Estaba sentado sobre la la isla, tomando una napolitana con chocolate para desayunar.
— Señor— decía Natalia, la criada— Hay una chicia fuera preguntando por usted
— Ah, sí. Hazla pasar— me peino el pelo con los dedos, y me arreglo la camiseta.
Sus tacones retumban por toda la casa. Escucho como mi madre la saluda y ella le responde con la misma energía. Decido unirme a la conversación.
— Sí, hacemos un trabajo juntos— decía Melek— Hablado del rey de Roma
— Buenos días— voy a levantar la mano para estrechársela y recuerdo que no debo
— Encantada de conocerla Señora— estecha la mano de mi madre, que se apreuró a desaparecer, y me miró con una radiante sonrisa —No tengo mucho tiempo, cojo el avión en media hora.
Asiento y le indico con la mano que me siga, a mi cuarto. No penséis en nada obsceno, que os conozco. Sólo quería llevarla a un sitio donde no nos puedan molestar, ya que decía que era algo confidencial
— Vaya cuarto más bonito— miraba por las ventanas— Ay que me pierdo— coje su volso y saca de él unos documentos— Esto es lo que tienes que firmar
Lo leo un poco por encima y dice que me comprometo a guardar el secreto, a no enseñar a nadie aquellos documentos, a dar todo tipo de información si es pedida por los tribunales, a no dejar el documento a la vista de nadie... Lo típico de un documento confidencial. Lo firmo y se lo entrego. Ella, sonriente, me entrega una carpeta.
— Suerte y muchas gracias— coje su volso y se dirige a la puerta
— Si quieres te llevo al aeropuerto— me ofrezco
— Em... Claro, así llevas mi coche a un aparcamiento...— y dicho esto cojo mi cartera y la sigo escaleras abajo
— Bueno, buen viaje— digo cuando llegó la hora de que se fuera
— Adiós, y cuidate— hace el gesto con la mano y cruza la puerta
Veo cómo desaparece poco a poco, mientras mi cuerpo se estremece ante el pensamiento de que no la voy a ver por toda una larga semana
Subo a su coche, sintiendo su aroma en el asiento. Pongo las manos sobre el volante sintiendo el tacto de sus dedos, y ni os cuento cuando pisé las palancas, sintiendo sus piernas entrelazadas a las mías... Creo que necesito un psicólogo, esto no es normal.
Ella me dijo que lo llevara a un aparcamiento, pero no pienso dejarlo ahí. Llego a mi caso y lo aparco en la cochera. Realmente no quiero salir, pero tengo que hacerlo la curiosidad me mataba por dentro.
De dos en dos subo escaleras arriba, entro a mi cuarto, cierro con llave y saco la carpeta de mi caja fuerte.
Mohammed Shaddy Barakat ¿De qué me sonaba su apellido? Abro el archivo y comienzo a leer. Estaba acusado de terrorismo. Hace años fue condenado al centro de menores, hasta que su edad sea mayor, y se verá su condena. Claramente el chico ya es mayor de edad, y se habla muy bien de él en el centro de menores. Podría decir que sólo era un niño influenciable, con el que jugaron, y las consecuencias jugaron en su contra ¿Pero qué consecuencias? En el archivo no decía nada de su familia. Y faltaban muchos huecos por rellenar. Cogí mi portátil y tecleé en el buscador su apellido. De algo me sonaba y mi instinto me decía que la cosa no se quedaba ahí.
"Yusor Abu-Salha y Razan Abu-Salha" Vuelvo a teclear los nombres de estas dos personas. En la primera página Víctimas del Chapell Hill Cliqueo y leo la noticia
Luego de que la policía recibiera un reporte de disparos en la zona, se trasladó al lugar de los hechos donde identificaron a Craig Stephen Hicks de 46 años como el culpable de la muerte de Deah Shaddy Barakat de 23 años, su esposa, Yusor Mohammad Abu-Salha, de 21; y su hermana, Razan Mohammad Abu-Salha, de 19.
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La Chica del Hijab ©
Romance1er premio de #MuslimAwards2017 en Novela Juvenil No ven en ella lo que piensa, lo que opina, lo que hace, su personalidad, sus aficiones, sus metas... Sólo ven el pañuelo que cubre su cabeza. Melek guarda tras su armadura de fuerza un corazón ente...