Capítulo 1

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Grace se probaba el quinto atuendo. Ninguno le convencía. En el espejo veía la falda plateada y la blusa negra sobre su cuerpo. Le preocupaba que fuera demasiado insinuante. Puso el jean roto sobre la falda para ver cómo quedaba con la blusa negra. Ya había descartado el jean, sin embargo ésa vez lo había probado con un buzo verde.

Miró el reloj que colgaba justo arriba del espejo. Veinte minutos para las tres. Frunció el ceño. Había pasado una hora y media pensando en lo que se iba a poner. Nunca se demoraba tanto tiempo vistiéndose. Se puso el jean por debajo de la falda y después se la quitó de un tirón. Siguiente paso: Zapatos. Tuvo que elegir de prisa. Micah llegaría en cualquier momento. Eligió un par de baletas sin verlas y volvió a ver su atuendo en el espejo sin reparar en los zapatos.

Siguiente paso: Maquillaje. Grace corrió a la habitación de su mamá. Grace nunca se maquillaba, aunque sabía cómo hacerlo. Cuando su mamá no podía maquillar a su papá, ella lo hacía. Su papá era político, siempre estaba metido en reuniones, sesiones fotográficas y actuaciones públicas.

Su mamá no estaba en casa. Le dio gracias a Dios; si ella hubiera estado en casa, le habría preguntado el motivo del maquillaje. Grace no quería decirle a su mamá que Micah, su compañero del colegio, le gustaba. Podían ser bastante curiosos y eso a Grace le parecía irritante. Demasiado tenía con que su familia siempre estuviera en los periódicos para que ni sus propios padres respetaran su privacidad. Grace se maquilló nada más un poco. Sólo un poco de polvos para que su nariz no brillara, brillo para los labios y un poco de delineador negro.

Se miró al espejo. Seguía siendo ella. No se veía para nada necesitada o enamorada. Por un momento quiso quitárselo todo, ponerse pantalones de baloncesto, una camisa holgada y llamar a Micah para decirle que estaba enferma. Sin embargo el timbre de la casa sonó y ella salió corriendo. Al pasar por su habitación se dio cuenta del terrible desorden que había allí. El timbre volvió a sonar. Rogó porque su hermano John no abriera y si abría, que no abriera la boca.

Corrió para devolver su ropa al armario. Era una gran bola que se convertiría en avalancha la próxima vez que abriera la puerta del armario, pero era la mejor contingencia que se le ocurría. El timbre sonó de nuevo, y esta vez la puerta abriéndose.

- ¡Ya bajo! - gritó, corriendo por las escaleras. Se dio cuenta que sus zapatilla de bailarina eran verde brillante. ¿Combinaba el verde brillante, el negro y el azul? Ya daba igual. Estaba en la base de las escaleras.

Allí estaba Micah. En la puerta. Micah no era el chico más popular, más inteligente, más guapo, más interesante, más... nada. Pero era el chico que a Grace le gustaba desde que se dio cuenta que los chicos le gustaban. Sin embargo ella no iba a salir con Micah, él no sabía que ella ponía ojos de borrego cada vez que lo veía y él apenas y le había hablado.

- Estas... tú, aquí... Hola - balbuceó. Él rió. ¿La consideraba divertida? ¿Se estaba riendo de ella? ¡Por los reyes! ¡No pude empezar peor! -. Hola - repitió después de carraspear. John puso los ojos en blanco y se fue corriendo hasta el segundo piso.

- Hola. ¿Cómo has estado? - preguntó cortésmente.

- Bien - respondió demasiado rápido. Volvió a carraspear y habló -: ¿Y tú?

- Igual. ¿Dónde vamos a hacer el trabajo?

- ¿En mi habitación está bien? - Micah asintió.

Algo siempre es mejor que nada, se reconfortó Grace. Micah había cursado con ella la primaria, pero nunca se habían hablado. Cuando llegaron a la secundaria los separaron de cursos y Grace se dio cuenta que Micah le agradaba más que cualquier otro niño del colegio. Sin embargo, ese año, el penúltimo año de colegio Micah había cambiado de curso de nuevo. Ahora eran compañeros de curso y las probabilidades de un trabajo en equipo al azar se hicieron inminentes.

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