Ariadne
Una vez dentro, ya puedo respirar mucho más tranquila. Siento como si una máquina hubiera pasado por mi cuerpo, la tensión que viví los últimos minutos me han dejado agotada pero gracias al universo Nicole no se ha dado cuenta de lo sucedido.
Llegamos antes de la hora programada y Donkor me hace una seña con la cabeza para que me acerque hasta donde se encuentra.
―¿Te encuentras bien? ―pregunta preocupado frunciendo el ceño― ¿Qué sucedió en el trayecto? ―no es posible que me pueda leer tan bien en tan poco tiempo y por Dios, como vio que no estoy bien si me encontraba bastante lejos de él― mirabas para todos lados y estaban susurrándose cosas con Cristóbal, quien también está mal porque ha salido más veces a fumar que cuando ve el partido donde pierde Milán. ―intenta bromear pero la preocupación la puedo ver en su rostro y escuchar en su voz.
―Nos estuvieron siguiendo en todo el trayecto. ―le soy sincera― bueno, no sé si a nosotros, a ti o a todos pero hubo un coche detrás nuestro durante todo el camino. ―a pesar de que mis palabras lo sorprenden puedo decir que reacciona bastante tranquilo.
―Lo sabía. ―dice con un tono de enfado― Hoy tengo que salir de aquí, haz lo mejor posible por favor. ―la seriedad y el cómo me ha hecho su pedido me toman por sorpresa y solo afirmo con la cabeza indicándole sin palabras que haré todo lo posible para que salga libre hoy mismo, y aunque tenemos todo a nuestro favor aún no sabemos quién será el fiscal que acusa.
―Buenos días señorita Menegaki. ―esa voz, no, no puede ser. Esa voz llevo bastante tiempo sin escucharla, pero estoy segura que es él y al mirar a mi amiga no me queda ninguna duda de ello. Esto no puede estar pasando, que él sea el fiscal elegido no puede traernos nada bueno―. Tanto tiempo que no coincidíamos. ―su voz aun me produce sensaciones que no puedo expresar en voz alta.
―Buenos días fiscal Abbatelli. ―saludo al girarme y quedar frente al hombre― tiene razón y esperaba no verlo por mucho tiempo más. ―soy sincera. Con Eusebio Abbatelli fuimos compañeros de clases y muy buenos amigos junto a Katerina por unos años. Él era de los mejores alumnos en la universidad y salió con uno de los promedios más altos. Pero de un día a otro cambió, pasó de ser un ángel al diablo mismo, un desgraciado sin piedad. Y la que pagó las consecuencias fue mi amiga y a pesar del sufrimiento al que la llevó, no le importó para nada. La historia es muy larga de contar y eso no me toca a mí, así que mejor vamos a lo que sí.
―Qué pena me dan sus palabras Ariadne. ―dice lleno de ironía― Bueno días señorita Gerontidakis. ―saluda a Katerina dando un paso hacia ella y ella uno hacía atrás alejándose de su cercanía.
―Buenos días fiscal Abbatelli. ―sus palabras son frías y sin ningún sentimiento.
―Como siempre preciosa y fría. ―el muy imbécil hace el intento de tomar un mechón que se le ha escapado a mi amiga y ella logra alejarse de su toque. Más siento que veo cuando Donkor intenta ir en ayuda de Katerina pero no lo puedo dejar hacer ninguna tontera así y coloco mi mano en su pecho negando con la cabeza y el asiente.
―Katerina necesito mostrarte los documentos que me pediste ayer. ―llega diciendo Cristóbal a su lado― con su permiso. ―se disculpa del desgraciado de Abbatelli y tomando a mi amiga de la cintura se alejan y entran a una oficina los dos solos, dejando más que cabreado al fiscal. Molesto y sin decir ni una sola palabra ingresa a la sala donde se llevará a cabo el juicio.
―¿Quién es ese? ―interroga Don con los ojos pegados en la puerta que acababa de cerrar con un golpe el hombre.
―Como lo has escuchado, es el fiscal Eusebio Abbatelli. ―explico.
ESTÁS LEYENDO
CODIGO DE LEALTAD
RandomAriadne Menegaki hace dieciocho años que huyó de su pueblo natal, donde hasta el día de hoy las tradiciones son la ley. En ese lugar dejó a su familia, a su gran amor, y también a su infierno. Hoy, dieciocho años después, su pasado regresa en el ro...