Ariadne
El escuchar esas palabras de la boca de mi amiga, me sientan como un puñetazo en el estómago y se me corta la respiración; pero en estos minutos es lo único que no me interesa. Mis sentimientos son los que menos importan ahora, el haber pasado estas horas con el que hasta ayer era solo mi cliente, me ha demostrado que es un gran hombre.
A pesar de parecer un hombre rudo y completamente cruel por las marcas que le han dejado los años de combate en su rostro, es todo lo contrario, una buena persona con una paciencia única, la que dejó claramente demostrada cuando Nicole le pidió ayuda para un trabajo del colegio y él no se quedó tranquilo hasta que mi hija lo entendió todo.
Miro a Donkor que se ha quedado blanco como un papel y eso es bastante extraño. La verdad es que imaginé que lo vería enfadado, furioso mejor dicho, pero veo algo más que eso. Sus manos se han convertido en dos puños y sus nudillos están completamente blancos. Cristóbal algo le susurra al oído haciendo que él se relaje y mirándome a los ojos me dice.
―Estoy bien. ―se acerca hasta donde me encuentro sentada y se arrodilla delante de mí―. Estoy acá contigo, no te olvides. ―Él ve la preocupación en mis ojos, esa es la razón de sus palabras. Creo que por fin alguien más que Katerina me puede leer pero no sé si es algo bueno. Donkor se queda unos centímetros lejos de mí, ni siquiera me toca y lo agradezco, mantiene la distancia adecuada para demostrarme que estamos juntos en esto a pesar de que él no conozca la verdad completa y la razón de mi miedo. Cree que es por él y por lo que me contó, pero también es por Nicole, por mi amiga y por mí. Todo esto no es una casualidad, es imposible que ellos estén alojados en el mismo hotel donde Don fue acusado de un asesinato.
―Lo sé. ―le respondo a las palabras que me ha dicho, porque estoy segura que desde el primer minuto los dos estamos comprometidos en este infierno―. Mañana ya sabremos ante quienes debemos defenderte. ―digo ahora mirando a mi amiga y Cristóbal que todavía no puede borrar la sonrisa de su cara. Está feliz por poder ayudar a su amigo a salir de este lio, ellos tienen un código igual como el mío con Katerina, pase lo que pase nuestra lealtad siempre estará primero.
―Sí, ya mañana podremos ponerle cara a lo que nos enfrentamos, ―ratifica mi amiga, como siempre estando de acuerdo conmigo― pero ustedes dos me están ocultando algo y quiero ahora mismo que me expliquen lo que sucede. ―dice un poco molesta tomando asiento justo frente a mí cruzando los brazos por encima de sus pechos y está lista para la guerra y sé que no puedo ocultarle nada, ella tiene que saber exactamente todo.
―Donkor es la persona de la que tu hermana se estaba despidiendo el día de su boda. ―Así sin anestesia ni nada. Ella lo sabe todo de mí así que no sacamos nada con andar con medias palabras. Su rostro es un poema y si no fuera que las cosas son tan delicadas sería la primera vez que tengo ganas de reírme de verdad.
―¡Espera! ¿Qué has dicho? ―interroga esta vez Cristóbal que se mantenía a una distancia de nosotros. Donkor se pone de pie porque sabe que tiene que dar explicaciones―. Quieres decir qué, Katerina ―señala a mi amiga― ¿Es hermana de Iliajtida? ―pregunta incrédulo sin poder creer lo que está sucediendo.
―¡Un momento...! ―sé que para ella está siendo bastante difícil procesar toda esta información― ¿Cómo sabes que Iliajtida es mi hermana? ―claro ya salió la abogada que lleva en su interior y sin dejar nada que caiga al suelo.
―Encontré una foto de las tres ―explica Donkor intentando tranquilizar a la fiera de mi amiga que si la deja por unos segundos más estoy segura que se volvería loca―. Y Ariadne tuvo que explicarme. Hay demasiadas cosas que al parecer nos unen más que nada.
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CODIGO DE LEALTAD
RandomAriadne Menegaki hace dieciocho años que huyó de su pueblo natal, donde hasta el día de hoy las tradiciones son la ley. En ese lugar dejó a su familia, a su gran amor, y también a su infierno. Hoy, dieciocho años después, su pasado regresa en el ro...