Noche 10 [Lista]

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Dante me dio ya lista en las primeras horas de la tarde, dijo que la siguiera al pie de la letra para que Milo no escapara, creo que tomó demasiado en serio esta asunto del "vampiro". Creo que no deberíamos seguirle la corriente a ese psicópata.

Ahora se pueden ver los últimos rayos de sol a través de la ventana del ático, en ese momento doy una profunda respiración al oír unos pasos a mis espaldas. Giro lentamente para encontrarme con Milo de pie a unos pasos de mí, su rostro demuestra enojo y rabia –Debería asesinarte ahora. –murmura con la voz raspoza. Que gran inicio. Para mi supuesto protección tengo un rosario en mi cuello.

Calma, él no te hará daño. –me repito una y otra vez para convencerme a mí misma de eso. Yo mantengo mi mirada en sus ojos en silencio, no sé qué decir y si lo supiera las palabras saldrían quebradas de mi boca. Estoy muy asustada.

–Aunque... –continúa hablando haciendo que le preste mucha más atención –A él le molestaría mucho. –Milo mira a un lado y comienza a jalarse del cabello –¡Esto es mi culpa! Él siempre dice lo que debo hacer y yo no lo hago. ¡Soy malo en todo! –algo hace corto circuito en su mente y me mira asustado, luego intenta correr hacia la ventana pero se detiene en seco al ver las trenzas de ajo en el marco, las coloqué como decía la lista, trenzas de ajo en las entradas.

–¿Quién es él? –pregunto refiriéndome a sujeto del cual habla. Milo niega repetidas veces mientras se sienta a los pies de mi cama y abraza las piernas. Si que está loco. Recuerdo que alguien dijo: "A los locos hay que tratarlos con cariño" y luego golpeó al reloj con un mazo. ¿Qué?

–¿Quién es él? –pregunto de nuevo con el ceño fruncido –Dilo o te daré un collar de ajos especialmente para ti. –le advierto pero Milo vuelve a negar. Hasta me grita.

–¡Hazlo! No lo diré. –suerte que estamos en el ático y nadie puede escucharnos.

–¿Lo harías por... unos pastelillos? –pregunto agachandome un poco para esta a su altura. Debo cambiar de estrategia si quiero conseguir algo de él.

–Si, pero no los que hacen dormir. –habla pensativo, ahora parece un niño.

–Okey, bajaré a hacerlos. No te muevas, recuerda que tengo las estacas. –sin decir más, bajo rápidamente las escaleras y voy a la cocina para preparar los pastelillos, haré suficiente para todos. 

30 minutos después~~~~~~~~~~~~~~~~
Ya está todo listo y subo las escaleras con una bandeja llena de pastelillos y un poco de té, si quiero que Milo confiese debo hacer que confíe en mí primero. Debo ser buena con él sin importar que me haya amenazado de muerte hace unos minutos. Termino de subir los últimos escalones y abro la puerta para encontrarme con Milo cómodamente acostado sobre mi cama.

–¿Qué haces ahí? –le pregunta seria. Él levanta su cabeza un poco y luego vuelve a su posición. 

–Pensé que, como no vas a dejarme salir de aquí, mejor sería ponerme cómodo. ¿No? –responde el muy descarado. Esa es MI cama. No, tranquila, debes ganar su confianza.

–Traje los pastelillos. –sonrío caminando hacia él y dejo la bandeja a los pies de la cama. Milo no piensa dos veces en avalanzarse sobre la bandeja y devorar, prácticamente, todos los pastelillos de fresas. Unos segundos después nota que aún sigo allí y me tiende un pastelillo a medio comer.

–¿Quieres? –pregunta con la boca llena. Claro que no.

–No, gracias. Son para ti. –contesto de inmediato mientras me siento en los pies de la cama. La forma en la que él come es un poco asquerosa y parece un animal, sin estar exagerando. Hasta se atraganta un poco, rápidamente le paso la tasa de té para que no muera ahí mismo.

–Más despacio, dios. –digo harta llevando unos mechones de mi cabello hacia atrás. Milo termina de beber el té y suelta un gran eructo.

–Lo siento. –habla aclarando su garganta –Con una comida por día siempre tengo que aprovechar y devorar todo. –comenta rascando su cabeza, debe estar lleno de piojos.

¡Alto!

–¿Una comida por día? –pregunto levantando una ceja. Él rápidamente baja la mirada y comienza a jugar con las pulseras de sus muñecas, las miro con atención y cada una tiene inscripciones en diferentes idiomas o colores de las banderas de éste y otros países. Es extraño.

–No debo hablar. –murmura para sí mismo pero lo oigo claramente. Ve despacio, pronto confiará en ti.

–Está bien, pero yo te daré tres comidas al día, no pienses que eres mi prisionero. Más bien eres mi invitado. Sólo no salgas de esta habitación. –hablo claro para que me entienda y comience a confiar.

–¿Por qué? Él siempre dice que sólo una vez por día. –susurra pensativo. Otra vez "Él", sigo pensando que está más loco de lo que creía. Pero Dante dijo que debo seguirle la corriente.

–Descuida, yo estoy a cargo ahora. –llamo su atención haciendo que me mire atento, su rostro se ve un poco diferente ahora que está sin ese extraño maquillaje. No puedo creer que estoy a punto de decir esto pero es algo que debo hacer –¿Quieres volver a ser mi amigo? Por favor. –murmuro mirando sus ojos, ahora estoy segura, no son amarillos como los había visto anteriormente. Dante tiene razón, son dos.

–¿Tu amigo? Jamás alguien me había dicho algo así. –habla ladeando un poco la cabeza –¡Si! Si quiero. Te daría un abrazo pero tienes eso. –está realmente emocionado. No le negaría a nadie un abrazo pero se trata de él. Del mismo sujeto raro que entraba todas las noches a mi casa para intimidarme, y estoy segura que es un asesino desalmado. Además se mantiene alejado de mí por el rosario que llevo alrededor de mi cuello.

–Ah si... –dudo por un momento hasta que decido sacar el rosario y guardarlo en mi bolsillo. No debo ser tan dura con él –¿Mejor? –pregunto con una pequeña sonrisa fingida en mi rostro. Él, de inmediato, se abalanza sobre mí haciéndome caer de espaldas sobre la cama. Siento pánico cuando está demasiado cerca, estoy a punto de gritar pero luego siento que sólo me abraza. Sus brazos rodean mi cintura y su cabeza está entre mis pechos, es algo muy incómodo.

–Gracias por ser mi amiga. –susurra separándose un poco de mí. Se apoya con sus brazos, los cuales están a cada lado de mi cuerpo, quedando sobre mí. Me mira desde arriba por un momento con una sonrisa en su rostro. Esta no es como las otras que he visto sino que esta es diferente, pero sólo dura unos momentos –Haría lo que pudiera para que no estés marcada. –habla bajo tocando mi cuello, en el lugar en donde estaban esa extraña picadura.

El Dueño De LobosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora