Capítulo 27

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- Tengo hambre – dijo Gabrielle. Ellos se habían pasado el almuerzo. Nadie los había buscado aún y ninguno tenía consigo su celular.

- ¿Vamos a la cocina? – sugirió Edward sobándose la barriga.

- Si es que la encontramos – le respondió Eric.

Bajaron al cuarto piso y en el tercero se encontraron con alguien. Era Micah. Su saco estaba desarreglado, su delgada corbata negra, suelta y su cabello estaba revuelto. La sorprendente mirada de alivio en su rostro los sorprendió a los tres, pero de inmediato Edward se tensionó al lado de Gabrielle. Ella tenía los dedos entrelazados con Eric, quiso esconder su mano, pero no lo hizo. Ella estaba con Eric, gustase a quien le gustase.

- ¡Casi doy la alarma! – les gritó el joven guardia en susurros.

- ¿Alarma?

- ¡No se presentaron al medio día! ¡No contestan sus celulares! ¿Dónde estaban? – él parecía a punto de estallar en tensión.

- Ya, Micah, no es para tanto. Se nos pasó el tiempo en el quinto piso – le cortó Edward.

- ¡Yo fui al quinto piso! – replicó Micah. Edward se le acercó, el guardia retrocedió y sus manos se cerraron en puños.

- No importa – dijo Gabrielle, tratando de apaciguar la lucha que se venía –. Estamos aquí. ¿Micah, podrías guiarnos a la cocina? Este Palacio es enorme, y parece un laberinto.

- La verdad no lo conozco bien, Gabrielle. Pero puedo hallar el camino – le respondió desviando la mirada de Edward. Aliviado de encontrar a su ex novia.

Micah los guió en silencio. Sus pasos eran seguros, pero se encontró dudando en unas intersecciones. En el primer piso fue donde más se sintió convincente que Micah conocía el terreno. Gabrielle supuso que para los guardias debía ser un completo fastidio tener que mudarse a un nuevo Palacio tan sorpresivamente. Y no un palacio del mismo tamaño que el de Yacar sino uno de los más grandes del planeta. El Palacio de Hartstown era el segundo más grande en todo el mundo, el primero quedaba en Cartago.

El olor de la cocina fue paradisiaco. Los cocineros estaban preparando la cena. Los empleados de la cocina no sabían de la identidad de Gabrielle. ¿Qué cantidad de empleados sabía de ella? No todos los guardias, porque casi ninguno se refería a ella como la princesa. Sólo los que eran cercanos a su padre o a los Lords más importantes, que eran los que se encontraban en los recintos cuando todos se levantaban a saludarla. Allí en la cocina nadie se levantó o paró sus actividades.

Comieron en uno de los mesones de la cocina. Micah también tenía su propio emparedado. Se veía casi igual a Edward o Eric. Miraba distraído entre los tres amigos, aunque no posaba fijamente la mirada en ninguno.

- ¿Por qué no tienen zapatos? – preguntó finalmente.

- Porque nos estorbaban – comentó Edward entre risitas. Gabrielle y Eric también rieron.

- ¿Les estorbaban para qué?

- ¡Para volar! – bromeó Edward.

- ¡Qué maduro, Edward! – le replicó el guardia.

- Así me quieren – dijo con una sonrisa que habría derretido a Katarina.

- No todos, puedo asegurártelo – le contestó venenoso. Gabrielle veía esta pelea verbal con asombro. Nunca los había visto dirigirse tantas palabras. Edd se vio afectado por esas palabras.

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