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"Bienaventurados los perfectos de camino, los que andan en la ley de Jehová. Bienaventurados los que guardan sus testimonios, y con todo el corazón le buscan; no hacen iniquidad. Los que andan en sus caminos. Tú encargaste que sean muy guardados tus mandamientos. Ojalá fuesen ordenados mis caminos para guardar tus estatutos, Entonces no sería yo avergonzado, Cuando atendiese a todos tus mandamientos. Te alabaré con rectitud de corazón Cuando aprendiere tus justos juicios. Tus estatutos guardaré; No me dejes enteramente."

Salmos 119.1-8

Nazaret (3 años atrás)

Nací en la ciudad de Morelos, vivía en una acogedora y pequeña colonia llamada "Los Burgos". Casas de dos pisos relucientes, parques abastados de niños con sus familias, y autos modernos predominaban en aquella colonia. Mi casa era la más vintage y grande de todas, ya que mi padre era dueño de una tienda de antigüedades y apoyaba a mi madre con su negocio restaurantero que quedaba a pocos kilómetros de nuestro hogar. Vivía bien, no podía quejarme. Vengo de una familia sumamente cristiana, por lo que todos en casa íbamos a culto cada Domingo de la semana para poder dar gracias a Dios por las bendiciones que teníamos. Tenía las raíces bien plantadas en los pies, pero lamentablemente, algo las estaba cortando.

Ocurrían desgracias en mi casa que ni yo podía controlar, ni las influencias poderosas de mi padre. Mi familia se estaba desvaneciendo por culpa de mi padre. Se la vivía afuera, viajando y haciendo no sabemos que, con quien sabe... le tenía coraje, porque estaba dejando a mi madre sola y sin ningún respaldo. Pensaba que su dinero nos mantenía felices, pero yo sabía que solo eso era una capa que cubría nuestras demás necesidades. Hay gente que dice "Si tuviera todo el dinero del mundo, mis problemas acabarían" o si "Fuera tan millonario como algunos, sería feliz", más sin embargo, no tienen una idea de lo que dicen. El dinero no lo es todo. Y eso me quedo más claro a los quince años de edad, cuando viví la experiencia más aterradora de mi vida.

(...)

El cuarto estaba atestado de humo por la marihuana y el cigarrillo de heroína. El olor se dispersaba y la gente no dejaba de bailar, unos pegados a otros. Unos se encontraban teniendo sexo en los cuartos de visitas, otros en los baños, o en el sofá, si no había remedio. Era una orgía completamente desenfrenada. Aquí, en estas fiestas que organizaba en casa, no podía faltar el alcohol y las drogas donde podíamos descararnos unos con otros sin necesidad de tener a un adulto supervisándonos. No había nadie en casa; mis padres se encontraban fuera del país, cada uno por separado, según ellos porque su divorcio los estaba acabando emocionalmente. Mi hermana, bueno ella siempre se la pasa fueras de casa, viajando con sus amigas y aprovechando sus dotes de fotógrafa que heredo de mi madre. Había terminado la licenciatura en Comunicaciones y acababa de conseguir un encargo de fotografías de un artículo de Discovery Channel, claro, gracias a las influencias de mi papa. Y yo... yo me estaba debatiendo aquí en casa, con los amigos, con las drogas, con el alcohol, debatiendo con mis propios demonios cuando iba a quitarme la vida o cuando iba a mandar de una vez por todas todo a la goma. No tenía deseos de vivir, se me estaba acabando el entusiasmo con el que vivía antes. Era como si hubieran apagado esa chispa dentro de mí y el propósito de mi vida se haya esfumado por completo. Desde que me metí al mundo de las drogas y el alcohol, no pude ni siquiera perdonármelo. No tuve valor de irme a parar frente a la Iglesia poniendo mi estúpida cara de santo y fingir que no pasaba nada. Estaba haciendo mal, lo sabía, pero también entendía que no tenía perdón de Dios. No merecía pedirle nada después de todo lo que había hecho, y aún seguía haciendo. De cierta manera, me sentía culpable de la separación de mis padres. Mi padre no dejaba de quejarse que si mi madre hubiera pasado más tiempo conmigo, e ir a las estúpidas reuniones de oración para los hijos no estaría así... ¡hipócrita! él pensaba que yo no sabía de su aventura con aquella jovencita que trabajaba para el en la tienda.

Perdonar merece la pena [TRILOGÍA #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora