¿A qué se aferra una persona que siente que ya nada le queda?
Era la pregunta del millón de dólares.
¿Algo más que soportar? ¿Qué otra cosa podría pasar? O mejor dicho, ¿qué es peor que su hermana ya no esté con ella?
Se preguntaba encerrada en su habitación echa una bola de polvo en el colchón. No quería nada, no entendía nada y en ese momento, no estaba segura de querer comprender o razonar.
Ella necesitaba sus respuestas, casi como respirar. Estaba desesperada por eso. Pero lo de su hermana le cayó como un balde de agua fría.
¡Como el agua del mar, que es salada!
Deseaba descubrir todo lo que a su alrededor ocurría. Pero, una vez más, esa noche no. Esa noche solo necesitaba drenar su dolor. Vivir su duelo.
Otro para la lista.
La pérdida de su Arianna, su hermana, su tesoro más preciado... su debilidad. No era algo para lo que ella estaba preparada, no creía que algo así podría pasar. Era tan estúpida al creer que nadie saldría lastimado, porque solo era un aviso para su ex. Se sentía tan egoísta por haber huído.
Ingenua. Eso era. Pensando que al ella correr, los malos agarrarían al que buscaban y dejarían a todo el mundo en paz. Maia no entendía qué buscaban esos matones para llegar a hacer una masacre en la Iglesia; ella no quiso leer noticias, se ocultó del mundo olvidándose hasta de los medios.
No respetaron la casa de Dios.
¿Acaso no tenían códigos las mafias?
Esa no era solo una pregunta, en realidad, le afectaba al modo más personal. Por más que quería dejar la investigación para después de su luto, no podía. Maia se sentía tiroteada de más y más malas noticias que la hacían sentir tan nefasta. Debía resolverlo todo, por ella, Arianna, su hermana.
«¿En dónde se había metido para llegar a esto? ¿Qué había hecho en su vida para merecer esa pesadilla?».
No podía dormir, no podía comer. Maia no podía ni responderle el teléfono a su madre. Necesitaba tiempo, necesitaba espacio. Ella estaba abrumada, necesitaba una salida, un escape.
Gritó, pataleó, lloró... se desgarró la garganta de tanto dolor, incluso más del que había sentido antes. Le arrancaron un pedazo de alma Su hermana, su tesoro, su compañera de batalla... ¿muerta?
El silencio que albergaba la habitación la ensordeció. Debía buscar la manera de dejar de pensar... o al menos desviar sus pensamientos para conseguir liberar su dolor. Como si eso era lo que su subconsciente buscaba, se ubicó en los recuerdos de aquel hombre, su salvador... lo poco que compartió con él... verlo en pensamientos la albergó en una descarga de serenidad, consiguiendo así dormir.
La magia del universo es increíble, al igual que la ley de la atracción... cuando se alinea en su perfecto lugar, encajando, es imposible desajustarlo. A unos kilómetros de distancia, girando en unas cuantas calles más a la derecha, en un edificio no muy elegante pero tampoco poca cosa, se encontraba Ian en su piano, tocando una melodía que le hizo recordar a ella, a esa mujer que lo descontroló con una mirada.
Él buscaba serenidad, proporcionarle paz a su desbocado corazón que yacía acelerado desde hace horas. Sin explicarse por qué, no lograba entender el motivo de su desesperación. No estaba acelerado, no había corrido o ejercicio. El pianista no hacía nada para que sus latidos se precipitaran de tal manera.
Luego de unos días sin lograr tocar las teclas, esta vez se sentó colmado de una inspiración que le permitió tocar melodías suaves y armónicas. Se dejó llevar de manera tal, que cerró los ojos. Su respiración, mezclada con sus palpitaciones, le guiaron el compás de su pieza y su pie derecho marcaba otro ritmo, acorde a lo que quería soltar.
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GlissandoTe
RomanceEl introvertido pianista Ian Hudson, es totalmente opuesto a la extrovertida e intrépida Maia Paterson. Pero así como en el piano hay teclas blancas y negras, que juntas se complementan creando las más hermosas e inolvidables melodías, cuando las al...