20. Sorprendidos

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Nate giró la cabeza y besó apasionadamente a la chica rubia que le tenía rodeada la cintura con la mano. Robert, que parecía estar vigilando la entrada para verme llegar, alzó la vista y me vio. Inmediatamente, le dio un codazo de aviso a Nate. Intenté marcharme en ese instante, ya que verle besar a esa chica me había dolido más de lo que estaba dispuesto a reconocer. Fue demasiado tarde. Nate apartó los labios de los de la chica para ver por que su amigo le había interrumpido de aquella manera, el chico le dio un sorbo a su bebida y miró en la dirección que le señalaba su amigo. Mi dirección.

Como si la chica le hubiera dado un calambre, se soltó de ella inmediatamente y la hizo a un lado. La chica puso mala cara por ese desplante y siguió la mirada de Nate. Su cara fue de desprecio y recelo al mismo tiempo. La chica era un bombón de mujer. Era alta y delgada, con unas largas piernas que se dejaban ver por debajo de la minifalda de cuero que llevaba.

— ¿Quién es el bombón que está al lado de ese idiota de Nate?—me preguntó Ryan como si yo tuviera que saberlo. No fue una pregunta retórica.

—No tengo ni idea—dije a desgana—. Pero sí, es muy guapa y my..., rubia.

—Yo me refería al moreno que está a su otro lado.

Anonadado por su comentario, le miré de reojo y con gran estupor, y caminé hacia las escaleras.

—El moreno se llama Robert.

Bajamos hacia el centro del local. No me dirigí directamente hacia donde se encontraba Nate, pero él si que buscó encontrarse conmigo en el centro de la pista. En cuanto llegó hasta mí, me miró con algo de recelo. Como si estuviera medio confundido de verme allí, mezclado con la desazón de haberlo descubierto besando a aquella chica. Como si me debiera alguna clase de explicación. No me la debía.

— ¿Qué haces aquí?—me preguntó mientras echaba una mirada de poca simpatía en dirección a Ryan.

—Sé que Adam está aquí—dije sin más—. O por lo menos que va a llegar de un momento a otro.

— ¿Cómo sabes tú eso?—dio un paso hacia delante para bajar un poco más la voz—. Se supone que eso es un secreto, nadie lo sabe.

—Yo lo sé—le dije con tirantez—. Es evidente que no es tan secreto.

— ¿Quién te lo ha dicho?—me preguntó en un tono mordaz como si estuviera obligado a contestarle.

— ¿Qué más da?

—Si hay chivatos entre mi gente, me gustaría saberlo—Nate me agarró de una mano, yo me solté de inmediato.

—No es nadie a quien puedas golpear—le dije a modo de reproche por la vida que llevaba.

—Jamás golpearía a Robert, ni a René, ni a Carter...—enumeró—. ¿Ha sido uno de ellos?

—No voy a decirte quien ha sido—zanjé con indiferencia. Luego eché un vistazo alrededor—. ¿Está aquí?

—Aún no.

Luego siguió mi mirada que se posó de nuevo en la barra. Robert comenzó a caminar hasta nosotros y supe que se iba a descubrir él solo de una manera imprudente. Pero mi mirada y la de Nate, pasaron por encima de él y se posó sobre la chica rubia que nos miraba con recelo.

—Lucas...—Nate me volvió a agarrar de la mano.

—Es muy guapa—aparté la mirada de ella e intenté poner una sonrisa que indicara que no me importaba en absoluto que la hubiera besado delante de mí.

—No es lo que crees.

— ¿Sabes?—reí sonoramente haciendo una pausa dramática—. Casi te creo esta tarde con todo ese rollo de no te separes de mí..., bla, bla, bla.

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