en el momento del robo, así que envió a tres magos a buscar a su hermano Rufergus que aún seguía de viaje en el este en la población de Haras, la ciudad de entre las montañas, conocida desde antaño como Ciudad Abscondia.

Ráfagus en lo profundo de su alma creía saber quién había sido el causante de todo este daño, pero se negaba a creer. Muchas decisiones tenían que ser tomadas y cada una de ellas traería consigo una consecuencia, buena o mala, pero al fin, consecuencia.

Se mantuvo en secreto el robo de la Gema a todas las naciones incluso a los ciudadanos del Sauce Blanco, la única persona que conocía la situación era la reina Andelian que lo había visto todo.

Ráfagus debía crear una compañía que estuviera compuesta por los mejores magos del Sauce Blanco para recuperar la Gema. Por toda la ciudad se expandió la noticia hasta las aldeas más lejanas acerca de un torneo de magia que duraría tres días, del cual saldrían doce ganadores para convertirse en los primeros guardianes de El Cetro y La Gema.

Al día siguiente Rufergus había llegado en compañía de los magos que tenían por empresa traerlo consigo de regreso y se le informó a lujo de detalle todo lo ocurrido. Rufergus era el mejor de entre los mejores en las artes oscuras, nadie las conocía mejor que él entonces comenzó a indagar los hechos para ayudar a su hermano a descubrir cómo y por dónde habían entrado, pero, sobre todo, quién era el culpable.

EL CETRO Y LA GEMA. La SagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora