3. Un trato

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El salón del apartamento de Nate era pequeño. Había una ventana de doble hoja nada más acabar el pasillo. Bajo la ventana, un sofá moderno, de cuero gris. A su lado, dos sillones a juego y en la pared del fondo había un gran mueble de caoba con una gran tele de plasma y todo tipo de consolas y aparatos electrónicos. Era pequeño, pero moderno y bien equipado, había una licorera en una esquina y junto a esta una chimenea artificial de gas que ardía y daba cierta calidez de hogar a la casa. En la última pared había una barra americana y que separaba aquella estancia del salón, y junto a ella la puerta brindada de la calle.

— ¿Por qué le has dejado salir?—el grandullón hermano de Nate—Carter—estaba sentado en uno de los sillones con un ordenador portátil sobre su regazo.

—Dado que Adam no ha dado señales de vida, he llegado a un acuerdo con el niño—soltó como si nada. Al parecer Nate era el que mandaba y el otro, pese a ser mayo, el que obedecía.

— ¿Qué acuerdo?—aquella voz provino del otro lado del barra.

Una chica del mismo rubio que Carter, asomó la cabeza desde la cocina. Era menuda y pecosa. Aquella chica tendría más o menos mi misma edad. La chica rodeó la encimera y salió al salón con un baso de zumo en la mano. Me miró de arriba abajo con interés y yo me quedé pegado al suelo tras Nate, como si él me fuera a proteger de su hermano o de aquella chica.

—Ella es René—me dijo Nate—mi otra hermana.

— ¿Tenéis una empresa familiar de matones a sueldo o que?—pregunté sin pensar.

René me miró mal, Carter me miró aún peor, y Nate me escrutó con la mirada de una manera sencilla y risueña, como si mi comentario le hubiera echo gracia.

—El chico conseguirá el dinero por su hermano—les dijo Nate el acuerdo al que habíamos llegado.

— ¿Y le vas a dejar irse?—Carter se levantó de un saltó del sofá, más furioso que la noche anterior.

— ¿Y si va a la policía?—preguntó su hermana haciendo un alto a Carter para que dejara la histeria y cerrara el pico. La chica hizo la pregunta con mucha calma, mientras miraba con atención y cautela a Nate.

—No va a ir a la policía...

— ¿Cómo lo sabes?—Carter interrumpió de nuevo y temí que el chico arruinara mis posibilidades de salir de allí de una vez.

—Por que estará vigilado en todo momento por uno de nosotros hasta que consiga en dinero—prosiguió Nate comunicando el plan con toda la calma del mundo.

La verdad es que el chico no parecía alterarse por nada. Era como si estuviera muy seguro de todo lo que hacía y confiara en si mismo por encima de todos los demás.

— ¿Por qué no esperar a que aparezca Adam?—su hermana bebió un largo trago de zumo y se apalancó en la encimera con los codos.

—No podemos retenerle aquí hasta que Adam aparezca—soltó el chico con cautela—. El niño tiene amigos, familia, compañeros de clase, gente que empezará a buscarlo si no se deja ver. No podemos tenerle aquí hasta que a su hermano le de por aparecer.

—Vale—la chica se encogió de hombros.

Pese a tener aspecto de adolescente, sus palabras parecían de una mujer adulta que comprende a la perfección la situación y las oportunidades ofrecidas.

—Pero...—intentó imponer Carter.

—Está decidido—el chico agarró su chaqueta de una de las sillas de la mesa de comedor que había tras el sofá y se la puso—lo haremos como yo he dicho.

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