Capítulo 19

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Alguien tocó a la puerta. Ellos dos se separaron. Françoise abrió y recibió algo sin abrir demasiado la puerta. Se lo pasó al rey, quien se había limpiado rápidamente la cara. La reina le hizo señas a Gabrielle para que se sentara a su lado en la cama. Ella hizo caso.

Al rey le habían dado unas cuantas hojas. Sacó sus gafas del bolsillo de su saco, bañó las lentes en aire caliente y las limpió con el interior de su saco. Las tomó sólo con el índice y el pulgar y se las puso. Al ponérselas arrugó la nariz como si hubiera olido algo desagradable y frunció el entrecejo, sólo por un segundo. Luego parpadeó y se dispuso a leer.

Mientras el rey leía, Jocelyn y Françoise susurraban; aunque siempre le habían dicho que era de mala educación. Ellos dos conversaban animadamente, y Gabrielle quería saber de qué hablaban. Sin embargo Lucrecia le empezó a hablar.

- Vaya sorpresa, ¿cierto?

- ¿Quién eres tú en realidad? – cuestionó, realmente curiosa.

- Es mi hermana – dijo la reina.

- ¿La hermana de la reina me hace el desayuno? – esto sí era una farsa, porque según lo que sabía la reina no tenía hermanas o hermanos.

- Sí, soy su media hermana. Soy lo que dirían ilegítima, pero me crié junto a Lena. Cuando empezó a salir con Médéric, me alejé; yo quería ser una persona normal. Aunque era aristo. Así que fui a la guerra y cuando volví, me pidió que te cuidara.

- Lamento que haya sido tan confuso, hija – su madre le tomó de la mano.

- Se adaptará, es fuerte – dijo Lucrecia.

Gabrielle sabía que el apellido de Lucrecia era Ramírez, antes de casarse el de la reina había sido el mismo. Pensó que se trataba de una coincidencia. Había miles de personas que tenían el apellido. ¿Por qué ponerle cuidado a algo así? Y resultaba que eran hermanas, y que el padre de ambas le había dado el apellido a Lucrecia. Lucrecia era su tía. Lu. Y era aristo, así como ella. Su vida ya empezaba a tener sentido.

- Gabrielle – la llamó el Rey, ella se levantó –. ¿Quieres leerlo?

- ¿Ese documento?

- Sí, es un reporte sobre la situación en la frontera.

- Sí, señor.

Observó a los ojos al Rey mientras tomaba el documento. Sí tenía los ojos grises. ¿Cómo no se había dado cuenta del parecido? Gabrielle se preguntó si su hermano iba a ser idéntico a su padre como ella. Aunque el parecido entre ellos dos quedaba camuflado por los géneros y por las edades. Sin embargo si se los observaba bien, o si se la observaba junto a la reina... Gabrielle entendió a lo que se refería su padre adoptivo. El parecido era bastante, aunque su cabello se había vuelto mucho más oscuro con el pasar de los años, casi del mismo color que el de la reina.

- No tengo gafas – dijo. Aunque su visión de aristo le permitía ver mucho, ella seguía teniendo problemas para leer.

- Toma las mías, de seguro sirven.

Ella las tomó y sin darse cuenta empezó a hacer el mismo ritual que había hecho el Rey, se dio cuenta cuando arrugaba la nariz. Parpadeó, esta vez consciente de lo que hacía. Su padre biológico no parecía haber caído en cuenta, pero los demás la observaban. Su padre adoptivo articuló iguales con una sonrisa triste. Su madre adoptiva no la miraba. Y la reina la veía como si ella fuera el tesoro más grande del universo.

Las gafas le sirvieron de maravilla. Gabrielle empezó a leer. Las tropas se estaban movilizando, se estaban desplegando desde las ciudades de Kappa, Buenos Aires, Bolívar y Terracota. Llevaban armamento pesado para cubrir algunas de las zonas en las que se había registrado más movimiento de parte de Lempen. Del otro lado de la frontera también se estaba reforzando el armamento y el número de soldados. Se hablaba de Generales que Gabrielle sólo conocía por la televisión.

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