Capítulo 34

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El olor a café recién hecho me despierta. Abro los ojos, me enderezo sobre el sofá y miro hacia la cocina, para verla ahí sentada sobre una silla cerca de la isla, con un café delante suya, y un libro entre sus manos. Lleva ya puesta su ropa, una falda azul, una blusa por dentro de la falda, una chaqueta corta de cuero y el velo azulado. Lleva también puestas unas gafas para leer, que la lucían sofisticada

Me levanto con pesar del sofá, a lo que ella me mira. Me estiro y camino descalzo hasta el baño. Me lavo los dientes y la cara y vuelvo a la cocina.

— Buenos días— digo animado

Ella enrojece y baja su mirada a su libro, para susurrar entrecortadamente y tartamudeando un "Buenos días". Es cuando me doy cuenta de que no llevo más que los pantalones de pijama. Me paso los dedos por el pelo avergonzado y voy a mi cuarto arriba a vestirme. Saco una camisa y un sobre cae de entre la ropa. Lo cojo, lo abro y vislumbro los verdes billetes que me dejó Melek antes de irse. Sonrío, cojo un rotulador, escribo en el dorso del sobre y lo coloco en su bolso que descansaba por ahí.

* * *

Caminamos desde el aparcamiento hasta la oficina del Fiscal, donde nos recibe con alegría. 

— Les explico, una vez que ustedes tengan este documento podrán viajar únicamente a Estados Unidos— comienza el juez— Aquí veo que el chico, es decir tu hermano, tiene a alguien que se responsabiliza de él en Estados Unidos, pero con una persona no es suficiente. Necesitamos a otra persona de nacionalidad Española que también se responsabilice a viajar con ustedes

Melek frunce el ceño confundida, a lo que yo tomo la palabra

— Señoría, yo mismo me ocupo. Tengo todas los requisitos que se piden, y cambiar un poco de ambiente no me iría mal— la chica a mi lado se gira bruscamente a mirarme con los ojos fuera de sus órbitas

El fiscal me sonríe y me tiende el papelito que tengo que rellenar. Con todos mis documentos presentados, firmo tras Melek y salimos de la oficina.

— Muchas gracias. No sé cómo agradecértelo

«Yo sí»

— Yo sí— se me escapa. Mi mente busca una respuesta a la sonrisa confundida que me dedica Melek— Pensé que... Estaría guay que me enseñaras algunos sitios bonitos de América, a donde vayamos.

— Claro— su sonrisa es mucho más ámplia

Comienza a rebuscar en su bolso y mi pulso se acelera. Se para en seco y me mira con seriedad, antes de sacar el sobre y enseñármelo

— ¿En serio Ángel? ¿"No lo necesito"?— Se acerca a mi— muy original por cierto— coge mi mano y pone el sobre en mis manos

— No lo voy a aceptar, Melek. Ya te he dicho que lo hago para ayudar nada más— mi tono es cansado

— Uno: Esto es muy poco en comparación a lo que trabajaste; y dos: o lo cojes o no vas a EE. UU.

Seguido de ésto hay un silencio en el que nos miramos a los ojos retándonos. Nadie parpadea, nadie mira a otro lado. Sólo nos amenazamos el uno al otro mediante nuestras miradas. Un momento más tarde, ya he perdido, porque mi mirada se relaja perdiéndose en sus ojos pardos

— Así me gusta— susurra antes de seguir su trayecto al aparcamiento

Yo me quedo ahí, con el sobre entre los dedos, completamente perdido. Hasta que despierto de mi babia y corro al aparcamiento donde veo a Melek apoyada sobre el capó de mi coche, esperando a que llegue

— Llevo tacones, una falda que me impide caminar, y unos pasos bastante pequeños, y aún así llego antes que tú. Te tienes que espabilar

— No es justo, eres tú quien me desestabiliza con tus miradas— el efecto de mis palabras se nota a los segundos en el rostro de Melek, que sólo sonríe, completamente roja de vergüenza y sube al coche

* * *

Llevarán a Mohammed al aeropuerto con todas sus pertenencias, y desde ahí partimos a EE. UU. directamente. Justamente al Norte de Carolina. 

Melek nos explica durante el trayecto cómo es el pueblo de sus padres, Chapel Hill. Dice que es un pueblo pequeño, con muchas casitas pequeñas, donde todos se conocen y todos se llevan bien. No pudo evitar la mueca de dolor que puso al hablar de los vecinos.

Entre risas, y molestando a los demás llegamos al aeropuerto de Carolina. Melek, con su perfecto acento Americano, pide un taxi y nos trasladamos hasta una casa. Es un dúplex, con una cochera, un jardín con un columpio y una caseta. 

Por dentro está todo muy limpio y ordenado, lo que me sorprende porque ella dijo que nadie vivía en esa casa. Tenía cuatro cuartos en el piso de arriba, y en el de abajo un salón, un comedor y una enorme cocina que daba al patio de atrás. Todo ésto al estilo americano de las grandes series americanas de la tele. Puedo ver cómo resbala alguna que otra lágrima de los ojos de los hermanos, que al llegar al centro de la casa se dan un fuerte abrazo. Me siento fuera de lugar.

— Gracias por ser tan fuerte— dice su hermano en un hilo de voz

— Gracias por seguir viviendo— le responde ella. Se aleja de él y me mira animada— Vamos a cenar al mejor sitio del mundo. La cocina de los Señores Shaddy Barakat.

Hizo una cena espectacular, luego nos dispusimos a subir nuestras cosas a nuestros cuartos, para luego bajar a ver una película de miedo. Yo estaba sobre el suelo, con la espalda sobre el sofá, mientras que los hermanos estaban sobre éste, comiendo del gran bowl de palomitas. 

Casi al final de la película, puedo sentir el cuerpo de Melek bajar del sofá y posicionarse a mi lado, para tenderme palomitas de su bowl. Puedo oler su perfume, puedo sentir el calor que emana de su cuerpo, puedo sentirla muy cerca. Pero no de forma excitante, no. De forma en la que sólo quiera fundirme en un abrazo suyo, en un beso suyo. Al cabo de unos minutos, puedo sentir su cabeza sobre mi hombro, en el hueco de mi cuello. Por mi parte, apoyo mi mejilla sobre su cabeza y cierro los ojos. 

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Parece que las cosas comienzan a fluir entre Melek y Ángel ¿Qué os parece?

Por cierto, YA SOMOS 3 K de visitas!!!! Y por otra parte ya he subido los dos primeros capítulos de mi nueva novela «Historia de una "chikha"» Os podéis pasar por ahí y dejarme vuestro amor. Lo recibiría con mucho gusto

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¡Chaiiiiiiiiiiiiii!

La Chica del Hijab ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora