CAPITULO 8: "Querido Osomatsu".

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Después de aquello, era demasiado obvio el afecto amoroso que se tenían mutuamente. Cuando Karamatsu se miraba al espejo y buscaba espiar al mayor por medio del reflejo, sus miradas se cruzaban y este no podía evitar sonreírle de manera seductora, mientras que Osomatsu le devolvía la sonrisa para luego, inmediatamente desviar la mirada para no ser atrapados en aquel coqueteo momentáneo.

Otras veces, Osomatsu decía ir al Pachinko con el segundo mayor y así estos tenían un momento para estar juntos, aunque no pudiesen mostrarse afecto en cualquier lugar. Eran momentos que disfrutaban demasiado y por un momento, Osomatsu parecía verse mejor. Sus pensamientos se tranquilizaban al estar junto a su hermano.

Una tarde, cuando Osomatsu recién salía de su trabajo y tomaba un pequeño vaso de cristal que había olvidado regresar a su casa un día que se lo había llevado por accidente debido a la prisa, notó cierta mirada penetrante detrás de él. Cerró rápidamente el establecimiento y se giró para asegurarse de que no hubiese nadie cerca. Aquel giro brusco había hecho que un poco de agua se derramara del vaso y por un momento desvió la mirada hacia el suelo. "¡Ah, rayos!", se dijo a sí mismo al sentir húmedo su zapato.

"Buen día, Osomatsu.....Osomatsu Matsuno".

Aquella voz ronca, de un tono imponente, retumbaba en los oídos del mayor, quien dejó caer aquel vaso de cristal que sostenía con su mano diestra. Sus ojos se humedecieron con rapidez y su pulso comenzó a acelerarse, provocando temblor en todo su cuerpo. Levantó su mirada y giró su cabeza para observar hacia el lugar de donde provenía aquella voz. Apretó sus puños con toda la fuerza que le era posible de momento. Su respiración comenzó a agitarse y el sudor resbalaba por su frente y sus mejillas. Se quedó perplejo en aquella posición mientras le temblaba hasta su alma.

Aquel individuo dio un trago a la bebida que traía consigo y sonrió enormemente. Fue de esas sonrisas que denotan malicia y crueldad en su máximo esplendor. Dejó salir un leve suspiro y fijó su mirada en Osomatsu.

-Haré las cosas más rápido. Escucha, Osomatsu... Estar en prisión por 10 años fue bastante desagradable. ¿Sabes? No había noche en la que no pensara en lo que te haría al salir. Quería golpearte, quería herirte, violarte y asesinarte. Pensé en todo cada noche. ¿Cuál sería la mejor manera de castigarte? Ah... había tantas opciones. –Soltó una leve carcajada para después darle otro sorbo a su bebida.- Pero finalmente llegué a una conclusión. Hacer todo eso sería bastante sencillo.... ¡Sólo mírate! Ni siquiera puedes mantenerme la mirada. Te ves tan indefenso, tan débil... Osomatsu....Voy a destruirte lentamente. Lo haré hasta que te arrastres a mí y me pidas perdón. Hasta que no puedas más y decidas lamer mis zapatos e incluso mi miembro erecto. Tú regresarás para servirme porque eso debiste aceptar desde que eras un estúpido niño. Atente a las consecuencias ahora, Osomatsu.

Cuando las piernas tiemblan, sólo hay una cosa que puedes hacer. Lo tienes en mente tú también, ¿verdad? Así es. Osomatsu corrió de ahí con todas sus fuerzas. Corrió y corrió hasta que sus piernas no pudieron más. Cayó al suelo pero, siguió gateando y arrastrándose por el suelo. En ningún momento miró hacia atrás. La sensación de que había alguien a su espalda era suficientemente penetrante como para evitar girarse aunque fuese un poco. Llegó cómo pudo a la puerta principal de su casa y se quedó tirado ahí afuera por unos minutos. Intentaba recuperar el aliento pero, no le era posible parar de temblar. Sentía que no podía levantarse y sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas. "No puedo entrar así... No debo dejar que me vean", se repetía a sí mismo entre sollozos. Pero....Él no podía parar de llorar.

¿Había sido parte de su imaginación de nuevo? Quizá era otra alucinación, producto de su trauma con aquel sujeto. ¿Y sí había hecho otra cosa sin haberse dado cuenta? ¡Dios mío, era bastante arriesgado! De cualquier manera, no podía entrar a su casa aún, hasta que sus lágrimas dejaran de brotar y que su cuerpo tuviera al menos un poco de estabilidad. Estaba asustado y no quería volver a aquel lugar pero, debía asegurarse de no haber cometido alguna otra cosa negativa. ¿Por qué será que hacemos eso?, incluso en las películas de terror.... No importa cuánto gritemos "¡no entres ahí!" porque al final de cuentas la curiosidad terminará por carcomerles y entrarán a pesar de saber lo que podrían encontrarse.

-Mi Contraparte-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora