Los árboles eran enormes y tenues, el suelo estaba cubierto de rocas grises molidas, parecían las huellas lejanas de una guerra aún más lejana entre seres de gran tamaño y poder, guerra que fue verdad, sucedió al principio de todos los tiempos, tiempos que ni siquiera se encuentran guardados dentro del palacio de historia y arte del Sauce Blanco.
Las piernas de Ráfagus dudaron en dar un paso más en esas tierras tan lejanas y desconocidas para él, pero se armó de valor y caminó sin detenerse porque el verdadero valor no radica en no tener miedo sino en afrontar nuestros temores. El rey anduvo siempre hacia el sur y cada vez más hacia el sur, su bastón le servía de apoyo en los tropezones y en las piedras que se movían a su paso, sentía vida dentro de ellas o al menos que algo o alguien las controlaba.
Fue gracias a su virtuosa visión que pudo ver a lo lejos tres enormes rocas grises que se movían hacia donde él iba, pero no dejó de caminar donde ellas porque ahí estaba destinada la odisea.
Había escuchado historias acerca de aquel lugar y de la antigua magia que poseía, pero nada era seguro, muchos afirmaban que las rocas se movían por voluntad propia, otras que incluso tenían voz, un lugar al que ni los magos ni los elfos se atreven a incursionar por temor a las criaturas que ahí habitan, en el aire se sentía una magia muy antigua.
Los gnomos jamás se movían de su ciudad, ahora que eran tan pocos y errantes menos lo harían, a los centauros no les interesan más que sus propias tierras, sus propios dilemas, las Lumen Oris son las únicas que recorren toda Essethar-Da, pero jamás se meten a lugares tan oscuros como lo era ahora el norte, por todo lo anterior, nadie sabía lo que allí moraba.
Cuando las tres rocas estuvieron ya muy cerca de Ráfagus se fascinó al ver que aquellas grandes piedras tenían rostro, manos, piernas, espalda y mucho de lo que se decía acerca de aquel lugar tenía cierta verdad en ello debido a que esas criaturas se movían por voluntad propia y también tenían voz, se trataba ni más ni menos que de gigantes grises.
Fruncieron el entrecejo, se acercaron a grandes zancadas y la tierra bajo sus pies temblaba, Ráfagus no se movió, en él había algo de miedo y también estaba maravillado con aquellas exquisitas criaturas (en la opinión muy propia de Ráfagus), pero eran algo hostiles; le arrojaron grandes rocas al mago el cual las hizo añicos con el bastón, otras con sus manos, una lucha se llevó en ese lugar al que se le dio el nombre de "valle del mago de la roca gris".
Ráfagus soltó el bastón real, lo clavó en el suelo, sólo utilizó las manos, nada de magia usó para mover grandes rocas y lanzarlas sobre ellos, con un movimiento rápido los levantó del suelo formando cerros bajo sus pies, una vez en el suelo los aprisionó con sus propias peñas grises, ellos se sorprendieron ante el poder del mago que después de liberarlos lo reverenciaron y ofrecieron sus servicios mientras se presentaban.
Fueron liberados porque Ráfagus no vio en sus corazones maldad sólo protegían su ciudad de un extraño que merodeaba sin permiso del rey y él entendía ese punto, porque él haría lo mismo.
—Somos los gigantes de piedra —dijo el más grande de todos con una voz fuerte y gruesa pero no era irritante. —O también conocidos como los gigantes grises.
Ráfagus pidió que lo escoltaran hasta la presencia del soberano algo que no les agradó mucho, pero estaban bajo promesa de servicio, promesa que ellos mismos hicieron por voluntad propia sin saber que la hicieron a un gran rey mago del norte y no a cualquier mago, sino al mismo señor del Sauce Blanco descendiente de Magnus y Tezna, cosa de la que se enterarían después.
Estaba tan maravillado por todo lo que vio en el camino, pero más creció su encanto al ver el gran palacio del rey, todo era gris pero no triste o tenue sino uno brillante, tan brillante como la plata Lumeroniana.
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EL CETRO Y LA GEMA. La Saga
FantasyEn un principio, cuando nada existía, sólo tinieblas y vacío en el mundo, nació la luz y tomó forma de mujer, ella lo creó todo, el tiempo, toda forma de vida, el sol, la luna y les dio brillo...