03 💜 Mi día de suerte.

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El brillo de su sonrisa

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Dio un gran bostezo mientras caminaba a la orilla del río, llevaba consigo una gran cubeta plástica con agua que para suerte divina solo tenía una grieta en la orilla superior, la gente a su alrededor la miraba con cara de pocos amigos y otros le hacían la famosa «Ley del hielo», se rió en voz alta cuando escuchó a una madre regañar a su hijo por apuntarla y hablar de cómo iba, echa un asco.

—No te atrevas a responderle al niño —advirtió su subconsciente.

Hizo una mueca de confusión y miró por sobre su hombro como el niño la miraba con una paleta en la boca desde lejos.

—No iba a decirle nada —se quejó ofendida—, Tú eres la de los insultos.

—¿Dijiste algo?

—Ojalá alguien botara esos dulces alguna vez, para probarlos —rió nerviosa acomodando la cubeta. Esa sensación que le provocaba el tono de voz de su subconsciente era muy extraña, ¿cómo es que alguien que no vez puede ser tan intimidante?

Llegó a la pequeña casa abandonada en el barrio, el lugar al que llama hogar estaba en una bifurcación de un camino lejano, una parte poco poblada de la ciudad, estaba constituido por unas pocas "casas" de madera sin terminar y otras casuchas desechas, cuando entró se aseguró de que no hubiera nadie cerca para ir a la habitación que había "invadido".

Dejó la cubeta en el suelo al lado de la ducha improvisada que había hecho en ese cuarto —encontrar una tina de cerámica tirada por ahí no es la suerte de cualquiera—, tomó un gran trozo de tela vieja y lo dejó sobre un mueble roído a un costado de la ducha, se adentró en esta, se quitó la ropa y la tiró por ahí. Después de haberse duchado se colocó el único cambio de ropa que tenía, un buzo gris con una línea negra al costado de cada pierna y una camiseta sin mangas verde. Echó su ropa sucia dentro de la cubeta y salió del lugar.

No fue directamente al río, se dio una vuelta por el barrio preguntando si necesitaban que lavara alguna prenda de ropa, parándose a avisar sobre que se estaba acabando el poco jabón que habían conseguido hace un mes. Algunos de los vivientes en el barrio conseguían productos como el jabón, nadie sabía cómo y preferían no enterarse tampoco, aun así, cada cosa que conseguían era increíblemente útil, aún extrañan aquel pequeño aparato que les facilitaba el fuego.

La vida de calle era toda una aventura.

Al llegar al río, bajó hasta la orilla y se quitó las sandalias que traía puestas, se arremangó el buzo hasta las rodillas y se adentró un poco en el agua, comenzó a lavar con calma toda la ropa que las personas le habían entregado, después de todo solo era mojar y estrujar unas cuantas veces.

Después de haber terminado estiró la ropa en el pasto tierra arriba —cerca del inicio de esa pequeña colina— cosa de que le llegara mejor el sol y se secara más rápido, se devolvió al río a mojar un poco más sus pies y aprovechó de chapotear un poco, siempre le había gustado jugar en el agua y como el clima estaba más cálido de lo usual no desaprovecharía la oportunidad.

Miró a su alrededor esperando que algo pasara, su mente estaba tranquila y no tenía manera de distraerse hasta que la ropa secara, fue cuando vio un pez nadando libremente por el río, la idea que llegó a su mente la hizo sonreír ampliamente. No sabía que ese río tenía peces, tampoco si se podían comer o si requerían de algún tipo específico de preparación para evitar envenenar a alguien, pero más importante, no sabía pescar, aun así, la idea de llevarles pescado a la gente con la que vive la animó bastante.

Las 2 Colas Del Gato Perdido「Ichimatsu x Lectora」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora