|Capitulo 37|

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VENUS

Pasaron dos días desde que vi aquella tienda extraña y hoy por fin puedo ir a visitarla y saber por qué Ashton tenía ese extraño presentimiento. En estos dos días nos dedicamos a conocer mejor Venecia y a pasear con góndolas por el Canal. Fueron unos días inolvidables y aún me quedan dos más, sin contar hoy, para disfrutar.

Podían ser las once de la mañana cuando me desperté a causa de los rayos de sol y, por supuesto, de la patada que Ashton me dio haciéndome caer al suelo de golpe. Me levanté del suelo y miré con el ceño fruncido a un dormido Ashton, quien seguramente se encontraba en el quinto sueño.

Me puse de rodillas en la cama, mientras me acercaba más a Ashton, para finalmente tirarme encima suya de golpe haciendo que se levantase rápidamente y me volviera a tirar al suelo. Me senté en el suelo con las piernas cruzadas y el ceño fruncido mirando a Ashton, quien se acababa de percatar de mi presencia.

―Venus, ¿qué haces en el suelo tirada? ―preguntó con confusión con voz grave.

La verdad en este momento tenía ganas de pegarle, pero el verle con la cara adormecida, los ojos casi pegados, con solo una sábana tapándole y el pelo revuelto, me hacía prácticamente babear. Era una imagen que quería ver día a día despertar junto a mi por más cursi que sonase.

Me levanté con una sonrisa y me dirigí al baño para darme una ducha. Allí dentro me quité el pijama junto a la ropa interior y me adentré en la ducha. Me lavé el pelo con un champú de olor a coco junto al gel del mismo olor.  

Salí luego de veinte minutos disfrutando el agua caliente, me enrosqué el cuerpo en una toalla y entré en la habitación donde pude ver a un Ashton bocabajo en la cama mirando el móvil. Me cambié delante de él sin que se diera cuenta, ya que estaba muy atento al móvil y una vez vestida, le avisé de que se podía duchar.

Me miró con una sonrisa, para luego levantarse y acercarse a mi. Me dio un beso profundo que me quitó la respiración y se encamino a la ducha. Me sequé el pelo con rapidez y me lo peiné. Ashton de la ducha con el pelo mojado y unos bóxer de color negro ajustados.

Le miré mientras me mordía el labio, lo notó y se acercó a mi lentamente, como si yo fuera la presa y él el cazador. Rozó nuestras narices, para empezar a darme pequeños besos por la frente, mejillas, nariz, párpados y finalmente labios, en el que me dio otro arrebatador beso.

Y se fue, dejándome con ganas de más, para empezar a vestirse mientras se reía de mi cara. ME juré  mi misma pagársela y devolvérsela en cuanto tuviese oportunidad.

Se vistió con rapidez y fuimos a restauración donde comimos un manjar de desayuno. Salimos de ahí para volver a la calle y, al primer sitio que fuimos obviamente, fue a la tienda aquella.

No resplandecía como la otra noche, pero seguía teniendo aquella peculiaridad que llamaba mi atención. Ashton me dijo que no entraría conmigo, no le gustaba, por lo que entré yo sola. Abrí la puerta y entré en la tienda.

―¿Hola? ―pregunté con confusión al no ver a nadie cerca.

―¡Oh! ―exclamó una voz al fondo de la tienda. Pude ver a una señora de unos 50 años con un montón de ropa en sus manos―. ¿Te puedo ayudar en algo linda? ―me preguntó con una sonrisa.

―No te preocupes ―dije con otra sonrisa―. Solo pasaba por aquí y esta tienda me llamó la atención.

―Ven, pasa cielo. Eres la primera clienta que entra desde hace una semana ―dijo mientras dejaba la ropa en una silla y se acercó a mi, para llevarme a una mesa y que nos sentáramos las dos.

―¿Qué es lo que vendes aquí? ―dije al mirar con detalle la tienda.

Por si no lo he dicho antes, había cosas muy raras aquí. Para empezar había bolas de cristal que desprendían un humo morado, el cual pudo asegurar que hace unos segundos era de otro color. Había varios libros en un estante, estos se podían ver muy antiguos y estaban escritos en latín. También había muñecos pequeños hecho de trapos, velas aromáticas y varios pergaminos.

―Aquí no se vende nada cielo ―dijo la mujer―. Aquí podemos predecir el futuro y ver el pasado.

―¿Qué? ―pregunté muy confundida―. Eso es prácticamente imposible ―Me levanté de la mesa y me iba a ir de la tienda, pero la mujer me cogió del brazo―. Suélteme por favor, señora.

―Solo déjame probarte que es cierto ―me miró intensamente a los ojos antes de que al final se ganase un suspiro y asentimiento por mi parte.

―Vale, pero en cuanto vea que es mentira me iré ―le dije con decisión en mi voz.

―Dame tu mano ―me dijo mientras asentía―. Cielo, siento mucho lo de tus padres, debe ser duro no tener padres con la edad que tienes ―dijo la mujer mientras me miraba y hacía una mueca.

Intenté quitar mi mano, pero me lo impidió mirando más a mi palma, la cuál empezó a sudar desde que termino de pronunciar esas palabras.

―Veo también que tienes hermanos, cinco para ser exactos- dijo con una sonrisa- y que eres muy buena bailarina y cantante ―me dijo con una sonrisa para luego mostrar seriedad y preguntarme―. ¿Quieres que te diga sobre tu futuro o prefieres descubrirlo?

―Solo quiero saber como una vieja loca que no me conoce de nada, sabe cosas de mi vida que yo nunca comenté en mi estancia en Venecia ―dije histérica para luego levantarme de la mesa y caminar hacia la puerta pero la voz de aquella mujer me detuvo.

―Ten cuidado, una muerte cercana a ti se acerca, y tu no podrás hacer nada para que no ocurra. No te lamentes de lo que ocurrirá, no será tu culpa ―dijo la mujer viéndome fijamente.

Sali de la tienda ignorando las palabras de aquella vieja loca, y me encontré con Ashton mirándome con el ceño fruncido.

―¿Qué pasa? ―le pregunté dudosa.

―¿Qué has hecho allí dentro durante tres horas? Son las 3 de la tarde y me estoy muriendo de hambre ―dijo quejándose.

―¿Las tres? ―dije sorprendida―. Pero si he entrado allí hace 20 minutos, es imposible que haya pasado tanto tiempo.

Ashton negó con la cabeza mientras fruncía el ceño, se levantó del banco y se acercó a mi para darme la mano.

―¿Qué paso allá dentro? ―dijo cambiando de tema.

―Nada importante ―dije mirándole a los ojos con una sonrisa, solo una vieja que pensaba que creería sus locuras―. ¿Te puedes creer que me dijo que podía predecir el futuro? ―le dije mientras avanzábamos por la calle hasta el restaurante que acabábamos de ver.

―Está loca ―dijo riéndose de eso―. Pero ahora vamos a dejar de pensar en eso y a disfrutar los dos juntos.

Asentí con una sonrisa y entramos en el restaurante.


Oufit de Brook en multimedia.

Viviendo Con 5 HermanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora