Capítulo 2

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Su mamá llegó al final de las noticias. Su mamá, Jocelyn, era médico de urgencias. Era una de las mejores traumatólogas de la ciudad. No era extraño que apareciera y desapareciera sin ningún aviso. Ella simplemente quería salvar a toda la ciudad.

John fue el primero en levantarse a saludar a su mamá. Dejó tirado su juego en la tablet y corrió hacia ella con los brazos extendidos. John siempre extrañaba más a su mamá que a su papá, sobre todo después de una jornada larga. Grace y Françoise fueron los siguientes. Jocelyn no había estado en casa por casi un día entero.

Fueron juntos a la cocina en donde Lucrecia terminaba de hacer algunos bizcochos para cenar. Lucrecia nunca les daba algo pesado en la cena. Se sentaron los cinco en el comedor. Lucrecia no era como una simple sirvienta. Todos en la casa la querían y les gustaba que estuviera todo el tiempo con ellos. Para Jocelyn era como una hermana, por eso era como una tía para los demás. Además siempre le daba chocolate a escondidas a John y a Grace. Lucrecia sabía cómo ganarse el corazón de los niños.

- ¿Gracie, te maquillaste? – preguntó su madre. ¡Por la Reina!, se quejó en su fuero interno. Había olvidado el maquillaje. Grace abrió los ojos, intentó tragar de prisa para contestar pero John contestó primero:

- Hoy vino un amigo suyo. Y ella duró todo el día vistiéndose.

- Qué mentira – acusó –. Yo... hace mucho no vienen compañeros a la casa y no quería dar una mala impresión.

- A propósito – habló su papá –, el muchacho es aristo, ¿cierto?

- Sí.

- Se nota. Tu abuelo era aristo.

- ¿Cuál abuelo? – preguntó Grace. Y de una deseó haberse callado la pregunta.

Sus padres la miraron enojados. Lucrecia también, pero no John. Menos mal la pregunta era demasiado vaga como para que él la entendiera. A ninguno de sus padres le gustaba hablar mucho del tema. Aunque ellos se lo habían hecho saber desde que tenía memoria.

- Mi papá – contestó Françoise.

- ¿Yo también voy a ser aristo? – preguntó John. Que sí tenía sangre de su abuelo y aunque no estaba probado que fuera genético, era común ver familias de aristos.

- Tal vez – reconoció su madre y terminaron de comer en silencio.

Grace volvió a su habitación, regañándose por haber sido tan imprudente. Ella había visto una foto de sus verdaderos padres y hasta ahí había llegado todo lo que sus padres adoptivos habían hecho porque ella conociera su verdad. En la foto su papá biológico tenía el cabello castaño, como ella, y ojos negros. Su piel era tostada. Había sacado la altura de su padre. Su madre era bajita y tenía el cabello rubio. Sus ojos eran grises verdosos. Y su piel también era tostada. Eso le gustaba. Lo que más la unía a sus verdaderos padres era su piel. Algo tan visible como la piel. En la soledad de su habitación vio la foto en una esquina del espejo. Era una foto pequeña, pero veía lo suficiente.

Grace organizó su closet y empacó sus cuadernos en la maleta. Guardó la memoria USB en el bolsillito más pequeño de su maleta. Ahí estaban las dos horas de trabajo con Micah. Suspiró mientras pensaba en el beso de su mejilla. A veces soñaba con hundir su nariz en su cabello. En ocasiones le daba la sensación de que Micah olía a vainilla, pero no podía estar segura, nunca habían estado cerca lo suficiente como para decirlo.

Pasó por la habitación de sus padres antes de dormir y les dio las buenas noches. Fue al tercer piso y se despidió de Lucrecia. El tercer piso era el ático. Tenía baño propio, una habitación espaciosa y una cocina. Lucrecia siempre la entendía cuando sus padres no lo hacían y con ella podía hablar del tipo de cosas con las que no podía hablar con ellos.

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