Capítulo 5. Apolo

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NO MENTIRÁS

¿Por qué lloraba? Lloraba porque me dolía ser yo mismo, porque me odiaba hasta términos ilimitados, porque empezaba a darme cuenta de que nada de lo que consideraba real lo había sido nunca.

Mis principios impuestos habían sido pisoteados.

Aquello que me había negado toda mi vida estaba saliendo a flote.

Y mientras estaba dentro de Roxana los ojos llorosos de Eros invadían mi mente. Mientras dormía me atormentaban, mientras rezaba me hacían sentir hipócrita, mientras callaba su voz me calmaba. No podía seguir en aquella situación, estaba acabando con mi cordura, pero no veía opciones alternativas en el horizonte. 

—¿Estás bien, cariño? —Roxana me acarició el pecho tumbados en su cama. Ella era dulce, atenta y sabía que algo no estaba yendo bien dentro de mi cabeza. Aquello únicamente empeoraba la situación: si hubiera sido mala o fría (como yo) todo hubiera sido mucho más fácil—. Has estado muy callado.

Tuve ganas de decirle que jamás había hablado con ella porque los gemidos no contaban como palabras, pero me contuve: aún quedaba algo de humanidad en mi corazón, una humanidad con la que me había reencontrado gracias a esa persona de la que intentaba escapar acostándome con Roxana. Mi mente y mis pensamientos eran como un jodido perro que se perseguía su propio rabo y empezaba a estar harto. Todo era más fácil cuando estaba muerto en vida, cuando no sentía nada. 

—No me llames cariño —fui cruel, y lo único que me consolaba era que, en realidad, nunca le había dado falsas esperanzas—, y mientras pueda acostarme contigo no te preocupes por mí.

Me levanté y empecé a vestirme. Roxana fue rápida y me abrazó por la espalda, inmovilizándome. Maldecía hasta la saciedad que me lo pusiera tan difícil, en lo más hondo de mi corazón no quería hacerle daño, realmente no quería. 

—Pero me preocupo por ti.

—No deberías.

—¿Por qué? Somos...

—Porque yo no me preocupo por ti.

Ese fue el punto y final de nuestra conversación. Roxana se separó y se echó de nuevo en la cama. Hice oídos sordos a sus sollozos porque de otro modo me hubiera quedado, le hubiera pedido perdón... y el resultado hubiera sido mil veces peor. Me acabé de vestir y me salí de esa casa. Antes de alejarme calle arriba, desde la acera de enfrente, le mandé un mensaje porque era lo suficientemente cobarde como para no decírselo a la cara.

Lo siento, pero lo último que necesito es que sientas algo por mí. Si no estás dispuesta al sexo sin compromiso, no soy tu mejor opción, si sientes algo, tan solo dímelo y desapareceré de tu vida.

Tuve la rara esperanza de que me enviara a la mierda, definitivamente hubiera sido lo mejor para ella: a mi podían darme por culo. Pero, al poco tiempo, recibí un mensaje donde me pedía disculpas y juraba no sentir nada más por mí que cariño, cariño de amiga y de compañera. Prometió rectificar sus acciones. 

Empecé a andar hacia la estación de buses. Le envié un OK a Roxana porque, a pesar de todo, ella me daba la única oportunidad que tenía de bloquear mis pensamientos . 

Y me convertí, en ese preciso momento, en el ser que más odiaría en el mundo.

♦♦♦

Habían pasado cuatro días desde lo de la pintada, y Paris no había malgastado su tiempo. Al día siguiente habían puesto el número de Eros en las puertas de todos los baños de hombres con un mensaje vulgar, el segundo día le habían tirado todos los libros en el pasillo y lo había avergonzado frente a todas los alumnos, y el tercer día habían conseguido que el rumor de que era un "sidoso" se expandiera por todo el instituto.  Había sido testigo de ello y me había quedado en mi sitio, camuflado entre toda la gente, sin hacer absolutamente nada como cabe esperar de un trozo de mierda como yo.

BlasphemyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora