13. No es lo que buscas

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Me apoyé sobre el capó del coche a su lado. Nate, que tenía la cabeza agachada, levantó la mirada y soltó el humo del tabaco en mi dirección como si nada. Debió de adivinar mi cara de pena por que fue el primero en hablar.

—Déjame adivinar—soltó con amargura—. Ya te han dicho lo horrible que soy.

— ¿En realidad eres tan horrible como dicen?—pregunté cambiando una pregunta con otra.

—Sabes que sí—él se cuadró de hombros y volvió a apartar la mirada de mí y agachó la cabeza.

—No es cierto—disentí—. Apenas te conozco.

—No, no me conoces—admitió él de nuevo con una melancolía que jamás le había visto, estaba cansado y realmente desolado—. Tú solo has visto mi parte buena. No sabes lo malo que puedo llegar a ser.

—No, no lo sé—admití—. Pero veo como amas a tus hermanos y como quieres y respetas a tú amigo Robert. No creo que todo en ti sea malo.

El chico volvió a levantar la mirada y le dio una nueva calada a su cigarro, tragó el humo mientras me miraba y luego lo soltó en mi dirección lentamente.

— ¿Por qué haces esto?—el chico me miró como si fuera un espécimen raro—. Solo me porto bien contigo para tener sexo, el resto del tiempo casi siempre soy borde y te trato mal, ¿Por qué eres tan condescendiente?

—Por que no creo que tú tengas la culpa de todo lo malo que pasa en el mundo—reí recordando su ataque de ira dentro del hospital—. En realidad todo esto es culpa mía, tú lo único que has hecho ha sido ayudarme a buscar a Adam.

—No, tampoco ha sido culpa tuya—repuso él—. En todo caso del estúpido de tu hermano, pero no tuya. Tú eres demasiado inocente como para meterte en esto por ti mismo.

Guardamos silencio durante unos minutos. Nate se terminó el cigarro y lo pisó. Luego se incorporó, se cruzó de brazos y echó la mirada hacia arriba para mirar la salida de sol.

—Voy a ir al mostrador para preguntar por él—le miré y él me miró comprendiendo—. Este es el hospital que me dijiste, ¿verdad?

—Sí, si Rebeca tiene razón, Adam debe de estar aquí—Nate se puso de pie—. Después tendrás que marcharte.

— ¿Qué?—yo también me incorporé del capó y me puse enfrente de él sin entender a que venía aquella frase.

—Este viaje se termina aquí—zanjó nuevamente con la bordería que le caracterizaba—. Espero que tú hermano esté aquí y esté bien, pero ya no quiero verte más por aquí. No te culpo, pero culpo a tú hermano, así que no quiero verte más. Ve a preguntar por Adam y luego márchate.

Casi no fui capaz de contener el llanto, pero lo hice. Me cuadré de hombros, suspiré y asentí.

—Le diré a Robert que te espere en recepción para que te lleve de vuelta a Manhattan, yo necesito despejarme de todo esto—el chico bajó la mirada y luego comenzó a andar calle adelante a toda prisa.

Me giré minutos después y comencé a caminar hacia la zona de urgencias, dejando que esa lágrima contenida resbalara por mi mejilla.

"Idiota", me gritó mi subconsciente. "Él no te quiere, solo te ha utilizado para pasárselo bien", "Idiota", "Te has enamorado"

—No me enamorado—me dije.

— ¿Perdona?—la mujer de la recepción me sonrió al escucharme y no entenderme. Había llagado hasta allí a paso lento sin darme cuenta.

Me giré para la sala de espera, pero allí ya solo estaba Robert. El chico me sonrió yo le sonreí tímidamente. Luego me volví.

—Hola—le dije a la muchacha—. Verá, estoy buscando a mi hermano que ha desaparecido hace ya varios días y alguien me ha dicho que es probable que tuviera un accidente y estuviera ingresado aquí.

El DisfrazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora