Noche 8 [Tú]

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Luego de la llamada de Ruy no pude conciliar el sueño en ningún momento. ¿Estará bien? ¿Ese psicópata le hizo daño? ¿Por qué no responde mis llamadas? La operadora dice que el número está fuera de servicio. Le envié mensajes y tampoco dio resultado.

Debería tranquilizarme un poco, mi cabeza comienza a retumbar, mis sienes duelen y se siente como si mis sesos están siendo apretados por una prensa. Calma. ¡No puedo estar calmada sabiendo que Ruy puede encontrarse con Milo! ¿Y si ya lo mató? No quiero que nadie muera. ¡Ay no! ¡¿Y si ya quedé viuda?!

El celular cae de mis manos cuando veo a Milo de pie a unos metros de mi cama, casi muero de un ataque al corazón por el susto que me dio. Su cabello cubre parte de su rostro y toda su ropa está mojada. Un rayo cae a lo lejos y es cuando noto que está lloviendo. Él da unos pasos, avanza mientras sus botas mojadas dejan un pequeño charco sobre el piso de madera –Tú... –dice con la voz raspoza mientras me señala –Intentaste escapar.

¡¿Escapar?!

–N-No... yo no. No q-quería...

–¿Crees que soy estúpido? Tú no podrás escapar de nosotros. –aclara con notoria rabia en sus palabras. No te desmayes, no te desmayes, no te desmayes, ahora no. Debo ignorar el dolor, es fuerte pero puedo soportarlo.

Como si no fuera suficiente, se me escapan unas estúpidas palabras que más bien debí pensarlas –Dijiste "Soy" y no "Somos". –al parecer las afectó un poco porque agacha la mirada por un momento. Otro trueno se escucha desde afuera y es cuando siento unas manos frías sostener mis brazos con fuerza. Él está frente a mí y me obliga a ponerme de pie, su ropa mojada humedece un poco la mía.

–¡No puedes escapar, siempre te encontraremos, siempre estaremos tras de ti! –dice sacudiéndome un poco, es la primera vez que la serenidad abandona sus palabras, está fuera de sí. Un verdadero psicópata.

Para entonces ya tengo mis ojos llenos de lágrimas e intento liberarme de él, empujando su pecho con mis puños mientras él se repite que nunca debí escapar. En un momento del forcejeo, mis ojos van hacia su rostro, ya no es tan pálido y muchas gotas de agua recorren sus facciones haciendo que el maquillaje blanco de su cara se corra. Es sólo pintura. Veo sus ojos y son completamente oscuros mientras que algunas mechas de cabello caen a los lados. Pero un tono más fuerte se apodera de su mandíbula y parte de su labio inferior está roto.

–¿Qué te pasó en el rostro? –pregunto ladeando un poco la cabeza. Debí mantenter la boca cerrada porque él me lanza con fuerza al piso haciendo que me golpeé el brazo derecho contra el suelo. Duele mucho. Me siento en el suelo mientras suelto quejidos, apenas puedo moverme sin que sienta el ardor del golpe. Ya no lo soporto.

–¡Cállate, eso no te interesa! –da una pausa para verme, creo que se sorprende cuando descubre que estoy llorando –Te voy a contar un cuento. –propone tomándome de los hombros para levantarme y me sienta bruscamente en la cama –Había una vez un chico que siempre visitaba a una chica. A él le encantaba los pastelillos que ella preparaba pero una noche la chica se fue sin decirle nada al chico. Eso le dolió al principio pero después se enfureció porque pensaba que ella ya no quería ser su amiga. ¡¿Es así?! –exclama tomando con fuerza mi mentón para que lo mire.

¡¿Su amiga?! Ni muerta sería amiga de un enfermo como él, porque así es cómo está, enfermo de la cabeza. ¿De qué rayos está hablando? Pero así es como terminaré si no hago algo al respecto. Muerta.

Lentamente llevo las manos a mi rostro para quitar las lágrimas de mis ojos al mismo tiempo que él me suelta –E-Es un... mal e-entendido. –apenas digo con mi voz quebrada.

–¿Ah si? –cuestiona arqueando una ceja.

–Sólo estoy d-d-de visita en... en la casa de mis abuelos. –continúo hablando como puedo –No fue m-mi intención escapar. Lo siento.

Buen trabajo, ahora clávale un cuchillo por la espalda. No espera, no tienes ningún cuchillo. –dice mi conciencia. Gracias por nada.

–¿Quieres volver a ser nuestra amiga? –pregunta alzando ambas cejas mientras me mira fijamente.

¡No, no y no! Nunca jamás, vuelve a tu manicomio.

–E-Eh... Bueno, yo...

–Si dices que no, está bien... –Milo busca algo dentro de los bolsillos de sus pantalones maltratados y saca un celular echo añicos, la pantalla está destrozada y lo demás está retorcido –Pero el dueño de esto la pasará muy mal, no sabía que tenías más amigos aparte de nosotros. –murmura dejando el aparato en mis manos.

¡Es el celular de Ruy!

–¡¿Qué le hiciste maldito?! –la rabia se apodera de mí pero aún las lágrimas recorren mis mejillas haciéndome ver frágil e inútil.

Ese loco toma mi menton, aproximándose mucho a mi rostro y puedo oler ese aliento a cerezas –Nada, aún. Pero es uno más al que podemos hacerle daño aparte de tu familia si rompes nuestras reglas. –yo sólo me dedico a mirarlo en silencio mientras las lágrimas bajan sin control –Tal vez Dante se rompa otra parte del cuerpo está vez. –comenta sonriendo de lado.

–¿Cómo lo sabes? –pregunto sintiendo un gran nudo en la garganta. Su mano baja un poco y la siento sus dedos sobre mis clavículas.

–Sé muchas cosas, ahora debo irme. Que descanses Lian. –responde dándome un guiño mientras camina de espaldas hacia la ventana del ático, él la abre y sale por ella de la casa. No me interesa saber cómo es que llegó hasta aquí arriba y sería mucho mejor que se destroce contra el suelo en la caída.

En eso escucho unos golpes en la pared, a un lado de mi cama. Al parecer hay una pequeña puerta que no había notado, la misma de abre desde abajo y veo a Dante dentro de la pared –Lian, ¿Estás bien? –pregunta preocupado.

–S-Si... ¿Qué es eso y cómo subiste hasta aquí? –murmuro dando unos pasos hacia él. Dante mueve sus piernas para dejarlas fuera del cuadro de la pared y suelta un suspiro.

–El abuelo me contó sobre estos "ascensores" por así decirlo, se utilizan para subir comida. Escuché ruidos y subí para ver si todo estaba bien... al parecer no. –él agacha la mirada por un momento y me ofrece un pañuelo.

–No... nada está bien. –susurro soltando un pesado suspiro.

Dante apoya su mano sobre mi hombro para consolarme –Al menos ya sabemos algo de Milo. Son dos.

El Dueño De LobosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora