Capítulo 45

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Lucrecia paró en una calle vacía y los hizo bajar a todos. Bajaron con cuidado y trataron de no ser vistos. Botaron sus celulares. Su tía se plantó frente a un auto de un modelo viejo y con un alambre que sacó del vestido de Gabrielle abrió la puerta. Entraron con cuidado. Estaban un poco más apretados, pero parecían un poco más seguros al haber abandonado la camioneta del palacio.

- ¿A dónde vamos? – preguntó Edward. Gabrielle seguía recostada en su hombro.

- El protocolo dicta que la tenemos que tenemos que llevarla a la parte más segura del palacio. Nunca se nos ocurrió que todo el palacio estaría invadido – confesó Lucrecia, se escuchaba impotente.

- Tenemos que volver – insistió Gabrielle.

- Por el momento vamos a rondar por las afueras de Hartstown y llamaremos a alguien. La primera opción es Françoise – continuó Lucrecia, como si su sobrina no hubiera hablado.

- No podemos ir con Françoise. Lo tienen vigilado – objetó Eric. Todos lo vieron.

- ¿Cómo estás seguro de eso? – protestó Micah.

- Tenemos que parar si voy a tener que explicar esto. Por el momento confíen en mí, no podemos ir con el señor Marivaux, o a ningún hotel.

- ¿Cómo sabes tanto? – siseó Gabrielle –. Voto porque tenemos que atarlo y no hacerle caso a nada de lo que dijo. Además debemos volver al palacio.

- ¡Que no! – rezongó Eric, en su voz y rostro había una preocupación que nunca había oído o visto.

- Eric tiene razón, no podemos volver al palacio – Edward la volvió a recostar en él, pasándole el brazo por los hombros.

- ¿Alguien tiene una idea de adónde ir? – preguntó su tía.

- Yo tengo una – contestó ella.

- No vamos a ir al palacio – Lucrecia dio un ultimátum.

- No es el palacio. Vamos a la calle azafrán con carrera 102, ahí vive una mujer que le ha dado mucho a este país, seguro ella nos ayudará.

- ¿Quién vive ahí?

- Melisa Argem.

Por primera vez le hicieron caso a Gabrielle. Lucrecia no fue directamente a la calle azafrán; arriesgándose a ser vistos, recorrieron la ciudad toda la tarde parando de vez en cuando para asegurarse que no los seguían. Micah bajaba y se escondía en una esquina, el auto le daba la vuelta a la cuadra y el guardia se aseguraba de ver si alguien los estaba siguiendo. A las seis y media de la noche se dieron por satisfechos y se pusieron en marcha a la casa de Melisa Argem.

Parquearon a dos cuadras de la casa de Melisa y caminaron. Gabrielle ya no lloraba, pero no dejaba de lamentarse en su interior. Todas esas personas del palacio estaban en riesgo, no sólo era su padre. Los ministros que estaban en ese momento en el palacio, los trabajadores, los guardias, los chefs, los sirvientes, Katarina, Verónica, todos. Se preguntó por los guardias de su papá, le había cogido cariño a Richie; no quiso pensar en sus guardias, Daniel, Linares, Yates y McFarllen ya eran parte de su vida.

- ¿Podría mi padre estar a salvo? – preguntó a una cuadra de la casa de Melisa.

- Sí. Richie es el mejor guardia de todo el país – tranquilizó su tía.

Lucrecia tenía preparada su mano para saltar sobre su arma cuando fuera necesario. Micah tenía la misma pose y miraba hacia todas partes. En la calle jugaban algunos niños y no reparaban mucho en ellos. Gabrielle tenía su corona en una maleta que había encontrado Edward en el carro robado. No obstante corrían el riesgo de ser descubiertos. Lucrecia se aproximó a la puerta de la casa de Melisa y les pidió a todos que se quedaran en la calle, por si tenían que salir corriendo.

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