Capítulo 52

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En su sueño era el día de la posesión de Roberta como ministra. Roger y Eric se encontraban detrás de ella, sonreían orgullosos. Gabrielle se encontraba detrás de su padre e intercambiaba algunas miradas con Eric de vez en cuando, no obstante él intercambiaba miradas con alguien más. Ángela. No lo volvió a mirar por el resto de la ceremonia. Era ilógico, celoso y posesivo, pero sentía que él debía renunciar a una de las dos y estaba segura que si se lo pedía, él la elegiría a ella.

El recinto se estremeció. Miró hacia todas partes, los asistentes desaparecían como fantasmas, su padre también y Roger. Sólo Roberta, Ángela y Eric permanecían. Y ella. No se podía mover de su sitio, mientras que todo se estremecía y temblaba. Quería salvar a Eric, que se removía en su puesto, casi entumecido, mudo y triste. Roberta y Ángela, en cambio, se pavoneaban a su antojo y reían con cada sacudida. Angie se contoneaba alrededor de Eric, susurrándole y apenas tocándole los hombros con el dedo corazón.

- ¡Charles! - gritó Eric.

Despertó de un salto y cayó en los brazos de su novio, de nuevo en la habitación subterránea. Algo en la parte de arriba sonó como una bomba. ¡Una bomba! Gabrielle se apoyó en su novio para ponerse de pie.

- ¿Cómo puedes dormir con el techo cayéndosenos encima? - Eric tenía esa expresión incrédula en su rostro.

- ¿Hace cuanto está sonando? ¿Cuánto dormí?

- Más de una hora, eso dormiste. Empezó hace cinco minutos.

- Eso quiere decir que Lucrecia ya está aquí.

Gabrielle presentía que había mucho más que bombas, probablemente disparos. Caminó con Eric de un lado a otro. No sabía si era su percepción, sentía que los estremecimientos eran cada vez más fuertes. Eric y ella murmuraban posibilidades y se preguntaban la hora cada minuto que pasaba.

Sabía que era horrible de su parte, deseó que Roberta estuviera muerta, así no tendría que interceder por ella. No quería intentar hacer nada por su bienestar, Roberta había sido la culpable de todo. Desde el principio había estado en su contra, desde antes de nacer se oponía a su existencia, o lo que estuviera relacionado con ella. Sus excusas le parecieron pobres, lo que en verdad motivaba a su suegra era la avaricia y la gula de poder. Nada más, la criaron para hacerle creer que gobernaría el reino al lado de Médéric y cuando no fue así, explotó en una peligrosa rabieta inmadura.

Eric se apoyó al lado de la puerta de la habitación, se mordía las uñas, él nunca hacía eso. Gabrielle quería replicarle y pedirle que no lo hiciera, pero no se sentía con la autoridad para hacerlo, él estaba nervioso, triste y perdido. Dio unos pasos para separarse de su padre y abrazar a Eric... No llegó a hacerlo.

Antes de poder procesar lo que estaba pasando, Roberta entró en la habitación, acompañada de Páez; la puerta se cerró de golpe, sin poder ver bien lo que ocurría en el exterior. Los cuatro se sorprendieron de estar reunidos allí. Páez estaba agitado y la imagen de Roberta, alterada. El soldado fue el primero en reaccionar, lanzándose hacia Gabrielle con las manos desnudas, Eric se fue detrás de él.

Páez, obviamente aristo, le daba una gran pelea a Eric. Los dos se golpeaban fuertemente con patadas, puños, rodillazos y codazos. Gabrielle sabía que Páez no tenía órdenes de matar a Eric, pero sí sabía que podía hacerle mucho daño. Su instinto le decía que debía meterse entre ellos y poner la balanza a su favor, Páez tenía un revolver colgado del cinturón y esa perspectiva no le agradaba. Si el soldado quería, podía tomarla y acabar con los problemas en un santiamén.

Sin embargo los dos continuaron debatiéndose con sus puños y su destreza física. Páez era mucho más rápido que Eric y se le escapaba, escurridizo, de sus fuertes puños. Aunque Eric tampoco se dejaba golpear, esquivaba con demora los golpes o las patadas, algunos le pasaban casi rozando. Gabrielle intentó entrar, pero Eric le gritó que no lo hiciera. Ella no sabía si era para protegerla o para guardar su secreto.

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