14 💜 El consuelo de la experiencia.

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No es un simple sentimiento

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Ahí estaba ___, no muy lejos de la deshidratación, con un estómago que amenazaba molestar mucho más tiempo con sus constantes gruñidos, tenía tanto los ojos como la nariz rojas e irritadas de tantas lágrimas que soltó a lo largo de las horas.

Había logrado llegar a su hogar con las piernas entumecidas, por lo que sabía —gracias a su subconsciente—, era culpa de la directa exposición al frío que tuvo al caminar durante mucho tiempo, estaba perdiendo de a poco la sensibilidad en pies y manos; y no se esforzaba en calentarlos tampoco, no realizaba ningún movimiento, incluso se forzaba a calmar su irregular respiración para ejercer el menor movimiento posible.

Quería que la tragara la tierra, literalmente.

Hecha un ovillo en su pequeña habitación, no sabía lo preocupados que tenía a todo aquel que la vio llegar, arrastrando los pies, encorvada, con la mirada baja y pérdida. No había siquiera saludado al grupo que estaba rodeando la fogata, cosa que hacía todos los días sin falta, solía castigarse corriendo tres vueltas al barrio si se le olvidaba alguno.

El anciano se había acercado a la habitación luego de unas horas esperando y escuchando cómo tosía con más frecuencia, a pesar de escucharse mejor a noches anteriores. Nadie más se había atrevido a entrar a su encuentro por temor a no saber cómo ayudarla, nunca la habían visto tan deprimida desde que la conocieron.

Entrando al frío cuarto la vio aun temblando y estornudando con fuerza, su plan de máxima quietud no había funcionado al sentir como el frío le provocaba temblores y piel de gallina. Caminó hasta estar frente a ella y se fue sacando la chaqueta que traía puesta, la colocó con calma en los hombros de ___ cubriendo su cuerpo protegiéndola del frío. La sorpresa del peso extra hizo que la chica elevará la mirada hacia el anciano, a lo largo de sus mejillas se podían ver varios caminos que las lágrimas habían dejado.

Una de las tantas cosas que el anciano esperaba con su corazón era no verla llorar, no verlas heridas; pero sabía que era solo cosa de tiempo para que la chica se mostrara así de débil. Era consciente de que la chiquilla salía del barrio más que nada para ver a cierto joven que conoció en un callejón, y le alegraba mucho el verla siempre devuelta con una radiante sonrisa, sin embargo, ahora, ella había vuelto de verlo a él. Una de las cosas que menos quería que pasaran era verla llorar a causa de alguien.

—L-lo siento, no te escuché —se disculpó con la voz cortada, dándose cuenta de que tenía la chaqueta puesta.

—Después de tantos años sigo siendo el maestro del sigilo —comentó orgulloso, intentando subirle el ánimo.

—Pero, Jii-chan, hoy está muy frío —dijo preocupada.

—Ahora tú la necesitas más que yo —sonrió con sus arrugadas facciones—. Tiene todo el calor de la gente que te quiere.

___ observó al anciano frente a si con admiración, no podía estar más agradecida con el destino por ponerlo en su camino, por que él la hallase encontrado ese día. Le sonrió de vuelta y se levantó quitándose la chaqueta.

—Mejor vayamos al fuego, no quiero que te enfermes —sugirió haciendo que se colocara la chaqueta nuevamente.

—Tú eres la que está enferma, yo sigo siendo joven ¡Soy un espíritu fuerte! —exclamó optimista el anciano mientras salían del lugar.

Ya afuera, los dos sentados frente al fuego, el anciano decidió preguntarle por lo que había pasado luego de limpiarle las mejillas.

—Muchas cosas la verdad —respondió, hizo una mueca al volver a sentir su pierna poco a poco—. Primero que nada los malditos problemas mensuales, había salvado un perro de unos niños malos pero me mordió y por culpa de eso tengo una venda en la pierna, luego me desmayé por... no sé por qué, y me desperté dentro de la casa de unos amigos, conocí a su madre junto a sus hermanos, también descubrí que ella puede volver aquí y para terminar el pastel resulta que... —se detuvo al sentir las palabras atorarse en su garganta, las lágrimas volvieron a aparecer en el remolino de palabras que había soltado— I-Ichimatsu... él... me odia —soltó dejando que las lágrimas salieran nuevamente.

Se dejó caer en el delgaducho cuerpo del anciano que, no acostumbrado a verla llorar, le empezó a dar caricias en la cabeza y espalda dispuesto a estar junto a ella, consolándola todo el tiempo que fuera necesario.

Aproximadamente media hora después el llanto se había detenido por completo, trayendo consigo una pausada respiración que tranquilizó al anciano, la había acomodado en sus piernas para evitar malestares cuando despertara. Luego de acariciarle un poco más la cabeza tomó con dificultad un pedazo de madera a su lado y lo lanzó al fuego. Los niños estaban dormidos junto a sus madres y los adultos esperaron hasta verla dormida para retirarse, eran la jovencita del grupo, ella y su subconsciente.

—Si es que estas despierta todavía —susurró acariciando suavemente el cabello de la chica—, Te pido que la apoyes en estos momentos malos que están teniendo —añadió mirando con detenimiento el fuego que consumía lentamente el trozo de madera—. Tú más que nadie.

Las 2 Colas Del Gato Perdido「Ichimatsu x Lectora」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora