INTRODUCCIÓN

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Ahí estaba el mayor de los sextillizos, estático frente a su casa. Sacó un cigarrillo y comenzó a fumarlo por unos minutos. Quizá él simplemente anhelaba desechar tantos pensamientos absurdos que le surgían exactamente a esa hora. Pasaba de la media noche y él estaba afuera en el frío. Era de suponerse que sus hermanos estuviesen durmiendo mientras él salía en cuclillas de la habitación para luego ponerse los zapatos que se encontraban en la entrada y salir por fin a fumar su cigarrillo.

"Simplemente déjalo", escuchó de su propia voz. Al principio le pareció completamente normal. ¿Quién no charla consigo mismo en ocasiones? Sí, es normal. Sin embargo, dejó de lado lo que creía como "normal" cuando comenzó a cuestionarse si aquello había sonado de forma ajena o si, efectivamente, había sido desde su boca o pensamiento propio. No, no había salido de su boca palabra alguna. Tampoco sintió que fuese su simple pensar. Rápidamente buscó por ambos lados y luego al frente pero, no lograba encontrar nada ni a nadie. "¿Me estaré volviendo loco? Demasiado estrés, supongo"; se decía a sí mismo, haciendo una clara diferenciación entre lo que era su real pensamiento y lo que había escuchado hasta hace unos segundos.

Dejó caer la colilla del cigarro y se giró levemente para mirar hacia la entrada de su casa. No pudo evitar dejar caer por completo el cigarro que sostenía con su mano diestra, al ver aquella silueta que se encontraba justo en la puerta. Al principio pensó que se trababa de alguno de sus hermanos y que, por aquel susto, cobraría venganza más tarde. Sin embargo, al acercarse para soltar algún regaño o quizá alguna pregunta, simplemente abrió los ojos como platos al ver que se trataba de sí mismo.

Sí, era Osomatsu, o quizá no era él realmente. Sus miradas se cruzaron de manera fugaz y el mayor pudo notar una sonrisa burlona en el otro. Sus ojos eran rojizos y daban un tremendo brillo ante la luz de la luna. Era como encontrar su propia versión vampirezca. Cubrió su boca para no gritar y despertar a los otros, incluso vecinos; y se quedó quieto mientras sus piernas le temblaban. ¿Qué debía hacer? Ni él mismo tenía idea. Estaba realmente aterrado.

Finalmente el otro, quien no dejaba de sonreír, se acercó a Osomatsu y le dio un abrazo que duró pocos segundos. "No temas. Yo soy tú y tú eres yo. Somos uno mismo y, estoy aquí para quitarte ese estrés innecesario"; aquello sonaba agradable y por un momento eso le tranquilizó al mayor. Estaba por relajarse y aceptar aquel abrazo. Terminaría por fundirse en lo desconocido...Cuando de pronto escuchó cómo terminaban aquellas palabras dichas por el contrario. "Sólo tienes que deshacerte de tus emociones, ¿cierto? Hagamos que desaparezcan. Ya sabes qué hay que hacer, sólo te falta iniciativa. Yo te daré ese empujón...."

Osomatsu sintió un tremendo escalofrío recorrerle por toda su espalda, hasta llegar a su cuello; cerró sus ojos con todas sus fuerzas y pegó un grito que despertó a sus hermanos, quienes se encontraban a su lado dentro del futón.

- ¡¿Eh?!, ¿qué sucede, Osomatsu? -Preguntó el tercer mayor, mostrando preocupación por su hermano.
- ¿QUÉ PASA, BROTHER? -Cuestionaba con exalto el segundo mayor.

Los demás estaban atentos a la respuesta que el mayor de todos daría. Este comenzó a mirar la habitación completa, mientras ponía una de sus manos en su frente. "¿Eh?, ¿una pesadilla?", se cuestionaba en pensamientos.

- No ha sido nada....He tenido una pesadilla horrorosa y me he asustado. ¿Recuerdan aquella maestra con pechos caídos que teníamos en preescolar? ¡Rayos, se veía horrible en mi pesadilla!
- Ugh, no me hubiese gustado recordar eso. -Pronunciaba con asco el menor de todos los hermanos.
- ¿Eh? A mí me agradaba, Osomatsu Nii-San.-De manera desconcertada contestaba el más sonriente.
- Bueno, ha sido solo una pesadilla así que, a dormir.

Finalizó Choromatsu para recuperar los minutos perdidos de descanso, a causa de la pesadilla del mayor. "Que horror... Bien, sólo fue una pesadilla....", se dijo a sí mismo para luego cerrar sus ojos y caer completamente dormido. La noche transcurrió de manera tranquila, sin contar que había unos ojos rojizos brillando desde una de las esquinas más oscuras de la habitación.

-Mi Contraparte-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora