17. El motorista

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—No entiendo por que Ryder ha hecho algo así—me puse el cinturón y marqué su número otra vez.

Era evidente que Ryder no quería hablar conmigo por que me colgaba el teléfono antes de que este llegar a producir el tercer tono.

—Por que tienes un amigo que es idiota—dijo la chica como si nada mientras sacaba el coche de Nate a toda prisa de mi calle para adentrase en la vía y subir por ella a toda prisa.

—No es idiota—repuse yo echándole a la chica una mirada asesina—. Lo que pasa es que hoy no ha tenido un buen día.

—Claro—rió ella con sarcasmo—. Y para desquitarse se apunta a una carrera ilegal donde lo más probable sea que lo derriben en la primera curva. Es idiota.

Me mordí la lengua y la dejé que condujera a toda prisa por la séptima avenida. Guardamos silencio durante un buen raro mientras dejaba que mi estómago se convulsionara de nervios hasta querer vomitar. Yo tenía la culpa, él me quería tanto que había sido capaz de ir hasta allí para obtener la información sobre Adam que yo necesitaba.

—No tenía que haberle mostrado el mensaje de Nate—murmuré en voz baja para martirizarme por aquello. Necesitaba sentirme mal por haber puesto a mi amigo en peligro cuando todas las mentiras que le había dicho habían sido justamente para evitar aquello—. Por cierto, ¿crees que él estará allí?

—Te he dicho que he visto a tu amigo apuntarse—dijo la chica rodeando Central Park por Madison Avenue—. Por lo que supongo que con "él", te refieres a Nate.

— ¿Estará?—dije con temor.

Lo último que necesitaba en aquel momento era encontrarme con él. Necesitaba alejarme de Nate y de todo aquello, pero parecía que su mundo venía a por mí una y otra vez. Pero sobre todo necesitaba dejar de verle para poder dejar de quererle.

—Si te ha enviado él ese mensaje lo más probable es que como tú amigo, él también esté allí intentando descubrir el paradero de tu hermano—contestó la chica como si todo aquello le diera igual.

— ¿Y hay alguna posibilidad de que podamos encontrar a Ryder sin tener que vernos con Nate?—pregunté rezando por que así fuera.

—Un día cualquiera, puede—contestó—. Pero si Nate está en la carrera, dudo que alguien pueda entrar y salir de allí sin que Nate se entere.

—Cojonudo—bufé yo girando la cabeza a disgusto.

Una vez que entramos en el barrio de Harlem, la chica siguió conduciendo hasta las afueras. Una fábrica de neumáticos se alzó frente a nosotros, dejando el muelle del Harlem River a un lado impidiendo el paso hacia allí. Solo había un camino estrecho entre la fábrica y el muelle. Una vez cruzamos ese camino, los rugidos del motor de las motos me hicieron saber que estábamos en el sitio acertado. René aparcó en medio del descampado, junto a un montón de coches mal aparcados. Inmediatamente, Nate golpeó el cristal de la ventanilla del conductor y yo giré la cabeza para mirar hacia allí y ver que pasaba.

— ¿Me has engañado?—inquirí hacia René con indignación mientras su hermano esperaba a que ella le abriera la puerta—. ¿Para esto me has traído aquí, para hacerme una encerrona?

—No—contestó ella desconcertada—. Todo lo que te he dicho es cierto, tú amigo debe de estar por aquí.

— ¿Y Nate?—le señalé.

—Él no tenía ni idea de que yo he ido a buscarte, te lo prometo—dijo abriendo de una vez por todas la puerta y saliendo fuera.

Debía de ser cierto lo que decía, por que en cuanto me bajé del coche, Nate me miró con una cara de sorpresa, alegría y precaución que me hacían entender que no se esperaba que yo estuviera allí. Yo suspiré, rodeé el coche y me paré junto a René, ignorando a su hermano.

El DisfrazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora