CAPITULO 7: Confesión.

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Te pido que hagas algo conmigo justo ahora. Lleva tu mano diestra hacia tu pecho y concéntrate en tu respiración hasta que seas consciente del aire que entra y sale a través de tus pulmones. Sientes la calidez de tu cuerpo y de pronto puedes sentir cómo algo arde en tu pecho. ¿Realmente arde? No lo sabes con exactitud. Es una sensación bastante extraña. Ahora, piensa en alguna experiencia difícil que hayas vivido con anterioridad. ¿La tienes? Bien, entonces ahora eres capaz de sentir un leve dolor en tu pecho. Quieres decirlo, gritarlo o simplemente hacer algo para que ese dolor se calme. No es la primera vez que lo sientes, ¿cierto? Guardarse tanto.... Es demasiado dañino.

Todos tenemos un límite al acumular tantas emociones dentro de nosotros. Comenzamos a quebrarnos lentamente por dentro si no encontramos una manera correcta de desahogo. Resulta asfixiante y un tanto difícil de sobrellevar pues, pesa en nuestros hombros, en nuestra espalda, incluso pesan los pies al intentar caminar. Esto fue lo que consumía las vidas de Osomatsu y Karamatsu. Lo único que podían hacer para evitar ser dañados aún más, fue sonreír ante el mundo. Sin embargo, evitaban mirar directamente a los ojos pues, sabían que rápidamente los otros se darían cuenta de cuánto dolía. Estarían expuestos de no haber sonreído tanto tiempo. Habían sido egoístas emocionalmente y todo había sido guardado en su mente y corazón.

"Di algo...Defiéndete.... ¡Enójate!", pensaba Osomatsu cuando el resto de sus hermanos tomaban en mofa al segundo mayor. "Deja de sonreír si no quieres hacerlo...", pensó Karamatsu cuando notó la mirada triste en su amado hermano mayor. No había otra razón para ellos en seguir adelante, que no fuera el otro.

Había tanto deseo por el otro, que comenzaron a acumularlo poco a poco hasta formar un cúmulo de fantasías y anhelos. Necesitaban sentir por lo menos la presencia mutua para sentirse bien. Tal cual como una droga de suma adicción. La voz de Karamatsu, la sonrisa de Osomatsu, resultaban embriagadoras para el otro. Era casi como una tortura diaria el verse mutuamente y no poder acariciarse o besarse a causa del temor y la angustia por la opinión de sus demás hermanos.

Aquella peligrosa acumulación de deseo, hacía que Karamatsu se masturbase con el simple aroma que desprendía la sudadera del mayor al tener que buscarla para lavarla con la demás ropa. Aquellas seductores ojos azulados hacían que Osomatsu tuviese fantasías con su hermano en ciertos momentos del día, causando una erección repentina, la cual motivaba al mayor para tocarse mientras pensaba en el otro. Estaban al límite en sufrimiento, en deseo y en fantasías. Una gran mezcla de emociones que se desbordaban justo en aquel beso que Karamatsu había tenido iniciativa de dar. Era demasiado tarde para intentar callar aquello. Ya no podían cargar con tanto.

Osomatsu cerró sus ojos para corresponder aquel apasionado beso mientras tomaba con fuerza las ropas del otro. Sus lenguas tomaron el papel principal cuando decidieron profundizar aquello e introducirlas suavemente en la boca del otro. Karamatsu empujó levemente a Osomatsu para recargarlo en la barra donde se encontraban los utensilios de cocina, lo que provocó que una cuchara resbalara y cayera al suelo. Aquello había interrumpido el ambiente desesperado de ambos y al terminar de golpe con el fogoso beso, se miraron fijamente a los rostros ruborizados. Hubo silencio por unos breves minutos, hasta que Karamatsu decidió apartarse para tomar algo de aire.

-¿Ka...Karamatsu? –El mayor miraba con atención a quien se apartaba para respirar.

-Osomatsu. –Pronunció de golpe su nombre. Su tono de voz era serio y algo autoritario. Esto causó un leve escalofrío en Osomatsu, sin embargo, este prefirió dejarle continuar.- Por favor respóndeme algo... Tú... ¿Sientes algo por mí también? Es decir, no parecía que fueses a resistirte hace unos segundos así que...realmente quisiera saberlo.

-Mi Contraparte-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora