Capítulo 12

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Cierro el libro que había estado leyendo toda la mañana y lo dejo sobre la mesita de noche que está al lado de la cama. Cojo el móvil y me sorprendo al ver la hora en la esquina de la pantalla. Es realmente tarde.

Me estiro y bostezo, aunque no tengo sueño. Unos pasos ligeros se escuchan y mi madre irrumpe en la habitación.

- Hija, la comida está lista. Te estamos esperando para que bajes - avisa mi madre. Asiento y le respondo diciendo que me den cinco minutos.

Me levanto rápidamente, y abro la mochila donde sigo teniendo el cepillo del pelo, pues esa misma mañana había salido del hospital, acompañada de mis padres y mi hermano. Me dirijo al baño para adecentarme un poco y mientras paso las púas por mi cabello, me observo en el espejo. He perdido unos cuantos kilos, y no me ha sentado nada bien. Siempre he sido muy delgada, muy planita pero morena, por mi ascendencia cubana. Y aún así, todo lo que ha sucedido me ha repercutido mucho físicamente hablando.

Tengo la piel más pálida, los rasgos más afilados y una ojeras bien notorias. Los brazos más delgados y, en general, todo peor.

Prefiero pensar que lo voy a solucionar pronto, cuidándome más y comiendo más así que dejo de mirarme e intento desenredar con más ahínco y rapidez mi pelo.

Cuando termino, dejo el cepillo en la encimera del lavabo de mármol rosado y salgo disparada para comer. Me recuerdo que no debo forzarme a comer más de lo que mi cuerpo me permite, y menos acabar obsesionándome por engordar y terminar teniendo algún tipo de desorden alimenticio.

Esto se basa en equilibrar tus niveles y tu peso adecuado, sin prisas pero bien - me repito las palabras que el doctor me había dicho antes de abandonar el hospital.

Mis padres y yo hablamos en la mesa sobre nuestros planes, la próxima función que tengo de baile y temas así.

- Me ha dicho tu hermano que en la semana de descanso que tenéis le gustaría que te fueras a su casa a pasar unos días o, si quieres, la semana entera. ¿Qué te parece? O puedes venirte con nosotros a una casa rural de unos amigos de tu padre - comenta mi madre. Por la sonrisa que se le forma al ver mi reacción, se me debe de haber notado las ganas que tengo de estar unos días seguidos con mi hermano.

- Vaya, tenéis un largo viaje - respondo. Ellos ríen y sé que están más felices de que tenga tantas ganar de pasar tiempo con Kyle a que hubiera decidido irme con ellos.

La mención de mi hermano me hace recordar a Jayden. Recuerdo que ayer lo seguí por Instagram, creyendo que no vería quién le empezaba a seguir, y unas hormiguitas con paso de elefante empiezan a recorren mi estómago al recordar el momento en el que me di cuenta de que me había seguido de vuelta y había dado me gusta a mi última foto, en la que salgo con Emily haciendo el tonto. No sé si me puse más roja por la vergüenza de que él me hubiese visto poner esa cara de tonta o porque se hubiese dado cuenta de que le seguí.

Terminamos de comer y me tomo las pastillas con vitaminas. Odio las pastillas, pero decido tomármelas del tirón y hacer más corto el momento de angustia que se forma cuando la pastilla se pasea por tu esófago, rezando porque no se te quede atascada por muy improbable que fuera.

Durante toda la tarde leo , y cuando siento que mi cerebro va a colapsar de tantas letras que parecen bailar, enciendo el ordenador y pongo la lista de reproducción de baile y empiezo a moverme.

Las notas del piano empiezan a sonar y después se le une una pequeña orquesta. Es un baile de pocos saltos y desplazamientos así que puedo bailarlo en la habitación. Tanto el baile como la música expresan soledad, agonía y sufrimiento. Es lento y el sonido grave, y tiene varios giros.

They Don't Know About UsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora