Prólogo.

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Era de noche, estábamos en la parte de atrás del taxi, que nos llevaría a casa por fin. Ella estaba dormida, tumbada sobre todo el asiento trasero y apoyando su cabeza sobre mis piernas. Aún recuerdo cuando la perdí, la culpa me come por dentro, siento que todo lo que le ha pasado es por mi culpa, por no estar junto a ella. Si alguien me hubiera dicho solamente que estaba mal hubiera bastado para mandarlo todo a la mierda, coger el coche e ir a buscarla. Y aunque no supiera donde estaba, hubiera buscado por todos los rincones del mundo hasta hallar sus preciosos ojos. Mi pequeña, juro que esto no volverá a pasar, juro que no permitiré perderte de nuevo, nunca.

Secuelas de suerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora