Camino por la acera a paso rápido intentando no tropezarme y clavar los dientes en el suelo. Llego tarde y mi madre me va a matar. Odia la impuntualidad, y esta es uno de mis defectos, defecto que desde que era una niña ha intentado corregirme cuando llegaba tarde a comer después del colegio y ella tenía que irse pronto a la academia. Miro de nuevo la hora en mi reloj con la correa de color crema y veo que son las cinco y cinco de la tarde. Bueno, Sav, no te alarmes, por cinco minutos no pasa nada.
Para mi mala suerte, gotas de lluvia empiezan a caer cada vez más rápido, avecinándose un diluvio. Típico tiempo londinense. Amo mi ciudad, pero no su tiempo.
No llevo paraguas, así que tengo que ponerme la carpeta trasparente de plástico sobre mi cabeza para no mojarme y apresuro más todavía el paso.
Concentrada en ir más rápido miro al suelo para ver por dónde voy y así no pisar un charco. De repente, choco contra algo, perdiendo el equilibrio y cayéndome al suelo de culo. Suelto maldiciones a diestro y siniestro y puedo oír una risilla varonil. Miro hacia arriba, encontrándome a la persona que se está cachondeando de mí y siento el enfado nublar mi mente.
- ¿Pero a ti qué te pasa, idiota? – pregunto enfadada. Sí, soy tímida, pero si me enfadas... mejor no lo hagas. El chico de alta figura y cuerpo corpulento para de reírse y me mira. La sensación que siento cuando nuestras miradas coinciden me recuerda a los libros románticos que leo y que tienen intoxicada mi cabeza. La situación en sí me parece muy típica, chica y chico se chocan y sienten una conexión extraña. Pero los tópicos nunca se sienten iguales, porque las personas somos distintas.
A decir verdad, el chico es terriblemente atractivo, de pelo oscuro, ojos azules y labios carnosos. La nariz es un tanto tosca, pero eso solo le da un aspecto más natural.
Para de mirarlo, Savannah - pienso.
- ¿Te gusta lo que ves? – pregunta con una sonrisa socarrona. Maldito arrogante. Al menos tiene la decencia de tender una mano en mi dirección para ayudar a levantarme.
- De hecho, no, quítate de en medio – respondo malhumorada, ignorando la mano que me tiende y levantándome yo solita.
Me aliso la falda negra del vestido - ahora mojado - que llevo y lo miro de nuevo. Sigue con su mirada desafiante y divertida y la sonrisa burlona.
- Gracias por nada, espero no volver a verte – me despido y me dispongo a seguir andando.
Mierda, llego más tarde.
- ¡Qué raro! No sabes quién soy – oigo que susurra. Me quedo extrañada por un momento, mirándole como si le hubieran salido dos cabezas, pero prefiero no darle más vueltas y seguir con mi misión casi imposible de llegar no más de 15 minutos tarde.
Le dirijo una última mirada cargada de confusión y enfado y sigo mi camino hacia la academia.
Después de cinco minutos más casi corriendo por las calles ya encharcadas, destrozando mis zapatos negros, llego a la academia. Un edificio grande, blanco y con muchas ventanas. Es imponente, pues mi madre, en el momento de construirlo, quiso que resaltara. Y madre mía si lo consiguió. Lo hizo construyendo el edificio estrecho pero muy alto. Tiene una decoración moderna, con la fachada blanca y con grandes ventanales. Sobre el interior, decidió que predominasen los colores claros, con un cierto toque minimalista. Una gran recepción llena de títulos y premios ganados por toda la comunidad de estudiantes y de profesores de la academia y de la que todos nos sentíamos muy orgullosos presidía el hall.
Entro por la puerta principal de cristal con el nombre de la academia tallado en ella, me encamino hacia el aula 125 y veo a mi madre en la puerta, mirando su reloj y golpeando el suelo continuamente con la punta de su zapato, señal de impaciencia y enfado. Oh, oh.
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They Don't Know About Us
Romance¿Qué pasa cuando el chico malo no es del todo malo y la chica buena no es del todo buena? "Ellos no saben cuánto te quiero, cúanto te deseo y te necesito. Ellos no saben nada sobre nosotros".