La luz del sol ya se estaba apagando cuando abrí los ojos, y estaba muy descansado, por lo que no me costó darme cuenta de que era por la tarde cuando me levanté de la cama.
—No, el azul es para el hijo de Will Gray—la voz de Nate se escuchaba desde lo alto de la escalera—. No, yo ahora estoy ocupado..., ocúpate tú...,sí lo trasladé cuando lo trajeron al garaje de siempre..., oye, que te pague como siempre, en billetes pequeños y adviértele de que lo vamos a contar...,¡ya sé que nunca lo contamos!, pero estos tipos deben de creer que sí, ya sabes, sin no te respetan por lo menos que te teman..., por que no puedo..., sí, estoy haciendo algo importante..., sí, otro pedido..., para el hijo de alguien..., ¿Qué más da?, de alguien que no conoces..., volveré cuando me de la gana de volver..., venga..., ya nos veremos.
Nate levantó la vista cuando colgó el teléfono y me vio apoyado sobre la baranda de la escalera. El chico torció la boca y me observó con detenimiento, como si intentara adivinar mi humor.
—Trabajo—dijo enseñándome el móvil como si eso fuera una prueba de algo.
—Sí—me separé de allí y caminé hacia la cocina, le escuché seguirme por lo que continué—. He oído algo y he sacado mis propias conclusiones.
—Estaba...
—No quiero saberlo—le detuve mientras abría la nevera para ver que había para comer—. Hazme un favor y mantenme al margen de tus chanchullos.
—Chanchullos—repitió él con una risita insolente.
Para mi sorpresa el frigorífico estaba lleno casi a rebosar. Había cartones de zumo de varios tipos, cartones de leche, carne, pescado, huevos, manzanas, peras y medio melón. También había latas de sopa, refrescos y cerveza.
—He hecho la compra—dijo en cuanto me giré para ver de que iba todo aquello. Nate dibujó una sonrisita en la cara como si fuera el chico bueno más complaciente de la tierra.
—Y has apagado mi despertador—le reproché mientras sacaba un cartón de zumo de naranja y me servía un baso.
—Dijiste que necesitabas descansar—dijo admitiendo que lo había echo con un gesto de asentimiento de cabeza.
—Ya he faltado mucho a las clases—me senté en una silla de la cocina y le di un trago a mi zumo, mientras dejaba que mi mirada se perdiera en el aspecto de Nate. Llevaba otra ropa que la noche anterior. Del mismo estilo, pero otra ropa. Una camiseta verde, unos pantalones vaqueros y unas botas negras de hebillas. Su chaqueta de cuero colgaba del respaldo del sofá—. Sí sigo faltando me quitarán la beca.
—Yo puedo pagártela si quieres—dijo apoyándose en la encimera y cruzando los brazo sobre el pecho como si nada—. Puedo hacerlo.
—No quiero que pagues nada—repuse mientras me levantaba y disponía a fregar el baso en el fregadero que estaba justo a su lado. Estábamos tan cerca que nuestros brazos casi se tocaban—. Ni quiero que me hagas la compra. Ni siquiera sé que haces aquí.
—Hicimos un trato anoche, ¿lo recuerdas?—echó la cabeza hacía atrás y me obligó con ese gesto a que le mirara a la cara.
—Perfectamente—cerré el grifo y me separé de él—. Adelante.
Nate se incorporó de la encimera y me aprisionó suavemente contra la mesa. Yo bajé la mirada y esperé mientras sentía su aliento sobre mi nariz.
—No puedo hacerlo—susurró con pesadumbre—. No si mantienes esta actitud.
— ¿Qué actitud?—levanté la mirada y esperé una respuesta que acabara con aquella situación.
—Esperas que te bese como si esperaras la ejecución de tu sentencia de muerte—Nate se echó hacia atrás y se pasó una mano por la diminuta coleta que se había echo tras la nuca—. ¿Acaso no puedes poner un poco de chipa tú también, un poco de pasión?
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El Disfraz
Novela JuvenilLucas es un chico normal, que ya está acostumbrado a los lios de su hermano mayor. Sin embargo uno de esos lios le alcanza sin que Lucas pueda remediarlo, y de la noche a la mañana se encuentra inmerso en una historia de delincuencia, búsqueda y sob...