―¿Ahora te pasarás el día completo con esa sonrisa de bobo? ―pregunta Cristóbal al ingresar a la oficina de Donkor quien se encuentra perdido en los recuerdos. La sensación de completa tranquilidad y felicidad solo se reducían a un nombre "Ariadne" a pesar de todo lo que habían vivido los últimos días él se sentía completo. No puede dejar de pensar en los besos y las caricias de la mujer que por fin ha logrado revivirlo.
Donkor solo mira a su amigo y vuelve a sonreír dirigiendo su mirada de vuelta a su móvil el cual le muestra una imagen de su amada durmiendo, la foto la había sacado él la noche anterior mientras conversaban sentados en el sillón y a ella la había visitado Morfeo dejándola por completo dormida en los brazos masculinos. Para Donkor no existía hasta ese instante imagen más hermosa, Ari parecía un ángel de pelo negro.
―¿Así estarás de hoy en adelante? ―vuelve a preguntar el recién llegado tomando asiento frente a su amigo― ¡Hombre que tenemos que trabajar! ―de un solo movimiento se levanta y logra quitarle el móvil de las manos.
―¡No te pongas celoso cariño¡ ―Donkor no puede evitar estar de buen humor, se recuesta en su asiento―. Sabes que siempre estarás primero. ―dice por ultimo lazándole un beso a su amigo que lo mira de mala manera.
―No seas idiota... ―lo regaña pero sin poder evitar sonreír al ver a su amigo de tan buen humor―. ¿Sabes? ―pregunta esta vez mucho más serio―. Nunca antes habías tenido esta cara de bobo, ni siquiera cuando convivías con Iliajtida, no sé si la palabra es radiante o te parecerá demasiado cursi, pero de verdad amigo que en los años que nos conocemos primera vez te veo así.
―Nunca me había sentido así, ―concuerda―. No sé cómo explicarlo, ―se coloca de pie acercándose hasta los ventanales de su oficina deseando tener en ese momento la vista que tiene desde la oficina de Ariadne y no el cemento que a pesar de ser una vista de casi todo Roma, a él solamente logra agobiarlo―. ¿Te acuerdas que una vez te conté que soñaba con unos ojos que me miraban atormentados? ―Cristóbal asiente a pesar de que no es visto por su amigo―. Fue el día en que se casaron Niko e Iliajtida, Ari los miraba desde la puerta de la iglesia y al girarse para salir corriendo de ese lugar ella me miró, sus ojos estaban llenos de lágrimas y sus mejillas completamente mojadas por ellas. ―el hombre no puede dar crédito a lo que le cuenta su amigo―. Desde esa vez quise salir corriendo detrás de ella y protegerla pero siendo un hombre y al cual le habían destruido el corazón pensé solamente en mí en ese momento, tenía que aclarar primero las cosas con la mujer que ese momento pensaba que era mi todo y al fin para ella no fui nada. ―Donkor se encoge de hombros quitándole la importancia a sus últimas palabras, esa mujer ya no lo hacía sentir absolutamente nada, de lo único que se arrepentía era de no haber salido tras la ayuda de Ari en ese instante.
―¿Pero cómo? Si tú no tenías idea de quien era. ―esta vez la voz sorprendida de su amigo lo hace girarse para poder mirarlo mejor y quedar frente a él.
―Lo supe en el funeral, ella me miró con la misma tristeza pero sin una sola gota de lágrimas. ―aclara―. Ari es una mujer ¿Cómo decirlo?
―¿Con palabras? ―se burla Cristóbal.
―Imbécil...
―Gracias cariño... ―responde lanzándole un beso. Así son ellos nunca pueden conversar demasiado rato con seriedad, uno de los dos diría alguna tontería para aligerar el momento.
―Como decía... ―le lanza una mirada a su amigo para que no diga nada y solo lo escuche, algo a lo que él asiente sin poder dejar de sonreír―. Su fuerza, su carácter pero también su debilidad desde el primer momento me cautivaron, cuando la vi por primera vez sonreír supe que necesitaba hacerla feliz. Los días que estuve en su casa sentía que me encontraba en el lugar correcto con las personas perfectas. No sé si me entiendes pero con Ari no ha sido desde siempre una atracción solamente física, y como ella misma me dijo he tenido que romper el escudo que había construido con la cara de mi lindo hermanito, pero reconozco que aún hay demasiado camino por delante, pero estoy seguro que poco a poco ella sentirá lo mismo que yo.
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CODIGO DE LEALTAD
RandomAriadne Menegaki hace dieciocho años que huyó de su pueblo natal, donde hasta el día de hoy las tradiciones son la ley. En ese lugar dejó a su familia, a su gran amor, y también a su infierno. Hoy, dieciocho años después, su pasado regresa en el ro...