Ariadne se encuentra cubierta bajo los brazos protector de quien ha sido su salvación, aún el dolor en su cabeza retumba. A lo lejos escucha como su amado la llama y solloza a su lado, y es en ese mismo instante donde su caparazón cruje desapareciendo por completo de su alma. En los brazos de aquel hombre ya no se encuentra la licenciada, ya no está la mujer de hielo que lleva años encerrada bajo esa piel. Ahí está la niña, la adolescente que en su momento pidió ser salvada y nadie llego a su ayuda.
Ari intenta abrir sus ojos, pero la punzada de dolor se lo impide. Desea tranquilizar a su amado, decirle que está bien, que no ha pasado nada, que no llore por ella pero se le hace imposible.
A Donkor ni siquiera se le pasa por la mente separarse esto que unos segundos de la mujer a la que está seguro casi pierde. Desea tomar su dolor si eso es posible pero sabe que no lo es y no puede creer como existe gente tan maldita en este mundo. El sonido de unas sirenas lo alertan de la llegada de ayuda junto a un Cristóbal que apenas los ve corre a su encuentro arrodillándose frente a la pareja.
― Hermano ¿Qué sucede? ¿Qué le pasa a Ari? ―pregunta angustiado mientras examina a la mujer inconsciente.
―¡El maldito intento abusar de ella! ―la rabia brota hasta por los poros de su piel― ¡el hijo de puta la golpeó! Cristó mira su hermoso rostro, está dañado. Y no quiere reaccionar. ―acaricia la piel de su amada que va obteniendo un color morado oscuro.
―¡Señor por favor necesitamos revisar a la señora! ―los interrumpe un enfermero que se ha arrodillado a su lado para poder dar los primeros auxilios a la mujer.
―Esta inconsciente, no ha reaccionado. ―les indica Donkor colocándose de pie con ella en brazos para poder recostarla en la camilla que han traído con ellos los paramédicos.
―Déjenos ver. ―hacen a un lado a Donkor y se dedican a revisar a la mujer, tomando su pulso, revisando sus pupilas y deciden que es mejor llevarla al hospital.
― ¡Señor! ―un oficial llega al lado de Don pero sin lograr ocultar a su amada de su vista―. ¿Puede decirnos que ha sucedido? ―pregunta mientras indica a los hombres que están desplomado en el suelo.
―Intentaron abusar de mi mujer. ―dice intentando encontrar serenidad en sus palabras para no volver a tirarse encima de eso hijos de puta y acabar con ellos de una vez―. Cuando llegué, esos dos ―señala a los dos hombres que se encuentras recién reaccionando― estaba de espalda a la pared, al principio no le di importancia, pero después al mirar mejor vi unos pies de mujer tendidos en el suelo ―relata―. Ellos intentaron impedir que pasara y se lanzaron los dos a golpearme. Cuando ya estaban fuera de combate vi a ese desgraciado ―dice esta vez señalando al hombre inconsciente―. Encima de mi mujer y no lo soporte ¡ese hijo de puta estaba tocando a mi mujer...! ―su mente volvió a la escena de minutos atrás y tuvo que sostenerse para no volver a tirarse a golpes con ese degenerado.
―Bien. ―el oficial tomo la declaración del hombre y lo dejo marcharse con la ambulancia junto a Ari.
―Estoy aquí amor. ―toma la delicada mano y se la lleva a los labios para besarle los nudillos―, quien diría hace un tiempo atrás que tu estarías ahí y yo tomando tu mano. ―susurra― pero desearía ser yo quien estuviera de nuevo en ese lugar. Mil veces ser yo a verte de esta manera. Mil veces yo a que te dañen a ti. ―besa la frente de su amada para luego inclinarse y colocar su cabeza al costado del cuerpo femenino. No le importa para nada dejar correr esas lágrimas, no le importa para nada que digan que los hombres no lloran, él llora para desahogarse, para quitar el dolor que tiene incrustado en su pecho. La mano que sostiene entre las del hace un movimiento haciendo que vuelva a su postura.
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CODIGO DE LEALTAD
RandomAriadne Menegaki hace dieciocho años que huyó de su pueblo natal, donde hasta el día de hoy las tradiciones son la ley. En ese lugar dejó a su familia, a su gran amor, y también a su infierno. Hoy, dieciocho años después, su pasado regresa en el ro...