4. ¡Consígueme el dinero!

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Nos duchamos sin mirarnos. Yo le di la espalda con toda la vergüenza que no había sentido durante el sexo. Una vez limpio salí fuera del baño con la misma tolla que antes sin esperarle. Me metí en mi cuarto y me vestí a toda prisa. Saqué ropa del cuarto de Adam y se la dejé a Nate a los pies de la puerta del baño. Luego bajé a la cocina y preparé café.

Estaba mirando las noticias y sorbiendo mi taza cuando Nate entró en la cocina con la ropa de Adam.

—Gracias por la ropa—me miró fijamente, era evidente que él no sentía ninguna vergüenza por lo que habíamos echo—. Te la devolveré.

—Claro.

Le tendí una taza de café y el chico la cogió y se sentó enfrente de mí en la mesa. Guardamos silencio durante unos minutos. Yo estaba incómodo y él pese a disimular bastante bien, también.

—Yo no suelo hacer esto—dije bajando la mirada hacia la taza de café.

—Sí, me he dado cuenta de que eres virgen—soltó de sopetón subiendo sus marrones ojos hacia mi cara.

Estaba guapo. El castaño cabello aún le chorreaba un poco, haciéndolo más oscuro y le mojaba la camiseta blanca que llevaba.

—No es muy normal—dijo un rato después—. Ser virgen a los diecinueve.

—Bueno eso no es asunto tuyo—le dije un poco molesto.

Pasaron uno nuevos minutos de silencios incómodos. Me levanté y lavé mi taza vacía en el fregadero.

— ¿Vives solo con tus hermanos?—pregunté por cambiar de tema. Me giré y me apoyé contra la encimera para esperar a que el chico se terminara de beber el café—. ¿No están tus padres?

—No, no están—respondió secamente.

— ¿Y has vivido siempre en Nueva York?—pregunté de nuevo.

El chico se irguió en la silla y se puso tensó, giró la cabeza y se paró de un salto.

— ¿De que va esto?—me tendió la taza y me atravesó con la mirada—. No somos amigos. Hemos echado un polvo, solo eso, no me voy a enamorar de ti, no soy tu novio y no vamos a pasear por ahí cogiditos de la mano, así que deja de hacerme preguntas estúpidas que no te importan.

Solo había intentado ser amable. Solo eso. Tragué saliva con dificultad, le cogí la taza y la tiré contra el fregadero.

—Eres un capullo—le aparté de un empujón y corrí hacia la puerta. Allí me paré y agarré mi mochila.

Nate me agarró fuertemente del brazo y me paró antes de que pudiera salir a la calle. Le miré por un momento y me di cuenta de que estaba apunto de llorar otra vez. Me contuve y aparté mi mirada de la suya.

— ¿Se puede saber a dónde vas ahora?

—A la universidad—respondí de mala gana tras sus absurdas palabras de desprecio.

— ¿Y se puede saber cuando coño tienes pensado conseguir mi dinero?—habló un poco más calmado, pero dejando entrever que aún seguía enfadado. Los dos lo estábamos.

—Después—solté sin tener ni idea. Fue lo primero que pensé—. Ahora tengo que ir a clase.

— ¿Después, cuando?—me apretó el brazo y solté un gemido de dolor.

—Después—repetí.

El chico me soltó con un bufido, y yo aproveché para coger mis llaves y salir a la calle. Escuché la puerta cerrarse, segundos después.

El DisfrazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora