15 💜 No hay lugar para la coincidencia.

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No es un simple sentimiento

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—Ichimatsu no estará en casa —repitió Karamatsu, por enésima vez.

—Pero...

¡Trust me! —exclamó melodramático, creyendo que así sus palabras tendrían mas efecto.

—¡Ay! Está bien, pero quítate esas cosas de los ojos —y al parecer había funcionado.

—¡Llegamos! —gritó enérgico el de amarillo, tensando a más no poder el cuerpo de ___.

—Si...

—Vamos entra, todos estaban preocupados ayer —habló Karamatsu empujándola de la espalda.

En silencio, ___ se dejó guiar por las firmes manos del de azul hasta la puerta corrediza de la entrada. Más temerosa no podía estar en ese momento, no había sentido esos temblores desde la vez que despertó en el río de la ciudad sin saber ni quien era. Con las pantuflas puestas caminó junto a Karamatsu por el pasillo principal de la casa mientras el alegre pulpo amarillo corría buscando señales de vida para anunciar su llegada.

—Jyushimatsu no hagas tanto ruido —musitó la perezosa voz de Matsuyo desde la sala.

Entrando a la sala ___ pudo ver como Choromatsu y Todomatsu estaban dormidos sobre la mesa, babeando; Matsuyo, que se encontraba frente a estos dos, se tallaba los ojos indicando que se había despertado por los gritos del de amarillo.

—¡___ está viva! —gritó alegre el chiquillo.

—¡___-chan, que gusto verte bien! —exclamó la mujer levantándose para abrazar a la sorprendida chica.

Mientras correspondía a los brazos de Matsuyo pudo ver cómo los jóvenes en la mesa despertaban lentamente, los nervios llegaron a ella sin saber que hacer exactamente, usualmente su subconsciente siempre la relaja con algún comentario o le daba un consejo, pero el silencio permanecía en su cabeza.

—¿___-chan? —balbuceó un recién despierto Todomatsu—, ¡___-chan, volviste! —exclamó levantando los brazos.

El de verde ante tanto alivio que sintió su cuerpo se apoyó en sus manos y se dejó caer hacia atrás, algo le decía que se podría dormir tranquilo esta vez.

—Qué suerte —dejó salir en un suspiro, sintiendo todo su cuerpo relajarse de a poco.

—Perdón por las molestias, no era mi intención preocuparlos tanto —se disculpó ___ separándose de Matsuyo.

—No tienes que disculparte, ___-chan ¡Ichimatsu-niisan se equivocó! —exclamó de mal humor el de rosa.

—Ciertamente, él debería disculparse contigo —añadió Choromatsu.

Brothers, no creo que sea buena idea hablar sobre eso ahora —dijo Karamatsu al ver la sombría expresión que había puesto ___.

—... Lo siento —se disculparon ambos al notar la actitud de ella.

Ella negó con la cabeza, quería quitarse tanto el tema de Ichimatsu como el del silencio de la cabeza, deprimirse le quitaba demasiada fuerza y sentía todo su cuerpo pesar más de la cuenta. No era de lo más agradable y no quería volver a caer en ese hoyo. Juntando un poco de energía positiva elevó la cabeza sonriendo suavemente.

—¿Qué dicen de un rico desayuno? —les preguntó a los hermanos, preguntándose por qué exactamente había soltado esa propuesta.

Matsuyo, siguiéndole el hilo, juntó sus manos inflando el pecho.

—Me parece una muy buena idea, ¿qué tal si me ayudas? —le preguntó guiándola a la cocina.

—¿Eh?... Pero, no sé cocinar —respondió riendo nerviosa.

—Nada que yo no pueda solucionar, ¿nadie aquí te enseñó? —preguntó sorprendida.

—Un poco, se cocer huevos y asar pescado, puede que el resto lo haya olvidado —se sinceró avergonzada.

Mientras las dos mujeres en casa establecían una agradable conversación sobre cocina rústica, los hermanos se sentaron a la mesa a hablar —o eso intentaron—, no tenían ni la más mínima idea sobre cómo ayudar, nunca habían tenido tanto contacto con otra chica que no fuera Totoko, que para la mayoría seguía siendo la más hermosa.

Sintiéndose completamente inútiles sufrían de una pequeña crisis existencial, balbuceando sobre la mesa con un aura gris que consumió la habitación en poco tiempo. El mayor hizo su aparición rascándose la barriga y bostezando como dios manda, casi tragándose la casa entera.

—¿Qué pasó? —preguntó al ver a todos en plena crisis, con la cara pegada a la mesa.

—Somos unos inútiles —dijo Todomatsu.

—Los peores sobre la tierra —añadió Choromatsu.

—Cierto —afirmó Jyushimatsu.

—Creí que eso ya lo sabían, ¿qué es? —preguntó indiferente.

—___-chan volvió —dijo Todomatsu.

Osomatsu se giró mecánicamente hacia la cocina donde su madre servía unos huevos en los platos y ___ buscaba algo dándole la espalda, sin perder otro segundo se lanzó contra ella para abrazarla.

—___-chan, ¡volviste! —exclamó rodeándola por la espalda.

—¡Osomatsu-san! ¿Cuándo-

—¿¡Eh, por qué tan formal!? Llámame Onii-chan —pidió meloso el chico de rojo recibiendo un fuerte golpe de parte de Choromatsu.

—Eres de lo peor —dijo molesto el de verde.

—Jyushimatsu, ¡una llave! —ordenó Todomatsu.

El de amarillo feliz de cumplir esa orden sometió a su hermano mayor a una de sus peores llaves mientras sonreía, en pleno pasillo de la casa.

—¡Me rindo, me rindo! —gritaba el de rojo golpeando como podía el piso, casi suplicando que lo soltara.

—Eres de lo peor que hay, Osomatsu-niisan, ___-chan está pasando un mal momento.

—¿Acaso no tienes un poco de conciencia? Pervertido de tercera.

—¡¿Tercera?!

—Chicos esto no es necesario —interrumpió ___ tratando de calmar la situación al borde de la risa—, Lo sueltan, ¿por favor? —pidió con una mueca.

Malhumorados, los tres menores soltaron al mayor a regañadientes, recibiendo una sonrisa por parte de ___.

—¿Acaso no te molesta? —preguntó el de rosa con los brazos cruzados—. Yo ya lo habría incinerado como la peste que es.

—No es molesto —respondió confundida por las palabras de Todomatsu, ¿qué relación tenía la peste con el de rojo?

—Ya la escucharon, ahora déjenme —exclamó retorciéndose, sin poder escapar de la mano de Choromatsu que lo sostenía con firmeza desde la capucha de su sudadera.

—¿Cómo puedes no estarlo? Es un aprovechado.

—Solo estoy un poco... perdida.

—¿Por qué? —preguntaron al mismo tiempo los menores.

—Bueno... pensé que Osomatsu-san estaría enojado conmigo —dijo jugando con sus dedos haciendo un pequeño puchero.

—¿Enojado? —preguntó al aire el de rosa.

—¿Qué demonios le hiciste ayer? —espetó alterado Choromatsu al de rojo.

Ninguno de ellos se había enterado, Osomatsu podría verse muy risueño y meloso la mayor parte del día, pero la noche anterior cuando los dos hablaron a solas este le había advertido seriamente que no se lo perdonaría si lastimaba a su querido hermano pequeño. Haciéndole una seña a ___, Osomatsu le pidió que guardara silencio sobre el tema, sabía cómo reaccionarían sus pequeños hermanitos al saberlo y podían llegar a ser un verdadero dolor de trasero.

—No te preocupes, no hizo nada malo ayer —respondió en un tono suave para poder calmar al tercer hermano.

Al tratar de avanzar un poco ___ sintió como la pierna perdía su fuerza y trastabilló hasta volver a la estabilidad, los presentes se habían sobresaltado por el movimiento brusco y para tranquilizarlos elevó las manos.

—Estoy bien, estoy bien —anunció con una sonrisa.

—¿No te duele, mi niña? Te sangra el vendaje de la pierna —preguntó Matsuyo preocupando a los demás.

—Un poco, tal vez.

—Tienes que cambiarte la venda, ahora —sentenció Karamatsu sorprendiendo a sus hermanos menores.

—Las vendas están arriba en el cuarto de mis niños —comentó Matsuyo.

—Gracias, puedo ir sola Karamatsu-kun no te preocupes —dijo rechazando la mano del nombrado—. Ustedes coman, ya vuelvo —habló ___ cojeando por el pasillo hacia la escalera.

Cuando estaba subiendo las escaleras la voz de la ama de casa que tanto le agradaba le cambió un poco el ánimo.

—¿Podrías alimentar a Gin?

—¡Seguro! —sonrió ella subiendo con más ánimo.

Las 2 Colas Del Gato Perdido「Ichimatsu x Lectora」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora