Solté un gemido de dolor cuando el chico deslizó el algodón mojado de alcohol sobre las raspaduras de mis heridas. Me miró a los ojos con cara de pena, como si fuera un niño al que él debía de cuidar y luego pegó sus labios a mis manos y comenzó a soplar con delicadeza.
— ¿Mejor?—inquirió entre soplo y soplo.
—Sí—respondí.
El chico se levantó y yo hice lo mismo. Luego comenzó a mirarse en el espejo las heridas con la intención de curar las suyas. Le agarré la mano en la que llevaba el algodón y el alcohol y asentí una sola vez.
—Deja que lo haga yo—le pedí.
Nate soltó las cosas sin mucha vacilación y le empujé para que se sentara dónde había estado sentado yo. Su perfecto torso desnudo me hizo comenzar a ponerme nervioso. De rodillas a él no llegaba hasta su cara por que Nate era un poco más alto que yo, por lo que me paré delante de él y le abrí las piernas.
— ¿Puedo?—pregunté señalando unas de sus piernas para que me diera permiso de sentarme encima de una de ellas y poder llegar así hasta las heridas de su cara.
Nate abrió los ojos de par en par y asintió con cautela. Sin dejarme caer demasiado, me senté encima de su pierna derecha y comencé a mojar el algodón. Luego con mucha suavidad comencé a curar la herida de su mejilla y la de su boca. El chico me miraba fija e intensamente y eso me incomodaba un poco y hacía que me temblaran las manos. Supuse que le dolería al rozar con el alcohol sus heridas, pero no hizo ningún gesto de ello, Nate solamente me miraba.
— ¿Me dejas ver tus manos?—le pedí a continuación.
Para llegar hasta sus manos no necesitaba estar sentado sobre su pierna, pero él no dijo nada para que me bajara y yo no lo hice. Nate levantó ambos puños ensangrentados y me dejó que le curara los nudillos.
—Esto es una salvajada—murmuré sin mirarle directamente a los ojos mientras quitaba las costras de sangre de sus dedos con los algodones.
—Esto no es nada—dijo él a media voz como si no quisiera hablar en absoluto y yo le estuviera obligando a contestarme—. Hay cosas mucho peores.
—Robert parece un buen tipo—dije sin saber por que.
—Lo es—cercioró—. Tú me recuerdas a él en un tiempo pasado, cuando todavía no estaba metido en toda mi mierda. No hay ni un solo día que no me arrepienta de haberle arrastrado junto a mí en todo esto.
—Aún no sé que es todo esto—dije para ver si de una vez por todas me decía a que se dedicaba en realidad para poder pagar todo aquello.
—Es mejor así—el chico me empujó con suavidad fuera de su pierna y se levantó de un saltó—. No cometeré el mismo error dos veces, te ayudaré a encontrar a Adam y luego nuestros caminos se separaran por completo.
No dije nada, me giré y comencé a guardar las cosas en el botiquín mientras escuchaba al chico quitarse la ropa tras de mí. Primero la cremallera de sus vaqueros y luego el resto de su ropa rozar contra el suelo.
—Voy a darme una ducha—anuncio—. Sé que eres pudoroso, por lo que puedes quedarte de espaldas si quieres, no me tomaré a pecho que no quieras verme desnudo—dijo haciendo que volviera su picardía y su buen humor.
Me agarré al lavabo con las dos manos y continué de espaldas mientras aguantaba la respiración. Escuché la puerta de la mampara de la ducha cerrarse y como si me hubieran pellizcado, levanté la vista y vi a través del reflejo del espejo del baño la silueta del chico a través del cristal opaco de la mampara.
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El Disfraz
Teen FictionLucas es un chico normal, que ya está acostumbrado a los lios de su hermano mayor. Sin embargo uno de esos lios le alcanza sin que Lucas pueda remediarlo, y de la noche a la mañana se encuentra inmerso en una historia de delincuencia, búsqueda y sob...