Capítulo tres.

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El tic tac del reloj de la habitación hizo que me despertara. Abrí los párpados lentamente, intentando asimilar la luz de la habitación.

Gire mi cabeza lentamente y di con Zayn. Estaba boca abajo, con su cabeza en mi dirección y su mano sobre mi cintura. Estaba increíblemente guapo cuando dormía.

Me permití el lujo de observarlo unos minutos antes de levantarme. Nunca me cansaría de mirarlo. Pareció notar mi presencia y abrió sus ojos. Me sonrió, dejando ver sus blancos dientes.

-Oh, perdona, no quería despertarte — le susurré con voz preocupada.

-No has sido tú, he sido yo, quería comprobar una vez mas lo preciosa que te ves desde tan cerca, nena — me dijo.

No pude evitar sonreirle lo mejor posible, me encantaba cuando me decía estas cosas.

-Oh, venga ya — dije sonriente. Le di un largo beso, nuestras lenguas contactaban una y otra vez. Me encantaba esa sensación. Después me apoye en la almohada, sin dejar de mirarlo.

Ninguno de los dos se atrevió a decir algo y estropear ese momento, aunque no duró demasiado.

En seguida se incorporó para levantarse de la cama

-¿A donde vas? — pregunte haciendo un intento de puchero. No quería que se fuera tan rápido.

-A vestirme, ¿no querrás que lleguen los chicos y que los reciba así?

Mierda. Hoy venían los chicos. No lo recordaba. Mi felicidad se esfumo para dejar paso a los nervios, a la vez que mi sonrisa desapareció de mi cara en segundos.

-Menudo cambio de cara — me dijo.

Le lancé un cojín a la cabeza mientras el se abrochaba sus pantalones negros ajustados. Intentó esquivarlo, aunque le fue un poco inútil.

-No tiene gracia. No se cómo va a reaccionar Harry al verme después de tanto tiempo — dije jugando con un mechón de mi pelo. — y más sabiendo que la ultima vez que nos vimos acabó enfadado con los dos.

-Ya te dije que no seguía enfadado, además, no te preocupes mas, en seguida averiguaras como esta — dijo.

-Gracias, eso me tranquiliza aún más — dije mirándolo con mala cara.

Me levanté de la cama para elegir que ropa ponerme. Me puse unos vaqueros rotos y una camiseta ancha blanca, acompañado de unos botines de cuero negros.

En la cocina desayunamos unos cafés, que era el único alimento que parecía haber en esta casa.

Decidimos ver la televisión, aunque no duró mucho, porque en seguida sonó el timbre. Me incorporé incómoda en el sofá, Zayn se levantó, pero le frene con mi mano, quería acabar con estos espantosos nervios de una vez.

Llegué a la puerta, tardando unos segundos en coger la manivela, dudosa. Por fin me digne a abrir.

Era el cartero.

Un gran suspiro salio de mi boca, y Zayn, que estaba apoyado en el marco de la puerta del salón, viéndome desde lejos, se reía.

-Paquete para Zayn Malik — dijo sin saber que ocurría.

-Muy oportuno — dijo Zayn mirándome de reojo y volviéndose a reír — gracias.

El hombre arqueó las cejas como signo de que no entendía de que hablaba Zayn.

-¿Te he dicho alguna vez cuando te odio? — le dije en cuanto se fue el cartero, pegándole un leve empujón.

-Es posible — dijo sin eliminar la sonrisa de su cara.

Secuelas de suerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora