Capítulo 53

15 5 0
                                    

El sonido de la multitud en la plaza era ensordecedor, en cualquiera de los estados de sueño o inconsciencia, habría sido imposible que Gabrielle no lo escuchara. Abrió sus ojos lentamente, había descansado, a pesar de los malos sueños. La sábana azul sobre su cuerpo era fresca. Sentía algo incómodo en el dorso de la mano, estaba canalizada. Intentó quitárselo, pero una mano la agarró por la muñeca.

Jocelyn...

- Mamá.

- Aquí estoy, cariño.

Ella le apretó la mano y lloró, recordaba todo lo que había pasado con Roberta y Eric. Quería preguntar por su novio, pero temía la respuesta y no podía dejar de llorar. Se hizo un ovillo y siguió llorando hasta que durmió de nuevo, con el ruido de su pueblo de fondo.

Cuando despertó de nuevo, era de noche. Seguía canalizada y la sábana la mantenía protegida del frío nocturno. Llamó a su mamá. Le respondió el eco de la multitud en la plaza Suzette. Se incorporó, temerosa. ¿Y si de alguna manera Roberta no había muerto y se había hecho irremediablemente con el poder? Eso no podía pasar. Recorrió la habitación con la vista, su cabeza se sentía más despejada y no sentía cansancio.

Estaba sola.

Se quitó la cánula y se levantó de la cama. Tenía una de sus pijamas de antes de ser princesa, un short con una blusa. Caminó hacia la puerta, su cuerpo se sentía molido. Su dolor era a causa de los golpes de Páez... Tenía que averiguar qué había pasado, pero temía que le confirmaran que Eric ya no estaba o que todo lo que habían soportado no había valido de nada. Tomó una de las pesadas sillas de la habitación y se hizo junto a la puerta; no era la mejor arma, aunque tendría que valer, porque no parecía haber nada más. Pasaron casi quince minutos hasta que alguien abrió la puerta y cruzó.

Era Lucrecia. Vestía uniforme militar, con los distintivos de Nueva América, y llevaba una bandeja en las manos. Gabrielle detuvo la silla a tiempo, para no golpear a su tía.

- ¡Gabrielle! – exclamó su tía, sin perder la calma.

Dejó la bandeja en una mesita y volvió con Gabrielle para llevarla a la cama. Supuso que el rostro sereno de su tía significaba buenas noticias; sin embargo su parte paranoica le hizo pensar que tal vez Lucrecia era parte de todo el complot.

- ¿Qué pasó? – preguntó Gabrielle.

- Lo logramos – respondió, llanamente.

- Cuéntame – pidió.

- Llegamos con buen tiempo a la base. El general Vélez me conocía de la guerra, y a Micah, debido a que fue él el que estuvo a cargo de su entrenamiento; aun así nos esposaron e interrogaron. No obstante no llamaron al palacio, lo que nos daba un poco de esperanzas. El general nos creyó, nos soltó y rápidamente ideamos un plan de asalto.

Lucrecia sirvió un vaso de agua y se lo tendió a Gabrielle. La princesa no se había dado cuenta de lo sedienta que estaba, además no había comido nada desde la mañana, o lo que parecía un centenar de años.

- Según fuentes suyas habían capturado a dos sospechosos de tu supuesto secuestro: supe que debían ser Eric y tú. Nos movilizamos con helicópteros, fue mucho más fácil y rápido que intentar llegar por tierra. Nos daba una desventaja numérica y no contábamos con que utilizarían granadas... Pero muchos hombres dentro del palacio se volvieron contra Roberta.

>> Al final la vieron huyendo hacia una habitación. Descubrimos que allí estaba el rey. Quería ir a ti primero, pero nadie parecía saber en dónde estabas. Hélene me mataría si supiera que te dejé sola, que te hicieron tanto daño – la voz fuerte de Lucrecia se hizo un murmullo y parecía a punto de llorar. Ella continuó –. Me sentí muy feliz cuando te encontramos.

ARISTOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora