38 💜 Tres habitaciones.

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Deseo egoísta

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Los domingos fueron creados para descansar, ese glorioso día de la semana en el que no se tiene permitido ni levantarse temprano ni estresarse, un día de relajo total. Pero como siempre ocurre, existen excepciones a la regla. Aquella pelinegra bien conocida por todos la estaba pasando mal desde temprano. La tensión que había sentido el día de entrega de los resultados de admisión era extremadamente menor a la que estaba sometida ahora, sentada en el siempre fiel puesto de odén de Chibita, no lograba calmar el temblor en su cuerpo ni aquella molesta gota de sudor frío que bajaba en su nuca, su imaginación nunca la ayudó en situaciones similares, era como si tuviera el trabajo de hacerla sentir aún peor presentándole escenarios cada vez peores.

Ichimatsu le dirigió la palabra luego de varios días, con el único fin de decirle: ___ te manda esto, y a juzgar por su expresión actuaba muy a su pesar. Aquella carta que el chico le había entregado era en extremo corta, sin embargo su contenido se sentía seco, incluso algo intimidante. No tenía dudas en que ___ había escrito aquella carta, no ___-chan. Y luego de lo sucedido tenía un gran terror de lo que esta le dijera.

—Te vez horrible, ¿pasó algo? —preguntó Chibita, sacando a Hana de su trance.

—Ellas vendrán hoy —respondió—, No sé si seré capaz de verla a los ojos, hice algo espantoso —añadió con su voz apagada, enredándose los cabellos oscuros con fuerza.

Chibita torció los labios, incómodo. Conocía perfectamente las razones por las que Hana se sentía de esa manera, de todos modos había estado ahí también, pero no estaba seguro de que decir para aliviarla un poco, aun así, se negaba a quedarse de brazos cruzados cuando una de sus amigas no estaba bien, y mucho menos siendo una de las pocas clientes que le paga. Esperando que ayudara, le sirvió un buen tazón con Kinchaku*, sabiendo que era uno de los ingredientes favoritos de la pelinegra.

—Ya verás como nada saldrá mal, come —sonrió tratando de cambiar la mala cara de la contraria, pero esta no reaccionó—. ¡Apresúrate! Me estoy quemado, maldita sea —mintió, estaba más que acostumbrado a su trabajo, pero logró que la chica aceptara el tazón.

—Gracias.

Escarbó unos segundos los ingredientes del tazón y sonrió suavemente al darse cuenta de la mentira del hombrecito, tomó con los palillos uno de sus queridos saquitos fritos de tofu y le dio el primer mordisco cuidando de no quemarse.

—Delicioso —dijo para luego darle una gran mordida.

—¡Sí! Soy el mejor, maldición.

El ambiente se alivió al fin y al cabo, Hana comía con gusto y Chibita estaba orgulloso consigo mismo. Sin embargo cuando Hana tenía un Hanpen* a medio comer en la boca vio a la persona que tanto temía que llegara, se sentó en aquel banco de madera a una distancia razonable de la suya.

—Buenas Chibita, dame un tazón y quince brochetas de Tsukune*, por favor —pidió sin desviar su mirada.

—Andando.

—Oh, qué las brochetas sean para llevar —sonrió.

—Lo que digas —rodó los ojos con una sonrisa, buscando un tazón.

La presencia de la mayor en el puesto tensaba el fresco aire del otoño, quitaba el apetito y mareaba un poco, o al menos así lo sentía Hana. Sumergió el pequeño hanpen en la sopa creyendo que eso disminuiría su nerviosismo.

Los minutos pasaban mientras ambas terminaban sus platos, sin dirigirse la palabra o siquiera una corta mirada. Hana había pensado que ___ estaría ahí para hablar con ella, no ___-chan, ¿por qué dejaría que ella se encargara de esto? No le encontraba el sentido. No creía que fuera solo por el hecho de que desde un inicio la detestaba. Luego de terminarse los Shirataki* con un gran suspiro ___-chan dio suaves golpeteos al tazón con los palillos, como si fuera la caja* o el crash* de una batería.

Las 2 Colas Del Gato Perdido「Ichimatsu x Lectora」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora