Noche 9, parte dos [Secuestro]

22 3 0
                                    

Lian se puso como loca cuando vio que el psicópata estaba en el suelo sin reaccionar. El plan B funcionó de maravilla –Lo mataste. –murmura alejándose un poco de mí como si ahora yo fuera el loco asesino.

–Claro que no, puse somníferos en esos pastelillos. ¡No los comas! –exclamo al ver que ella estaba a punto de comerse uno en un ataque de ansiedad.

–¿Qué? ¿Por qué lo hiciste? –dice arrojado el pastelillo por la ventana asustada. Mi mirada baja hacia el sujeto que está tirado en el suelo, puedo escuchar sus ronquidos. Se ve tan adorable durmiendo, pero estaría mejor amordazado y atado con cuerdas. ¡Jajaja!

–Es el plan B, es que pensé... ¿Y si éste le dice a su jefe que tú y él son amigos? Osea, el jefe lo volvería a golpear y él volvería a tener el control de la situación pero... ¿Qué pasaría que si su peón en este juego de ajedrez desaparece? –digo sonriendo de lado, le lanzo las cuerdas a Lian y ella me mira asustada.

–¿Qué hago con esto? –pregunta el doble de asustada. Que histérica... y hace preguntas bobas.

–Debes atarlo para que no escape, lo haría yo pero... Ya sabes. –hablo señalando mis inútiles piernas. Lian mira a Milo, creo que así se llama, y se arrodilla a su lado para comenzar a envolverlo con las cuerdas –Hazlo con fuerza, no debe escapar. –digo al ver que está colocando los nudos un poco flojos.

–Esto está mal, deberíamos llamar a la policía. –murmura nerviosa, sus manos tienen un temblor y se ve más pálida de lo normal.

–Si, pero el segundo psicópata seguirá suelto. Debemos atraparlos a ambos. –responde de forma obvia. No podemos dejar éste se nos escape y que alerte a su líder.

–Ya está. –avisa Lian cuando le termina de colocar la mordaza al sujeto. Sus manos quedaron un poco de pintura blanca, es extraño.

–¿Qué es eso? –pregunto indicando sus manos. Ella mira sus palmas y luego se las limpia por sus pantalones de pijama.

–Creo que es maquillaje. –susurra pensativa.

–Además de asesino... ¿Es gay? –digo haciendo una mueca. Lian me mira seria y luego regresa hacia Milo.

–Es como si fuera una máscara para ocultar su rostro. –comenta tomando un trozo de algodón. Pasa el mismo por la mejilla derecha del psicópata y ambos vemos que, debajo de todo ese maquillaje blanco, se encuentra una piel más o menos bronceada. Su boca parecía a la de Jeff The Killer pero sin esas líneas negras en sus mejillas sólo es una persona normal, al menos por fuera.

–Casi parece una persona normal. –opino con sarcasmo. Ahora debemos pensar en dónde ocultarlo. En el ático me parece bien.

–¿Y ahora qué, genio? –dice mi hermana arqueado una ceja. Insolente.

–A dormir. –respondo subiendo y bajando los hombros. Cierro la puerta y me dispongo a bajar mientras escucho los insultos de mi hermana, yo ya hice mi parte, ahora es su turno de ocuparse.

Día 3~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
Unos golpes hacer que despierte de un sobresalto, anoche apenas pude pegar un ojos y ahora que por fin puedo descansar me molestan. ¿Quién diablos es?

Levanto mi cabeza lentamente a través de la sábana y veo que el golpe viene desde el interior del antiguo armario. Es él. Despertó. Yo trago saliva mientras me levanto de la cama rápidamente para colocarme un abrigo, la mañana está realmente fría. Doy unos pasos hacia el armario mientras tengo en mis manos la única arma que pude conseguir, una escoba.
Respiro profundamente y decido abrir la puerta lentamente, el armario es bastante grande y posee dos puertas que se abren a par pero una de ellas está cerrada desde fuera, es para mi protección. Las bisagras hacen un sonido oxidado mientras se abre la puerta, el interior se ve oscuro pero puedo reconocer un bulto en el fondo. 

–¿Q-Qué... nos hi-hiciste? –escucho la voz de Milo desde el interior. ¡Ja! Los papeles se invirtieron, amigo. ¿Quién es la víctima indefensa ahora?

–Accidentalmente agregué un ingrediente demás en los pastelillos y bueno... caíste dormido. –digo como si lo sintiera de verdad pero realmente estoy hablando con sarcasmo.

–¿Qué? –murmura confundido, yo me acerco un poco para mirarlo, todo está oscuro ahí dentro. En eso, Milo sale del armario de un salto, dándome un gran susto que caigo de espaldas en el suelo. Él intenta escapar y lucha con las cuerdas, ya casi está libre. ¡No debe escapar!

–¡No puedes irte! –exclamo levantándome del suelo para ser arrojada de nuevo por él en el forcejeo. Me agradaba más cuando estaba inconsciente. Milo estaba a punto de salir por la ventana y romperla como la última vez pero se detiene de golpe al ver la luz que entra en medio de las cortinas azules. Es como si le diera miedo, termina de quitarse las cuerdas y retrocede un poco hasta tropezar conmigo, que aún seguía en el suelo.

También cae, produciendo un sonido seco, sus piernas quedan sobre mi espalda mientras intento levantarme y él trata de esconderse de la luz –No, no. Maldito sol. –dice a regañadientes para luego volver a esconderse dentro de mi armario.

–¿Eh? –suelto confundida. Suelo ser un poco despistada y Dante se queja de eso, pero... ¿Por qué rayos volvió a meterse en el armario del que quería escapar?

Yo me levanto para caminar lentamente hacia él, Milo se encuentra envuelto con unas sábanas que son mías y me mira con el ceño fruncido –Tú me hiciste esto, debería estar dormido, es de día. Tú me obligaste a dormir y ahora pasa esto. ¡Ya no eres mi amiga! –sentencia apuntándome con su dedo mientras que lo miro en silencio, uy no. Moriré si no soy su amiga.

–¡Nunca fuimos amigos! –sentencio molesta mirando a un lado, aún tengo la escoba en mi mano por protección –¿Por qué no escapas? –pregunto ladeando la cabeza en un ataque de curiosidad. Está libre, y puede hacerme a un lado con un dedo si quisiera.

–Es de día. –repite entre dientes. ¡Eso ya lo sé! –El sol me quema. –agrega encogiendose más en su lugar. Hey, ya dejó de hablar de "nosotros" y lo cambio por el "yo".

–¿Te quema? –murmuro mirando la luz que se filtra por la ventana. Los rayos de sol acarician mis pies descalzos –¿Cómo a un vampiro? –supongo arqueando una ceja. Milo asiente en silencio sin dejar de mirarme con odio.

Si claro, y yo soy gatubela.

–Bien, ni se te ocurra salir de allí porque tengo la habitación llena de crucifijos y también de cebolla. ¡Digo ajos! Muchos ajos. Y si intentas escapar, no dudaré en clavarte una estaca en el corazón y en el trasero. ¿Entendido? –le amenazo manteniendo una actitud extremadamente seria. Aunque estuviera diciendo puras idioteces.

–No, no lo hagas por favor. No escaparé, lo prometo. –suplica estando arrodillado a mis pies. Estás en mis manos Milo.

El Dueño De LobosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora