Dieciséis

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Durante toda su vida, Maia siempre soñó con la justicia; era una mujer que despreciaba el hecho de darse cuenta cómo las personas que hacían cosas malas se salían con la suya. Es por ello que decidió involucrarse en la investigación y no la abogacía u otra licenciatura. Saber que podía desenmascarar a corruptos y mafias y mostrarlas a la luz pública —tener el poder de hacerlo— la atraía como miel a las abejas.

Era fascinante descubrir a través de sus fuentes de información el mal manejo del dinero del Estado y de otras cosas.

Probablemente haya sido eso lo que la impulsó a no huir por la derecha con su niña en brazos y decidió hacerle frente al problema. El único problema que se encontraba era que estaba nadando en aguas turbulentas y sabía que debía actuar rápido, ágil e inteligentemente, para no tener problemas futuros. Decidió hacer entrevistas off the record. Y a través de sus fuentes, llegó a conseguir información realmente importante.

Sabía que debía usar su seudónimo, lo lamentaba, puesto que le quitaría créditos a su currículo, pero ya a ese punto, lo único que lamentaría más, sería si a su pequeña Leia le pasaba algo.

Había descubierto varias cosas, además de confirmar que su ex prometido estaba vivo, ya tenía su dirección. Estaba planteándose la idea de ir a darle una visita, pero temerosa alejó esos pensamientos. No obstante, eso no impidió que siguiera investigando.

Había ido hasta la policía, fue al único lugar dónde se atrevió a ir sin miedo. Hacía poco le habían mandado la boleta para ir a declarar, luego de haber puesto la denuncia, los procesos legales eran muy tardíos, además de complicados. En el momento que le hicieron las preguntas pertinentes, donde ella contó su versión de los hechos, aprovechó para sacar información de lo que habían deducido. Maia estaba convencida de que los mafiosos siempre se salían con la suya, puesto que los líderes eran personas adineradas y que podrían tratarse de personas importantes con altos cargos involucrados. Y a juzgar la ciudad de Nueva York, cualquier cosa podría pasar.

Descubrió en una visita —los policías podían ser muy boca flojas si los persuades de la manera correcta—, que John no estaba actuando solo, que presuntamente estaba involucrado en una mafia rusa por lavado de dinero. El oficial, luego de que ella le llevara un café y donuts, le explicó.

—En éste caso, lo más probable es que su prometido haya estado en una especie de iniciación. Como ya debe imaginarse, entrar a la mafia no es cuestión de tocar una puerta y ya eres bienvenido. Él tenía que probarse.

La castaña tragó saliva. No podía decir nada, no sabía muy bien cómo demonios sentirse al respecto, salvo devastada y traicionada. Condenadamente estúpida por no darse cuenta de nada.

—Por la descripción del agresor que nos facilitó —continuó—. No hay muchas personas en la ciudad con esas características. Si bien los mafiosos son muchísimos, éste parecía ser alguien importante. Probablemente hizo un mal trabajo y se descuidó al dejar una pista que lo llevaría a su verdadera identidad. Es decir, usted. Sabemos que no era americano.

—Era bígamo —declaró la mujer sin poder contener el desprecio en su voz—. El malnacido tenía muchas más y yo nunca lo supe. ¿Cómo es posible que un mafioso de, vaya usted a saber de dónde era, supiera que mi ex prometido tenía más de una esposa y yo no? Prácticamente vivíamos juntos. —Arruguó la frente—. Casi juntos. Viajaba constantemente por trabajo o al menos eso decía.

«Estúpida, estúpida... ¿Cómo darse cuenta? Ensimismada en su trabajo, investigaciones y demás cosas que realmente nunca se percató de nada». Cayó en cuenta, con ganas de dejarse caer de cabeza al escritorio.

—En su defensa, señorita Maia —objetó el joven oficial—, de estas cosas casi nunca se sospecha. Probablemente sea simple lavado de dinero. Por lo general, según el perfil de su —no muerto, sino escondido— prometido, nos encontramos con algo de menor grado.

GlissandoTeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora