7. Fuera de una vez

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Una ola de adrenalina me recorrió el cuerpo en cuanto colgué el teléfono y me giré en redondo hacia la parada de autobús. Estuve todo el camino de vuelta pensando en aquello, en que por fin había llegado él final, pero una parte de mí se sentía reacia a que aquello terminara. "Te gusta él", me gritaba esa parte de mí que con tanto ahínco había obligado a dejar fuera.

"No, no me gusta", me repetí una y otra vez.

"Sí que te gusta", me repitió aquella odiosa parte. "Te pones nervioso cuando se te acerca, por que te gusta. Y te gusta que te toque, y que te bese, y te gusta verle desnudo por que está muy bueno, y te gusta..."

—Basta—me murmuré a mi mismo como si estuviera loco para dejar aquellos pensamientos fuera de mí.

¿Qué me pasaba?, todo se había solucionado, aquel chico se marcharía de mi casa y me dejaría en paz con mi antigua y apacible vida. Lo que pasaba era que yo no sabía si quería esa vida aburrida.

El Bus me dejó en la parada de Washington Square Park. Desde allí solo tuve que caminar unas cuantas manzanas hasta llegar de nuevo a Grove. Ryan ya estaba sentado en los escalones de mi casa con su mochila a los pies y una mirada neutra a los viandantes que caminaban de un lado a otro con sus compras o para ir a algún lado.

—Por fin—dijo poniéndose de pie en cuanto entré en su campo de visión.

—Ya había llegado al campus—me excusé mientras subía los escalones y abría la puerta.

Entramos en mi casa y ambos corrimos hasta la sala de estar. Yo me despojé de mis cosas sobre el sofá y esperé a que el chico tomara la iniciativa.

—Aquí está—Ryan abrió la cremallera de su mochila y sacó de un bolsillo interior un pequeño sobre blanco.

Me lo dio y yo lo cogí con un poco de recelo. Mi amigo sonreía con la satisfacción de una misión bien cumplida. Yo abrí el sobre lleno de billetes grandes y lo volví a cerrar enseguida.

—Hay dos mil dólares—dijo Ryan enseguida.

Yo lo apreté en mi mano y suspiré fuertemente.

—Gracias—sonreí—. Te lo devolveré en cuanto pueda.

—No seas idiota—me reprendió—. Somos amigos.

La conversación que mantuve con Nate la noche pasada se agolpó en mi mente como un huracán. "No", me dije, no me quiere de esa forma, solo somos amigos. Siempre ha sido tu amigo, deja de pensar en las estupideces de un tipo que solo quiere hacerte rabiar.

—Lo guardaré arriba—le dije.

Ryan me siguió sin decir nada. Abrí el cajón de la mesilla e introduje el sobre dentro.

— ¿Cuándo se lo vas a dar?—me preguntó como si estuviera ansioso de que se marchara de allí cuanto antes.

—Esta noche, cuando venga de la tienda—me giré y le estudié con la mirada—. Ahora no está.

Reí para ver si entendía mi broma, pero al parecer no lo hizo.

—Gracias a Dios—contestó a continuación.

Caminé hacia la puerta y le empujé hacia abajó con las manos apoyadas en la espalda. Recogí mi mochila y él la suya y salimos a la calle. Los dos volvimos sobre mis pasos y caminamos de nuevo a la parada de bus. Eran las nueve de la mañana y los dos caminamos en silencio durante un buen rato mientras el viento pesado y frío de noviembre se arremolinaba alrededor nuestro levantando las hojas secas.

—Joe actuará en ese café que han abierto nuevo en la calle Berkeley.

Joe era su hermano menor. En aquel momento debía de tener unos diecisiete años.

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