6. El ratero

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Creo que fue la primera noche que cogí pronto el sueño desde que había empezado toda aquellas locura. Necesité escuchar los estruendos por segunda vez, para darme cuenta de que abajo estaba pasando algo. Me levanté de un saltó y salí al pasillo. Iba descalzo por lo que mis pisadas en el suelo apenas se escuchaban.

— ¡Suéltame!—el grito de aquella voz tan conocida me hizo bajar las escaleras de tres en tres.

— ¿Qué coño estás haciendo aquí y que es lo que buscas?—le preguntó Nate.

Me quedé de piedra cuando terminé de bajar los escalones y llegué a la planta baja. Nate tenía acorralado a Ryan contra la pared que separaba la cocina del salón. Mi amigo estaba de espaldas y Nate le tenía sujeto por el brazo derecho que se lo había retorcido por la espalda.

—Estoy buscando a Lucas—respondió mi amigo—. ¿Qué haces tú en su casa?, y suéltame cojones que me vas a romper el brazo.

— ¿De que conoces tú a Lucas y que quieres de él?

Encendí la luz del salón y este, que había estado iluminado solamente por las luces de las farolas de la calle, dejó que viera por completo la escena y que Nate se girara para ver quien había encendido las luces.

— ¿Qué está pasando?—dije medio confundido, medio adormilado aún por el sueño.

—Que un ratero se ha metido a tu casa—soltó Nate con desprecio.

—No soy un ratero, soy su mejor amigo—respondió Ryan intentando zafarse de la llave que le tenía sujeto el brazo a la espalda—. Lucas, dile que me suelte.

—Suéltale por favor—pedí.

— ¿Es amigo tuyo?—preguntó Nate mirándome con cierta expectación.

—Sí—me crucé de brazos a disgusto con mi amigo por que le había pedido que no hiciera nada como aquello.

—Pues no deberías salir con rateros—Nate le soltó y le empujó contra la pared.

—No me llames ratero—bufó Ryan dándose la vuelta y dejando que le viera la cara por primera vez en toda la noche.

—Pues entonces deberías dejar de entrar en casas ajenas por la ventana como un ratero si no quieres que te llamen así—Nate se alejó un poco y se apoyó en el brazo del sofá con cierta curiosidad por la presencia de mi amigo allí y con algo de indiferencia.

Ryan tenían un corte en la parte derecha de la cabeza y le bajaba por la cara un hilillo de sangre. Di un paso hacia delante horrorizado y le tendí una mano para que se acercara mientras examinaba por el rabillo del ojo a Nate. Él mostraba expectación.

— ¿Qué te ha pasado?—pregunté alzando la mano para tocarle pero sin llegar a hacerlo por si le producía dolor.

—El guarda de seguridad de tú casa—Ryan señaló a Nate—que no tiene muy buenos modales. Por cierto, ¿Qué hace aquí?

Le eché una mirada furiosa a Nate y este se encogió de hombros.

—Le he permitido dormir en el sofá mientras se soluciona todo este lío—declaré—. Una muy mala idea.

—Entró por la ventana como un ratero—se defendió de nuevo—. ¿Qué querías que hiciera?

No contesté nada. Ryan se mostró de nuevo tirante y reticente ante aquella palabra pero tampoco dijo nada más. Me volví de nuevo y le agarré de la mano.

— ¿Por qué tienes que comportarte siempre como una animal?—pregunté de manera retórica en dirección a Nate, que pareció sentirse dolido con mi reclamo, pero apenas le miré un segundo. De inmediato caminé hacia la escalera y hablé para Ryan—. Sube, deja que te vea esa herida.

El DisfrazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora