Capítulo VIII : Montanea y las lámparas del rey Rútilos

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Habían pasado tres semanas antes de que la compañía partiera hacia el noreste por los caminos que conducen hasta la ciudad de los montañeses pasando por pequeñas aldeas en su camino, lo cual reconfortaba sus almas, sabían que se toparían con gente, pero lo que no sabían es que la gente del norte no era tan hospitalaria como la del sur.

Elidon supo por los Viridárium que Bromel había venido del norte y no del sur como era de esperarse, algo que lo inquietó, quería saber qué estaba haciendo en el norte.

Bromel aclaró todas las dudas de Elidon y le dijo —después de retrasar y escapar de los duendes me escondí detrás de unos arbustos, luego los fui siguiendo hasta el norte por caminos extraños, senderos que jamás había recorrido o visto, llegamos hasta los Valles Negros, los crucé sin ser visto y estuve tan cerca de la gran puerta que se abrió ante mis ojos, un aire se escapó y me estremeció por completo. Logré entrar y creí que la fortaleza ya no era tan terrible como cuentan las historias, una vez dentro, las puertas se cerraron del golpe tras mi espalda, desde lo alto de una torre sentí una terrible y penetrante mirada, era un mago, lo supe cuando lo tuve ante mí en tan sólo un instante. Él me dijo ­<<bienvenido>>. Luché contra él Elidon, me capturó, pero me dejó escapar para que llevara este mansaje a todos <<un antiguo amo y señor del mundo se ha levantado de entre las sombras, el rey supremo, rey sobre el rey de reyes. Quien se atreva a desafiar mi poder caerá en la oscuridad terrible>>. Y es así como estoy aquí, vivo, por suerte.

Elidon guardó silencio por un rato, caminó hasta la ventana de la habitación que miraba al oeste, hacia las costas, después de un rato dijo —¡No! ¡No! Debe de haber un trasfondo en todo esto. Volteó a ver a Bromel con mirada profunda —yo conocí a la Última Sombra, luche contra él, créeme, él jamás perdonó una vida, no puede ser él, ha de ser sólo un mago poseído por la magia negra... interrumpió Bromel.

—Yo lo vi, Elidon, yo lo vi, era él. Su mirada era terrible aunque no pude ver su rostro. Miles de duendes y gigantes a su alrededor sin contar a las Umbrae Ignis, ellas han vuelto también, él ha vuelto.

Mientras tanto, la compañía seguía avanzando sin problemas. En el norte los montañeses espiaban la Ciudad Oscura doblando la vigilancia en sus fronteras.

La compañía llevaba presente las palabras de Elidon —vayan con cuidado y no olviden que no están solos, siempre tendrán amigos en momentos de necesidad. Ni yo ni Bromel los podremos acompañar, pero eso no significa que los dejaremos solos, tenemos cosas que hacer. Que la luz los bendiga y que Hellen los guie.

Una vez que los trece magos habían partido, Elidon envió algunas de las aves de su jardín a llevar noticias hasta el país de las Lumen Oris anunciando que él mismo en persona iría hasta allá, necesitaba una audiencia con Arbora, la señora de las Lumen Oris, pero antes pasaría a visitar a un viejo amigo, al señor del Sauce Blanco. A Bromel lo envió al noreste hasta ciudad Anvel a llevar un mensaje secreto a Handelle.

De manera misteriosa o provocada, aquel que se hacía llamar el señor de la Ciudad Oscura ya se había enterado de la existencia de la compañía de los doce magos que partieron al comienzo del otoño hacia aquella ciudad, también sabía de la misión que traían encomendada. La compañía no tenía idea de que aquel mago sabía de ellos y mucho menos que conocía su misión, ahora cada camino que ellos decidida o forzadamente tomen será peligroso.

El armatoste aún funcionaba a la perfección en el cual llegaron hasta las muy vigiladas fronteras de Montanea, ahí los obligaron a bajar del carro y continuar a píe por orden del rey, habían llegado sin problema alguno al quinto día después de partir de la protección de Elidon que ahora se hacía lejano al sur.

Caminaron el resto de la noche, cuando la luna estuvo justo sobre sus cabezas pidieron descansar y los guardias los llevaron hasta una taberna algo impropia, había gente que caminaba a pies descalzos portando en las manos una lámpara de aceite.

EL CETRO Y LA GEMA. La SagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora