"Tu conoces mi vergüenza, mi desprecio y mi deshonra; ves todo lo que hacen mis enemigos. Sus insultos me han destrozado el corazón, y estoy desesperado. Si al menos una persona me tuviera compasión; si tan solo alguien volviera y me consolara..."
Salmo 69.19-20
Nazaret
Espero un momento en la acera antes de marcharme y veo hacia su ventana. Las luces están apagadas y ha cerrado las cortinas. Espero que Bruno recapacite después de lo que hemos hablado. Vine en su auxilio en cuanto me llamo desesperado que fuera a orar por él. Que no podía más. Que su vergüenza y su dolor lo estaban destrozando. Suena dramático, pero así es. Bruno estaba siendo víctima de los ataques del enemigo y estaba demostrando que su escudo era hecho del cascarón de un huevo o peor aún, no había escudo que lo protegiera. "Sobre todo, tomad el escudo de la fe con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno". En películas, hemos visto que untasen brea en las puntas de las flechas y se encendiesen; cuando estas golpeaban contra el escudo quedaban pegadas y no causaban daño alguno. Por lo que, los dardos de fuego que describe Pablo en la epístola de Efesios, representan todas las formas de ataque del enemigo. Y no sólo hablamos de la tentación a una conducta inmoral u carente de amor, si no también a la persecución,la duda, la desesperación, la enfermedad, las pesadillas, etc. La fe es nuestra arma contra los ataques. En lugar de creer o aceptar las mentiras del enemigo (dudas de quien eres, a donde vas, cuanto vales y si vale la pena seguir luchando por un verdadero cambio), debemos tomar las promesas de Dios para nuestra vida y por medio de la fe.
- Pero en aquel día venidero, ningún arma que te ataque triunfará - le leía con voz firme la palabra a Bruno, mientras el estaba recostado sobre su cama - Silenciarás cuanta voz se levante para acusarte. Estos beneficios los disfrutan los siervos del Señor; yo seré quien los reivindique. ¡Yo el Señor, he hablado!
Bruno sonrió y sus lágrimas mojaban sus mejillas. Tenía vendas en las muñecas. Entendía lo que había hecho y aún así no lo juzgaba, porque merecía vivir y recibir más de Dios aún en medio del dolor.
- Esta promesa la debes vivir, amigo - dije poniendo mi mano sobre su hombro - Debes tener firme tu convicción de saber quien eres en Cristo Jesús. No aceptes los dardos que el enemigo te manda; diciéndote que eres homosexual, que eres esto y aquello. Él solo quiere confundirte. Recuerda que al hombre lo creo a su imagen. No olvides eso, por favor.
La expresión en su rostro es de pura tristeza y vergüenza.
- Bruno - desde el fondo de mi corazón me mando a decírselo - No temas, porque yo te protegeré y tu recompensa será grande.
- Eso suena a la promesa que le diste a Abram - dijo Bruno confortado
- Pues ahora esta promesa, también es para ti
Bruno soltó a llorar y lo abracé. No era yo, era el Espíritu Santo consolándolo. En la recámara parecía haber un silencio de aquellos que no te intimidan, si no que, terminan por reconfortarte y fortalecerte en cuanto más pasas tiempo es esa presencia. Lo sentimos. Pudimos seguir orando por más de hora y media. Agradecimos a Dios por acompañarnos en estos tiempos de tentación y Bruno pudo sacar y confesar todo lo malo que había pasado por su cabeza durante estos últimos días. Ahora estaba fortalecido y había pasado una de las muchas tentaciones que el enemigo le estaba imponiendo para confundirlo.
Comienzo a recorrer la calle. Primero lo hago tranquilo y después a toda prisa en cuanto siento las gotas de lluvia caer encima de mí. Así pues, sigo adelante y dejo la casa de Bruno atrás. Tras pasar la avenida y la calle donde vive cerca Diana, llegó por fin a la esquina donde se encuentra el callejón subterráneo que siempre esta solo a estas horas. De verdad que oro en silencio por que nada malo pase. Entonces la veo, Diana se da la vuelta y sale corriendo hacia la avenida, llorando y con la ropa desgarrada y sucia. Con el corazón latiendome con fuerza voy tras de ella. La tomo entre mis brazos y la empujo antes de que el auto se estampe sobre ella. Desde ahí, veo que esta golpeada y ensangrentada. Me doy cuenta que tiene sangre en el labio inferior y los ojos moreteados.
- ¿Qué te ha pasado? - le preguntó exasperado
No me contesta. Se jala con fuerza tratando de desprenderse de mi pero yo la contengo.
- Déjame, necesito ir a casa - dice forcejeando
- Espera, pero estas golpeada. ¿Qué te han hecho?
- No hay problema. Déjame - dice con un hilo de voz - No estoy... no pasa nada
- ¿Qué te ha pasado en el rostro? ¿Te asaltaron?
- No importa - se cubre la cara y aparta la mirada - Por favor, déjame ir.
- No hasta que me digas que te paso - la tomo de los hombros haciendo que me mire a los ojos.
Vamos a un extremo de la calle, debajo de un árbol porque la lluvia ha empezado a empaparnos. Se voltea hacia mí. Sus ojos están perdidos y se que algo no anda bien.
- ¡Déjenme en paaaz! ¡NO QUIERO NADA! - grita soltándose y echándose a correr.
La sigo pero un auto se interpone en nuestro camino y me detengo. Me le quedo viendo hasta que desaparece de mi vista y entonces saco el móvil y llamo a la policía.
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Perdonar merece la pena [TRILOGÍA #2]
EspiritualUna vida que ha quedado destruida, una identidad que ha sido robada y una fe que ha sido matada. En Aurora ya no quedan mas fuerzas ni esperanzas para vivir... por lo que ella tendrá que descubrir el propósito en su vida y permitir que quien mas la...